Tengo la maleta preparada para ir a los Emiratos a comentar para Movistar+ la Final Four de la Euroliga, mi quinta consecutiva. Poco abrigo y mucha bermuda, pese a que no estará TJ Shorts, el gran animador de la temporada. Tampoco el Real Madrid ni el Barça, marcas potentísimas del basket continental que no han tenido buena temporada en Europa.
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Todos apuntan a las viabilidades económicas de las competiciones en Europa, gran tema de crítica. El aficionado quiere competitividad y el formato es tan duro que pocas ligas profesionales en el mundo tienen tres modelos en uno (liga regular, playoff y F4). Los presupuestos más altos de la historia se la juegan a un partido: Panathinaikos, Olympiacos, Fenerbahçe y Mónaco. Un nivel de inversión alto y capacidad de adaptación fichando y poniendo más dinero en mitad de temporada, con éxito: Theis, Gabriel, Mcollum, Bango, Saben Lee son nombres que llegaron tras las lesiones en esos cuatro clubes. Imprescindible reaccionar a tiempo.
No les hablen a estos dueños de rentabilidad, sostenibilidad o KPI (y otros índices para medir desempeño), eso ya lo exigen en sus empresas principales, de donde sale el maná. Todo lo que no sea levantar el trofeo es un fracaso. Conseguirlo es obligatorio para los que vuelan a Abu Dabi. Que no es Dubai, otro emirato que verán en Euroliga próximamente. Ya juegan la Liga Adriática. No tienen que entenderlo, ya hay dos equipos asiáticos en Euroliga hace décadas: Maccabi y Fenerbahçe.
Con turcos y griegos en la ecuación se aseguran los llenos en el Etihad Arena. Lo que no es seguro es si volarán los cachis de cerveza como en Berlín. El precio del alcohol allí es prohibitivo para quién guste. Diría con moderación pero si se da un Pana-Oly en la final (sería inédita) nada lo será. Ni las críticas a los arbitrajes por parte del perdedor (dos buenos colegiados españoles en el evento: Emilio Pérez y Carlos Peruga), ni la celebración del ganador, ni la tensión, puesto que sería el derbi eterno griego más grande de la historia en la época de la gran escalada presupuestaria que ambos lideran.
No olviden a Jasikevicius y a Spanoulis. Leyandazas entrenando a Fener y al hormonado Monaco, un equipo medianito hace cinco años, ahora candidato por impulso de los fertilizantes, cereales y azufre de su dueño. Esperemos que ese elemento químico y las crónicas periodísticas sean lo único que se refiera al infierno. Que no haya incidentes y que el nivel técnico y táctico del baloncesto europeo reinen en paz.
La vieja Europa se juega su campeón fuera del continente, un mundo globalizado como las plantillas de todos los equipos. Te puede gustar poco o mucho pero serán partidos de una intensidad máxima. ¿Seguirá gobernando la agenda mediática de Ataman?