No hace tanto, hace muy poco, veíamos a Rafael Nadal percutir con su golpe liftado de derecha sobre el revés a una mano de Roger Federer mientras el suizo trataba de encontrar soluciones para salir del rincón. Sucedía en cada uno de sus enfrentamientos, en un clásico que deleitó a los aficionados durante más de tres lustros. El clásico que ahora vivimos y disfrutamos es diferente. No hay lagunas ni en Carlos Alcaraz ni en Jannik Sinner, quienes, juntos, cada uno con sus virtudes, están escribiendo nuevos capítulos en la historia del tenis.
Sinner reparte muy bien todos sus golpes y Alcaraz se saca conejos de la chistera, pero ambos, perfectos conocedores del adversario, deciden con mimo, cada uno a su manera, cuándo y cómo hacer más daño a su oponente.
El ejemplo muy reciente de Roland Garros demostró que cualquier detalle puede llevarte al borde del abismo u ofrecerte la posibilidad de un aparentemente improbable regreso. La herencia de aquella apasionante final estará presente en la memoria de ambos. Sinner llevará París tatuado en alguna parte de su cabeza, pero tampoco Alcaraz habrá olvidado la exigencia a la que se vio sometido, las más de cinco horas que tuvo que sudar para salir victorioso.
Años atrás, sobre la hierba, cobraban una importancia capital el saque y la volea. Ahora, sin obviar la revalorización de ambos golpes en esta superficie, jugadores como ellos exhiben también sus capacidades en el resto y cuentan con un nivel técnico, táctico y mental que elude la simplificación de sus confrontaciones.
Alcaraz se presenta mejor en la final y ha atravesado un camino más difícil, desde que en la primera ronda se topó con el talento inclasificable del veterano Fabio Fognini. Sinner, con algún problema físico en aquel partido, vio cómo se le retiraba Grigor Dimitrov en octavos de final cuando le dominaba por dos sets a cero y se encontró con un Novak Djokovic muy desgastado en su encuentro de semifinales.
Si Carlos consigue manejar con criterio su inmensa variedad de golpes a lo largo de todo el partido cuenta con ventaja y obligará una vez más a su rival a estar en constante estado de alerta. Es ahora, en las rondas finales, cuando la exigencia es máxima, cuando el español saca mayor provecho de su creatividad. Cuenta con menos alternativas para cerrar las jugadas y menos posibilidades de confundirse. Entonces, con la recompensa a tiro, su tenis alcanza su máxima y más certera expresión.
«Intenta pegar todo lo duro que puedas», reclamaba este jueves el entrenador, Juan Carlos Ferrero, y, al otro lado de la pista, Álvaro Alcaraz, en labores de sparring, se dejaba el físico. Debía ser Jannik Sinner, el rival de su hermano Carlos este viernes en semifinales de Roland Garros (14.30 horas, Eurosport), como antes fue Stefanos Tsitsipas, Félix Auger-Aliassime o Sebastian Korda. «Venga, al mejor de tres», retaba Ferrero a los hermanos e
Hazte Premium desde 1€ el primer mes
Aprovecha esta oferta por tiempo limitado y accede a todo el contenido web
Con la concluyente victoria de este viernes frente al kazajo Alexander Shevchenko son 12 las logradas de forma consecutiva por Carlos Alcaraz en el Masters de Madrid, donde no pierde desde el 5 de mayo de 2021, cuando, en el día de su decimoctavo cumpleaños, siendo todavía un proyecto de estrella, cayó 6-1, 6-2 ante Rafael Nadal.
El hoy número tres del mundo, ya al galope en la élite del tenis, campeón de Wimbledon y del Abierto de Estados Unidos, con tres etapas en el primer puesto de la ATP (Asociación de Tenistas Profesionales), mantiene su idilio con la Caja Mágica y este domingo buscará los octavos de final frente al brasileño Thiago Seyboth Wild. Aquel encuentro ante Nadal fue, de hecho, el único que ha perdido en estas pistas.
