Ernesto Valverde no podía dejar de trabajar la mañana del 7 de mayo de 2019, horas antes de que el Barcelona tuviera que defender un 3-0 en Anfield que le dejaba a un paso de la final de la Champions. Estaba solo en su habitación del hotel Hilton de Liverpool. Revisaba imágenes. Las cortaba y las recomponía. Pero no tenía suficiente. Debía seguir buscando, como si tratara de cazar el encuadre de una fotografía imposible. Combatía por esquivar un destino que él mismo ya había visto en las caras de sus futbolistas. Y del que el entorno no era consciente. Su equipo cayó 4-0, quedando anudada aquella caída con la sufrida un año antes en Roma (3-0). Fueron las dos únicas derrotas de Valverde en 28 partidos de Champions. Qué más da. En el fútbol no se admite el fracaso.
Valverde nunca trató de defenderse. Siempre rechazó la propaganda. Y tampoco cambió su actitud con los jugadores. Algunos de ellos ya habían hablado por teléfono con Xavi Hernández, sin reparar en que quien acabaría llegando sería Quique Setién. Antes, eso sí, Valverde tuvo que vivir un despido en diferido. Y rocambolesco.
Fue tras una Supercopa de España que el Barça debía haber jugado contra el Valencia de Celades, pero que, tras la intermediación de uno de sus jugadores, Gerard Piqué, acabó en Arabia Saudí. Aquel torneo se lo llevó el Real Madrid. Y una derrota frente al Atlético, el rival en semifinales, y pese a protagonizar los azulgrana un excelente partido, desencadenó la condena. Eric Abidal y Òscar Grau fueron cazados en Qatar para encontrarse con la negativa de Xavi. Y Valverde, la noche antes de su despido, ejecutado el 13 de enero de 2020 y con el Barcelona líder de una Liga que no ha vuelto a ganar, ya sólo quiso que aquel despropósito acabara.
“Ayuda a crecer a todos los niveles”
Las fuentes consultadas para la confección de este reportaje coinciden en un mismo punto. Valverde acabó exhausto. Le costaba descifrar el escaso sentido común que canibaliza el fútbol, y necesitó parar. Alejarse. Sin traumas, eso sí. Sin sufrir los tormentos propios del entrenador que se queda sin trabajo. Podría dedicar su tiempo a esa vida que el fútbol tantas veces niega al profesional.
Así que volvió a Bilbao junto a su mujer y sus tres hijos. Allí pudo esforzarse más con la bicicleta, sobre la que trataba de desconectar en su etapa en el Barcelona, siempre semi-oculto bajo una gorra. También se reencontró con esa cámara de fotos que aprendió a manejar en el IEFC de Barcelona durante su etapa como jugador del Espanyol, y con la que trató de captar al hincha del fútbol desde ese lado en el que nadie repara. Desde la perspectiva del entrenador, quien un día es aplaudido, y el otro repudiado. Pudo incluso rasgar las cuerdas de su guitarra. Dos años y medio de descompresión que explican el presente.
Durante ese tiempo de parón voluntario, Valverde, además de publicar Frontera, su segundo libro de fotografías (en 2012 se editó Medio Tiempo), expuso una colección de fotografías bajo el título Beste Aldea (“El otro lado”). Galder Reguera, responsable de Proyecto en la Fundación del Athletic Club, no dudó en acogerla. “Es un lujo tener como entrenador a alguien que considera la cultura como una parte fundamental del desarrollo de las personas, que tiene una mirada tan amplia. Es uno de los secretos de su éxito, que ayuda a crecer a todos los niveles a todos los que estamos a su alrededor: jugadores, empleados y técnicos”, se congratula el también escritor y figura referencial en el cruce de caminos entre el fútbol y la cultura. Valverde se desvive por la fotografía social, la de figuras internacionales como el japonés Daido Moriyama y el sueco Anders Petersen, pero no puede separarse de lo cercano, de Ricky Dávila, Alberto García-Alix o Vari Caramés.
Antes de acabar su periplo en el Olympiacos, donde aún le tratan como un dios terrenal, Valverde pudo exponer algunas de aquellas fotos. El presidente del club del Pireo le compró varias. No dijo nada, pero el dinero fue para los comedores sociales de Atenas.
En su tiempo sabático, Valverde sólo se ilusionó dos veces con volver a entrenar a un equipo. Tuvo una reunión por videoconferencia con el Manchester United justo después del despido de Solskjaer, coincidiendo con la visita de los red devils a Villarreal en noviembre de 2021. A Valverde le hubiera encantado entrenar en Old Trafford durante seis meses, pero el escogido fue Ralf Rangnick. También el Leeds se acercó a él antes de que Marcelo Bielsa fuera despedido. Los senderos del fútbol son retorcidos. A Valverde le gustaba la propuesta, pero no llegó a buen puerto.
