El pívot español firma un contrato de ‘dos vías’ para jugar entre la NBA y la G-League
Garuba machacando el aro con España.MariscalEFE
El pívot español Usman Garuba acordó este viernes su fichaje por los Golden State Warriors tras dejar este verano a los Houston Rockets y convertirse en agente libre.
Garuba alcanzó un acuerdo con los Warriors de Steve Kerr para un contrato de ‘dos vías’ (two way contract, en inglés), por lo que dividirá su tiempo entre la franquicia de la Bahía y la liga de desarrollo G League, adelanta el portal ‘The Athletic’.
El pívot, nacido en Madrid hace 21 años, acaba de disputar el Mundial de baloncesto con España del que fueron eliminados en la fase de grupos.
Crecido en el Real Madrid, Garuba fue elegido en la posición 23 de la primera ronda del ‘draft’ de 2021 por los Houston Rockets, pero no ha tenido protagonismo en la franquicia texana.
El año pasado promedió 2,8 puntos y 3,9 rebotes con los Rockets, a los que dejó al acabar la temporada. En los Warriors, compartirá el vestuario con estrellas como Steph Curry y Klay Thompson.
La temporada del Real Madrid está siendo un tobogán con demasiados descensos. Y no es costumbre. «Este escudo, esta camiseta, no te permite ir perdiendo tantos partidos», admitía Alberto Abalde hace unos días en este periódico, esperanzado sin embargo en que la Copa fuera el punto de inflexión de otras veces. Pero lo que parecía diseñado para ser el comienzo del despegue ha acabado resultando el peor de los desengaños.
Restaban más de cinco minutos cuando Juan Carlos Sánchez, un manojo de nervios en el túnel que conducía a las entrañas del Gran Canaria Arena, tiró la toalla. No recordaba el directivo encargado de la sección de baloncesto blanca a su equipo barrido de tal forma en una final. Ante un rival completamente hechizado en los últimos tiempos, sí, pero que no deja de ser inferior en presupuesto y experiencia competitiva. Lo ocurrido en la final de Copa confirma una sospecha, los blancos no son lo que eran. Y mucho se van a tener que poner las pilas de aquí a final de temporada para que esto no sea el principio del fin de una era.
Están los resultados y luego están las sensaciones. El Madrid ha perdido los dos títulos en juego en lo que va de curso, Supercopa y Copa, ambos ante el Unicaja. Recuperó el liderato de la ACB recientemente, pero su paso por la Euroliga está siendo un calvario. En las ocho jornadas que restan deberá ganar la mayoría de los partidos para no meterse en un buen lío; ser cabeza de serie ya es una quimera y parece abocado al play in. La Final Four se antoja lejos y no hay tiempo que perder: dos terribles exámenes en unos días, el clásico en el Palacio y la visita al campeón Panathinaikos.
Los jugadores del Madrid, tras la derrota en la final de Copa.Ángel Medina G.EFE
Serán pruebas de fuego y quien sabe si Chus Mateo se jugará un puesto que, a principios de diciembre, en la primera crisis, le tuvo más fuera que dentro del equipo. El técnico, que desde el comienzo mantiene un discurso apelando a la «paciencia» y destacando lo mucho que perdió su colectivo con los cambios de este verano («Es un año más complicado que otros y tenemos algún déficit más, pero hay que seguir intentando competir», volvió a pronunciar tras la derrota), tiene su parte de culpa y ahí están los errores en la final, la poca imaginación táctica para contrarrestar el ímpetu malagueño, el empeño en Musa y Hezonja...
El problema, claro está, se arrastra de la planificación. Los fichajes que llegaron no mejoraron a los que se fueron. Especialmente dañino fue el adiós tardío de Gerschon Yabusele rumbo a la NBA, pero se echa de menos el poderío de Vincent Poirier (clave en la Copa pasada del Carpena) como recambio de lujo para Tavares, y, cómo no, la magia de Sergio Rodríguez y la sabiduría competitiva única de Rudy Fernández.
