Álvaro Martín, la retirada en la cima del campeón sin mordaza: “Me he metido en todos los fregados”

Álvaro Martín, la retirada en la cima del campeón sin mordaza: "Me he metido en todos los fregados"

– “Álvaro, en esta entrevista no vamos a hablar tanto de deporte”.

– “Mejor, mejor”.

A la cita con EL MUNDO, una soleada mañana otoñal, Álvaro Martín acude, como buen marchador, caminando desde casa. El anuncio de su retirada apenas unas semanas después de ganar dos medallas olímpicas en París, sorprendente para la mayoría pero no para él, se ha visto empañado por su polémica con Juan Carlos Rodríguez Ibarra, el ex presidente de Extremadura que le ha acusado falsamente de no pagar los impuestos en su tierra. Aunque eso, lo de meterse en charcos, no es algo que le vaya a asustar. De hecho, es una de las grandes razones por las que lo deja. “Siempre intento defender lo que es justo. Me he metido en todos los fregados, pero duermo con la satisfacción de creer que estaba haciendo lo correcto. Callarnos no es la solución”, asegura sobre su vocación reivindicativa, desde la lucha contra el dopaje a la demanda de mejoras en la jubilación de los deportistas, entre otras muchas batallas (también la supervivencia de la marcha) con las que en el futuro pretende seguir de “manera profesional”.

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A sus 30 años es, a la vez, un jubilado y un estudiante. Un ex deportista y un ‘becario’ al que el exclusivo y prestigioso despacho Garrigues ha seleccionado para cursar un doble máster con el que ampliar su currículo (es licenciado en Ciencias Políticas por la Complutense y graduado en Derecho por la UNED). Una leyenda del atletismo y un abogado en ciernes que abandonó de golpe sus espartanas rutinas de entrenamiento, su vida de monje en Cieza, “cuatro años con mi pareja a distancia”, por los libros, sus carreritas sin reloj y sus pinitos con el crossfit, del que dan fe las heridas en la palma de su mano.

A lo largo de las casi dos horas de encuentro con Álvaro en las instalaciones deportivas de la Universidad Complutense de Madrid nadie se le acerca a pedir un autógrafo o un selfie. No hace ni dos meses que copó portadas con su oro olímpico en el relevo mixto junto a María Pérez, pero pasa desapercibido y le gusta. En un momento de la entrevista se le cuestiona por cómo le gustaría ser recordado. “Es que yo no quiero que se acuerden de mi nombre, sino del ejemplo. Que digan ‘ya me acuerdo de uno que consiguió lo máximo con el deporte y a la vez con los estudios'”.

Ese ‘uno’ creció en Llerena, un pequeño pueblo de 6.000 habitantes, rodeado del ejemplo académico familiar (“en mi casa yo soy el más tonto. Mi hermana mayor es ingeniera química, la pequeña es ingeniera aeronáutica, mi padre es ingeniero agrícola y como hobbie se sacó Psicología y mi madre es veterinaria…) y que nunca fue un empollón -“el instituto lo pasé raspado, un director le dijo a mi madre que su hijo lo de estudiar… nada”- ha sido y quiere ser mucho más. Un atleta sin mordaza también, un amante de las causas perdidas al que no le asusta hablar ni de política.

¿No es un poco radical lo de retirarse en el mejor momento de su carrera?
Es un poco raro sí. Pero lo tenía claro desde hace uno año, cuando me confirmaron que estaba seleccionado para entrar en Garrigues. Por la dificultad que entraña, con toda la gente que se presenta y las pocas plazas que hay, y la dedicación y exclusividad que requiere, no iba a poder entrenar al alto nivel. Y qué sentido tiene que me presente a un Mundial para, por ejemplo, quedar entre los 10 primeros, sabiendo que tengo potencial para ganar. Me he tomado este año para ir despidiéndome poco a poco del atletismo. Y en silencio, porque sólo lo sabían mi entrenador y mi pareja. Ha sido como un luto y el día que lo anuncié sentí un alivio.
¿Qué le dijo María Pérez?
Al principio no se lo tomó bien, se enfadó. Cuando estaba comunicando la decisión en el Teatro Romano de Mérida y ella se emocionó para mi fue muy duro, porque hemos crecido juntos. Hemos vivido grandes cosas a la vez, la primera vez que fuimos campeones de Europa, del mundo, el oro olímpico juntos. Y también cosas duras, como el cuarto puesto en Tokio. Va a conseguir otra pareja de baile también muy buena, así que no se tiene que preocupar.