El regreso al Athletic, en cualquier caso, estaba en su cabeza. El reto de iniciar su tercera etapa en el banquillo le motivaba. Antes de las últimas elecciones presidenciales, el joven emprendedor Jon Uriarte le pidió volver a San Mamés. No le exigió exclusividad, así que Ricardo Barkala también se apuntó. El otro candidato, Iñaki Arechabaleta, apostó por Marcelo Bielsa. Valverde se comprometió a sentarse a negociar una vez acabados los comicios y, tras el triunfo de Uriarte, acabó firmando por un solo año. El club tendrá que tratar su renovación a partir de enero de 2023.
Me encantaría que fuera él quien rompiera el récord que tengo yo con las dos Ligas del Athletic
“Yo me volqué al máximo para que Ernesto volviera al Athletic y no lo hiciera Bielsa. ¿Por qué? Bielsa no es entrenador para el Athletic. Estuvo dos años y no hizo nada. Estuvimos a punto de bajar”. Quien habla es Javier Clemente, rebasado precisamente por Valverde como el entrenador con más partidos dirigidos en el Athletic (317 por los 289 del técnico de Barakaldo). “A mí para nada me molesta que me haya superado. Me alegra mucho, además, que haya sido Ernesto. Le tuve de jugador en el Espanyol, fui yo quien lo llevó a Primera, después fui yo también quien le dejó ir al Barça como futbolista. Y me alegra que triunfe. Entrena al equipo que yo quiero. Ojalá Ernesto gane dos Ligas como las que yo gané. Me encantaría que fuera él quien consiguiera romper el récord que tengo yo”, se extiende Clemente, con el “yo” como coletilla. Apodó Txingurri (“hormiga”) a Valverde, como un barquito que tenía entonces. “No le pregunté si le gustaba el apodo, pero era bonito. Como el barco, él era pequeñito. Aunque más alto que yo”, bromea ahora.
“Valverde está contento. Como hace mucho tiempo que no lo veíamos», dicen quienes le conocen. “Lleva un vestuario en el que todos están con él. Si dice a sus jugadores que vayan de cabeza contra un muro, ellos lo hacen”, inciden.
“Con mucho más poso”
Valverde, además, con mano izquierda, no tuvo problemas en que sus futbolistas continuaran trabajando con José Carrascosa, el psicólogo de la etapa de Marcelino, importante en el trabajo emocional tras las derrotas en las últimas finales de Copa.
“Esta tercera etapa la toma Ernesto con mucho más poso. Es una oportunidad para emplear toda su experiencia, y se está viendo un Athletic que evoluciona muchísimo”, interviene José Mari Amorrortu, presente en varios momentos de la carrera de Valverde y quien le ayudó en la comprensión del juego desde los tiempos en que era el segundo de Jupp Heynckes en San Mamés.
“A Ernesto, lo que le gusta es la esencia del fútbol, el desarrollo del equipo, la evolución de los jugadores. Pero no lo que lo rodea. No es partícipe de ello”, continúa Amorrortu. Clemente responde: “Ha estado dos años y medio sin entrenar porque ha querido descansar. Es un hombre peculiar. Tiene sus aficiones, sus costumbres. Yo no puedo descansar, porque lo que me gusta es entrenar”.
“Es un entrenador muy tranquilo, muy pacífico, listo y astuto. Quien considere que le ha podido pesar que no se haya publicitado más es porque lo ve de manera negativa. Pero su carrera ha sido extraordinaria. En el Barcelona debieron de arrepentirse de la chapuza que hicieron echándole y fichando a Quique Setién. Entre Valverde y Setién hay una diferencia abismal”, dice Clemente, que entra en cólera cuando habla de algunas de las explicaciones que sirvieron para argumentar su despedido en el Camp Nou: “Nadie con dos dedos de frente puede decir que cuando Ernesto estaba en el Barcelona no era ofensivo. Eso es mentira. Otra cosa es que quizá, sobre todo en la Champions, debería haber sido más conservador”.
Cuestionado sobre si le gusta el juego actual del Athletic, Clemente, que es de los que no entrega elogios gratuitos, expone: “Bueno… Hay días que me gusta más y días que me gusta menos. Yo soy forofo del Athletic, y no regalo nada”. Finalmente, tras hacerse el remolón, concede: “Pero sí, creo que este año está jugando bien”.
Valverde, mientras, insiste en ese porte tranquilo, tan extraño en un fútbol que exige histeria, artificio y pose. Amorrortu concluye: “Ernesto tiene sus emociones. Pero no las manifiesta. Por dentro, como todos, tiene sus demonios”.