Un gol en propia puerta. Francia no necesitó nada más, ni hizo nada más, para debutar con victoria en la Eurocopa. El austriaco Wober se metió un balón en su portería tras un centro de Mbappé y Deschamps cumplió con su rancio, mínimo y simple deseo: ganar, algo que con la plantilla que dirige debería ser mucho más fácil. El técnico agitó los puños con rabia en el banquillo cuando sonó el pitido final y acabó el sufrimiento de su equipo, superado por Austria durante gran parte del duelo.
Pero el sufrimiento puede prolongarse en lo que queda de Eurocopa, toda vez que un choque fortuito entre la estrella gala y el central Danso terminó con un golpe en la nariz de Mbappé que le obligó a abandonar el terreno de juego. El propio seleccionador aseguró al término del partido que el futbolista podría haber sufrido una rotura, algo que luego se confirmó con el jugador camino del hospital de Dusseldorf para ser operado de urgencia.
En Dusseldorf, el técnico insistió con Rabiot, que ahora en la Juventus, y con Kanté, que juega desde el pasado verano en el Al-Ittihad saudí, como si el último lustro no hubiera avanzado, y sentó a Tchouaméni y a Camavinga. Uno puede entender los gustos del seleccionador galo, pero la realidad de la primera parte que se vio en el Esprit Arena no fue lo que Dédé se imaginaba. O sí.
En Francia repiten desde hace años que Deschamps no quiere el balón, que prefiere esperar a su rival, se llame Austria o se llame Alemania. Da igual. No quiere la pelota. Quizás porque esa plantilla a la que denominan la mejor del mundo tiene de todo menos un organizador. No lo es Tchouaméni, tampoco Camavinga, mucho menos Kanté o Rabiot. Por eso no le queda más remedio que convertir a Griezmann en centrocampista y jugar con cuatro delanteros, con Dembélé, Mbappé y Thuram arriba. Suena a alineación ofensiva, pero falta sentido.
Austria, por su parte, sí quiso el balón. Asumió la posesión y los riesgos de darle la cara al partido, dejando su espalda libre para las deseadas arrancadas de los velocistas franceses. En ese dominio austríaco, la solución de Deschamps fue la banda izquierda de Theo Hernández y de Mbappé. Un correcalles.
En el 8, el reciente fichaje del Madrid tuvo el 0-1 tras recoger un balón al espacio y encarar a Pentz. Buscó el primer palo, pero falló. Definió mordido y el portero desvió el intento a córner. Hubiera sido la situación soñada por Deschamps.
La ocasión no empujó a Francia a buscar más, la relajó. Se encerró en dos líneas de cuatro y entregó el balón a su rival, que no lo rechazó. El equipo de Ralf Rangnick, ideólogo de la factoría futbolística de Red Bull, mimó la pelota y se encontró con las mejores opciones del primer tramo. Francia sólo quiso correr, no dio ni tres pases seguidos y confió en el talento individual, con una contra mal finalizada por Griezmann como gran intento. Todo demasiado rancio.
En los últimos minutos de la primera parte el encuentro se aceleró. El exceso de pasotismo galo concluyó en una ocasión clarísima para el austríaco Baumgartner. Los de Rangnick enlazaron una buena contra en el lado izquierdo, donde el gigante Gregoritsch puso un buen centro que Laimer dejó al primer toque para la llegada de Baumgartner que el del Leipzig no aprovechó ante Maignan.
El fútbol suele castigar los fallos de un equipo teóricamente pequeño ante uno grande y en Dusseldorf hizo pagar a Austria sus errores. Dos minutos después, Mbappé se inventó una bicicleta en el lateral y puso un centro que Wober, sin querer, metió en su propia portería.
El descanso le entregó a Francia una ventaja injusta pero efectiva para mantener el plan de Deschamps, que no es otro que conseguir que pasen pocas cosas en el partido. Apenas un tiro a puerta de Austria y uno suyo para ir por delante. Tres puntos. Suficiente.
Francia no sentencia
Tras el intermedio no cambió el guion de los equipos, pero sí el oxígeno de los austríacos. En el 54, Mbappé le ganó la carrera a los dos centrales y se plantó sólo ante Pentz. Parecía gol seguro, pero el galo disparó incomprensiblemente fuera.
Rangnick decidió hacer cambios para ganar piernas, pero perdió ritmo y calidad y Francia, con mucho más músculo, perdonó el segundo. Kanté y Camavinga comenzaron a barrer balones sin parar. En el 66, Griezmann no llegó a un pase de la muerte de Theo y Pentz detuvo un disparo escorado de Thuram.
El tiempo añadido fue agónico para Francia, que no sentenció y sufrió ante el empuje austriaco, pero se llevó sus primeros tres puntos.