Antes, en su debut, superó a Adrian Mannarino. Después, en la secuencia de triunfos establecida en las tres últimas ediciones, ha dejado atrás a Nikoloz Basilashvili, Cameron Norrie, Nadal, Novak Djokovic, Alexander Zverev (en dos ocasiones), Emil Ruusuvuori, Grigor Dimitrov, Karen Khachanov, Borna Coric,Jan-Lennard Struff y el referido Shevchenko. Tenistas de toda clase y condición, con el punto álgido en 2022, cuando liquidó de foma consecutiva a Nadal y Djokovic para ruborizar en la final a Zverev, 6-3 y 6-1, han comprobado cómo se las gasta el murciano en su escenario favorito, donde aspira a convertirse en el primer jugador que gana tres títulos consecutivos.
Es también bicampeón del Conde de Godó, torneo del que este año hubo de ausentarse por la lesión en el antebrazo derecho de la que aún se protege con una malla compresora, y de Indian Wells, donde revalidó el título hace pocas semanas, pero en ninguna competición presenta los registros de la capital.
El Godó e Indian Wells
En Barcelona perdió de entrada ante Pedro Sousa, en 2019, y Frances Tiafoe, dos años después. En el desierto californiano, cayó en su debut, contra Andy Murray, en 2021, y frente a Nadal, en las semifinales, un curso más tarde.
«La altura me va bien. He jugado aquí desde pequeñito y siempre me he sentido a gusto. Estoy cada vez más cómodo. La altura favorece mi juego. Y además, estar en casa te da un plus de energía, con el apoyo de los aficionados y al lado de mi familia y de mis amigos», explicó en la conferencia de prensa posterior al partido, en la que se confesó satisfecho con sus prestaciones y con el rendimiento físico, sobre todo por no sentir molestias en la zona comprometida de su cuerpo, molestias que pusieron en duda su participación casi hasta última hora.
«Decidí que iba a jugar ayer [por el jueves], después de hacer un set de entrenamiento con Daniil Medvedev. Después de comunicar que no participaría en el Conde de Godó estuve una semana sin coger la raqueta. Y vine aquí sin tener claro si podría jugar».
La evolución es buena, pero su continuidad en el torneo dependerá de que siga siéndolo. El segundo cabeza de serie, que afirmó antes del inicio de la competición que se conformaría con disputar tres o cuatro encuentros, reafirmó que ante la más mínima molestia se detendrá: "A la mínima [de dolor], dudo que pueda seguir". El día 8 comienza el Masters 1000 de Roma y el 26 se inicia Roland Garros, el gran objetivo de la estación de arcilla, para el que tratará de encontrarse en plenitud.
Tras la durísima derrota de Roland Garros, Jannik Sinner concretó en Wimbledon su revancha ante Carlos Alcaraz. el italiano admitió que la clave de su éxito se había dilucidado a nivel emocional, dado que había sufrido una derrota "muy dura en París". "Sobre todo gracias por ser el jugador que eres. Es muy difícil jugar contra ti, pero tenemos, como dijiste, una relación increíble también fuera de la pista. Así que sigue adelante, sigue esforzándote", agradeció Sinner al español.
Ante la orgullosa mirada de sus padres y su equipo técnico, capitaneado por Darren Cahill, el tenista de San Cándido, se permitió alguna broma ante los micrófonos. "Un agradecimiento especial a mi hermano, que está aquí porque no hay Fórmula 1", lanzó en relación a su célebre ausencia en la final de París, por motivo de un viaje a las carreras.
"Me siento muy feliz de haber controlado los nervios y sí, es una sensación increíble", admitió el campeón, en referencia al último juego, donde sí pudo dominar la tensión, a diferencia de lo sucedido en Roland Garros, donde desperdició varios match balls. "Intentamos aceptar la derrota y luego seguimos trabajando, y esta es sin duda una de las razones por las que tengo este trofeo aquí. Me siento muy agradecido de estar sano y de tener gente estupenda a mi alrededor, que es lo más importante", aseguró el campeón.
Alcaraz, por su parte, se mostró muy cortés con el vencedor. "Es difícil perder, felicitar a Jannik por esta merecida victoria. Muy contento por ti. Eres tan buen rival dentro como fuera de la pista", apuntó el campeón de cinco majors. De este modo se cerró en la Central una jornada de tenis que había comenzado casi cuatro horas antes.