Ni Ibaka, ni Andrés Feliz, ni Garuba ni mucho menos Rathan-Mayes, pese a la «paciencia» pedida, han dado el paso adelante necesario en estos meses. Algunos cumplen, otros ni aparecen y con el canadiense se tiró la toalla hasta desaparecer de las convocatorias. La excusa de los refuerzos tampoco vale, pues recientemente llegaron Dennis Smith Jr. (que tampoco contó para ninguno de los partidos de la Copa) y Bruno Fernando, un pívot cotizadísimo pero al que aún no se ha visto pleno.
Al Madrid, que evidentemente extraña a Gaby Deck, ya no le falta físico ni profundidad de plantilla. Le falta química y buen baloncesto. Ni Campazzo, pese a su empeño en la final, ni Tavares están como en sus momentos de dominio más altos, y los Brates no aportan la consistencia y el liderazgo que se les presume por calidad, contrato, experiencia y responsabilidad. Brillan, pero no parecen hacer ganar al equipo. La final fue sintomática para ambos. Musa, mostrando su desesperante dimisión cada vez que le llega un partido importante: no metió ni una canasta. Y Hezonja, al que durante todo el torneo se le vio tomando las riendas del colectivo, tanto en ascendencia como en juego, traicionado por esa cabeza tan especial: cruzado, fallón (uno de ocho en triples), individualista... Y desaparecido durante la entrega de trofeos.
Tras 20 años, no habrá equipo español en la Final Four de la Euroliga. El Barça estuvo a un pase de Kevin Punter a Willy Hernangómez de conseguirlo, pero el jugador del Bronx equivocó su papel en el baloncesto. No se puede salir siempre en los reelsde Instagram como un héroe. A veces, lo más sencillo es lo realmente genial.
Absolutamente diezmado, el Barça puso al lujoso Mónaco contra las cuerdas. La fiscalidad y el mecenazgo le permitieron a Billy Spanoulis tener una plantilla tan larga que le indujo a un error casi definitivo, mantener toda la serie fuera de la convocatoria a Papagiannis, un griego de 2,20 metros que además mete triples. Mientras, Fall y Hernangómez reboteaban y anotaban a placer. Big Papa terminó siendo el MVP del quinto partido, mientras Jabari Parker firmó una primera parte en -8 de valoración. Los claroscuros de un jugador tan talentoso como impredecible.
Joan Peñarroya sale reforzado de los playoffs, en una temporada europea donde muchos no creían que llegara a enero. Se puede dar un baño táctico al rival incluso perdiendo. Pero el baloncesto actual está tan en manos de los dos-tres jugadores exteriores mejor pagados que los entrenadores van con pies de plomo antes de exigir revoluciones pizarriles o pedir explicaciones.
Sencillo decirlo tras casi dos temporadas, pero Punter y Parker con tanto balón en sus manos y tan pocas ganas de pasarla en diagonal al poste no empastan nada bien con Willy, quien ha sido señalado continuamente sobre sus debilidades pero hasta última hora no le hicieron llegar la bola donde es dominante. Tampoco le pidan ser un jugador agónico, nunca lo fue. Spanoulis aún se está santiguando por lo ortodoxo porque una recepción más de Willy hubiera hecho a Billy fracasar desde el 2-0 y perder el quinto en casa. Lo nunca visto.
Digerir las grasas pesadas de la derrota y del momento que el baloncesto español encara no va a ser sencillo. Francia tiene 14 jugadores en NBA (y los que vienen), España resiste con Aldama. La pericia de Scariolo y sus jugadores ganando el Eurobasket 2022 parece que compraba tiempo. Pero desde entonces a ahora los dineros universitarios esquilman a las canteras principales españolas, igual que el proceso de reclutación de los clubes europeos no deja mucho dinero en Mali, Senegal, Nigeria u otros formadores de talento físico ¿adolescente? que les nutre a ellos. Es una época de muy baja regulación en el tránsito de jugadores futuribles. La inminente Liga Sub22 podría ayudar si hay una inversión que le proporcione estabilidad.
Durante un tiempo hablaremos del lanzamiento de Abalde y del no lanzamiento de Willy. Buenos jugadores internacionales a los que no podemos comparar con la generación anterior, los juniors de oro. Que el recuerdo no nos confunda, que la bilis no asome cuando empiezan a llegar estos tiempos más oscuros. Hay que repensar las expectativas.