María Pérez y Álvaro Martín, con el oro en los Juegos de París.EFE

Lo vivido en los Juegos de París le quedará siempre.
Fue muy bonito. Con lo que sabía… Después del bronce, me quedaba mi última carrera como profesional y fue un colofón. Justo antes de salir me acerqué a mi entrenador intentando no llorar y le dije: ‘Jose [Antonio Carrillo], el último baile’. El hombre se quedó un poco pillado. Pero eso no me iba a despistar, iba a ir a muerte. En mi último segmento del relevo, hay un momento en el que Pintado, que había sido campeón olímpico, me deja atrás. Era el último kilómetro y medio de mi carrera deportiva, iba muerto, me dije: ‘Hay que dejarse la piel’. Le pasé y le pude dejar a María esa ventaja.
Después de Tokio llegó a pensar que quizá el talento no le daba para ganar una medalla olímpica.
Estaba volviendo en el avión, 14 horas, y pensaba: ‘¿Y si éste era el tren para ganar la medalla olímpica, se me ha escapado y no va a volver?’. Mi rabia es que no sabía qué más tenía que hacer para mejorar. Pero gracias a estar en el pozo, hundido, he hechos los mejores años de mi carrera. Ser cuarto no es un mal resultado, pero ese mazazo me ha traído todo lo bueno.
¿Por qué estudió Ciencias Políticas?
Me encanta la politología. No ejercer como político, pero sí estudiar todo lo que lo rodea. Me lo pasé genial. En la Facultad de Somosaguas estaba surgiendo Podemos, muchos de mis profesores estaban dentro del partido. A parte de lo teórico, lo estábamos viendo en la práctica. Te gustará o te disgustará, pero teníamos algo práctico delante. No era leerte un tochaco. Fue muy emocionante.
Ha tenido ofertas para entrar en partidos.
Me han ofrecido de todos los espectros políticos entrar en listas, para la Asamblea de Extremadura. Pero no me ha llamado la atención. Ahora mismo esa puerta está muy cerrada. Dentro de 15 años… no sé. Me quiero dedicar a la abogacía. Pero ojo, política hacemos todos. Yo hago política, me meto en asociaciones. La OSCED, por ejemplo, para defender la lengua extremeña.

Álvaro Martín, en la pista de ceniza de la Universidad Complutense.SERGIO GONZÁLEZ VALEROMUNDO

La polarización política te ha tocado en primera persona con las acusaciones de Ibarra.
Mucha gente me dice, ‘eres muy valiente, pero a lo mejor no te compensa’. ¿Por temer a alguien no voy a decir aquello que creo que es justo? No me gusta la crispación, todo puede llegar a ser politizado. Lo vimos en el Eurocopa con la selección. Si hacía algo era de izquierdas, si hacía lo otro era de derechas. ¡Pero si están jugando al fútbol! ¿Lamine Yamal está pensando es que es un referente para la izquierda? Pues yo creo que no, que está jugando lo mejor que puede y ya está. Como deportista y ciudadano no me gusta que las siglas del partido pesen más que intentar llegar a un acuerdo con otro. Yo soy del PP, tú del PSOE, nos sentamos aquí sin conocernos y sin decirnos de qué partido somos y a lo mejor llegamos a un acuerdo. Si lo sabemos, se cierra cualquier puerta. Eso da rabia. ¿Cómo van a llegar a acuerdos si cada uno está luchando en su trinchera, en su guerra particular? Hay aspectos en que las disputas son más de niños chicos, que no están a la altura.
¿Cómo extremeño, cómo ve el problema territorial?
Es complejo. Entiendo que las comunidades autónomas compitan entre ellas. Si quieren atraer inversores o grandes empresas, Madrid competirá con Barcelona o Valencia. Lo que no se puede hacer, y voy al tópico, es lo del tren extremeño. Que no es tanto de inversión, es un derecho. No puede ser que España, que es potencia a nivel mundial en temas ferroviarios, tenga a una de sus regiones olvidadas. Nos hemos acostumbrado a un tren parado en verano con 40 grados o trenes de diésel. Que sólo pasa en nuestra tierra. Cómo nos vamos a callar. Igual que en Soria piden una autovía o en Teruel infraestructuras. Por supuesto. Es intentar equilibrar. No tiene sentido que unas comunidades estén muy por arriba y otras muy por abajo. Cuanto más igualitarias, más crecerá el país.
¿Por qué los deportistas no hablan de política?
Muy sencillo. Los patrocinadores, cuando firmas un contrato, te dicen: ‘Cuidado con lo que pones en las redes sociales o con lo que dices’. De entrada te avisan de que eso es motivo de la rescisión del contrato. Una vez tuvimos un taller de redes y nos decían: ‘si queréis defender causas sociales, que sea la paz en el mundo o que acabe el hambre’. Eso está muy bien, pero si van a abrir un refinería al lado de mi casa, no puedo defender eso. Tú eres un producto, pero yo no soy sólo deportista. Obligarte a no mostrar ciertas opiniones, también es política.

Álvaro Martín posa para EL MUNDO.SERGIO GONZÁLEZ VALEROMUNDO

Pero para los deportistas minoritarios, las redes son una fuente de ingresos importante…
Así es, si quieres tener patrocinadores no puedes desviarte de esta línea y eso va a repercutir económicamente. Pero yo siempre he podido decir lo que quería y por eso me he metido en esos fregados. Y también se pueden decir las cosas de forma educada, sin faltar al respeto. Si no estás de acuerdo, por ejemplo, con la Guerra de Israel, no tienes que decir que todos los judíos son unos genocidas.
¿Qué causa te gustaría defender como abogado?
Estoy muy implicado en el tema de la agencia antidopaje. No sólo es una vergüenza a nivel nacional, empieza a serlo internacional. No puede ser que por una cuestión de procedimiento se nos están escapando varios positivos que pueden estar compitiendo. Es un desastre. Y pienso en mí mismo. Alguien puede pensar: ‘Álvaro va dopado’. Si mi agencia funciona correctamente y muestra la mayor transparencia posible, desaparecen esas nubes de dudas.
¿Ser como eres te ha traído muchas enemistades?
Me he metido en muchos líos. Y resulta violento. Puedo tener buena relación con una persona, pero si por una situación tenemos que enfrentarnos… Con el tema de la agencia antidopaje, tener que discutir entre los deportistas es desagradable. Porque muchos son amigos míos. Pero siempre he entendido que era el peaje a pagar. Me he hecho pocas enemistades, pero alguna muy importantedepord.

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