Champán con pajitas metálicas
A las doce del mediodía - que en Reino Unido es casi la hora de comer - el All England Lawn Tennis and Croquet Club parece una versión sofisticada de los Sanfermines. Hace calor, hay un tomo de fiesta (pero, obviamente, sin desmadre) y, en vez de kalimotxo en vasos de plástico que contaminan los océanos, hay champán servido con pajitas metálicas que no corren el peligro de acabar metiéndose en la nariz de ninguna tortuga marina.
El público es también una versión elegante de una fiesta popular. Están los fanáticos del tenis, que han dormido en tiendas de campaña a la entrada del Club, con la esperanza de pillar entrada. Están los aficionados, que en muchos casos han obtenido sus entradas en sorteos y rifas y que, aun así, han pagado precios que oscilan entre más de 70 y cerca de 500 libras (de 80 y pico a casi 600 euros), y que combinan sus afición por el deporte con la certeza de que van a ver en carne y hueso a alguna celebridad.
Y, por supuesto, está la élite, formada por diversas especies de ricos, poderosos y famosos. Hacerse miembro del Club de Tenis cuesta, dicen, entre 10.000 y 20.000 libras (de 11.500 a 23.000 euros), pero el principal obstáculo es que solo se puede acceder a él por invitación. Los socios del Club tienen pases para todos los partidos, lo que, también según la rumorología, da pie a la picaresca de la reventa. Este año, dicen, se han llegado a pagar precios de 20.000 libras por un asiento.
Kate Middleton y su hija Charlotte, durante la final.AFP
Por haber, hay hasta sitio para la politización. En una de las entradas del Club, cuatro activistas - tres ancianos y una chica con atuendo musulmán - protestan contra el papel del patrocinador de Wimbledon, el gigante de la banca británica Barclays, en la financiación de la guerra de Gaza. Son miembros de la Campaña de Solidaridad con Palestina. La chica, que lleva la voz cantante, tiene experiencia en ponerse frente al Club a protestar. "Este año la gente está respondiendo de manera más positiva que en el pasado, tal vez por lo que estamos viendo en Gaza", explica.
Es una protesta que encaja en el estereotipo británico tanto como la misma idea de Wimbledon. Los tres jubilados están sentados en sillas plegables. Absolutamente nadie parece hacerles caso, al menos durante el tiempo en que este periodista está con ellos. La chica, que es originaria de Cachemira -otro conflicto irresoluble, éste por un territorio que se disputan india y Pakistán y en el que también una parte de la población quiere la independencia- se niega primero a dar su nombre. Finalmente accede. Se llama Aisha, y se niega a dar la mano al periodista. Cuando éste le pregunta por qué, responde, "no doy la mano a los hombres. Eso no tiene nada que ver con Palestina".
14 libras a la hora
Pero las guerras, la pobreza o la realidad no se quedan a las puertas del All England Lawn Tennis and Croquet Club. Es cierto que dentro va a estar la realeza británica. El palco de honor va a contar con la presencia de Guilllermo y Kate Middleton. Tres filas por detrás se sentará Anna Wintour (casi una presencia permanente en el torneo), Keira Knightley o Hugh Grant, que en esta ocasión no va a quedarse dormido. El Rey Felipe VI estará en la misma fila que los herederos de la Monarquía británica acompañado por el embajador de España en Londres, José Pascual Marco. Y una cascada de celebridades menores, que los comunes de los mortales tratarán de divisar, lo que en ocasiones dará pie a situaciones casi irónicas, como cuando un grupo de asistentes y varias empleadas se concentraron bajo uno de los palcos exteriores de la parte exterior de la Pista Central para ver cómo comía la hija del cantante y batería de rock Phil Collins, Lily Collins, que ha alcanzado fama mundial por su papel protagonista Emily in Paris. Detrás de ella, algunos vieron al cantante Seal, ex marido de la top model Heidi Klum.
Algunos acaso hubieran visto algo irónico en los empleados del torneo, que cobran 14 libras (16 euros) a la hora por trabajar entre 9 y 12 horas diarias con derecho, respectivamente, a 45 minutos y una hora y media de descanso, para ver a la nepo baby por excelencia, Lily Collins. Pero al fin y al cabo esto es Wimbledon. Es un acontecimiento deportivo, desde luego. Pero, también, un evento social capaz de reventarle el algoritmo a la red social más sofisticada con su colección de celebrities. Unos Sanfermines para todos: pobres, clase media, y ricos.