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El pívot francés, de 18 años, se siente tan seguro de sus posibilidades que este año ha renunciado a competir al más alto nivel. Tras renunciar al Barcelona se puso en manos del técnico que formó a Nowitzki.
Victor Wembanyama (Nanterre, 2004) parece hecho de agua. El último fenómeno del baloncesto mundial mide 2,20 metros, sus brazos van más allá de los 2,40 y se mueve con una fluidez que hace pensar si la evolución no se habrá saltado un paso. Se habla de ‘unicornio’, ‘extraterrestre’ o ‘alien’, como si para definirlo fuera más preciso lo fantástico que lo humano. Porque a falta de precedente, sólo queda la imaginación.
Wembanyama tiene las dimensiones de Edy Tavares, pero la coordinación y el equilibrio de alguien mucho más pequeño. Arma el tiro con la naturalidad y la ligereza de un alero. Es a partes iguales un capricho genético y el fruto de un refinamiento técnico ajeno a las posiciones. Es un gigante líquido.
Quedan nueve meses para que Wembanyama sea número uno del draft de 2023, pero ya enfoca su carrera hacia la NBA como ninguna promesa europea había hecho. Este año, por ejemplo, ha cambiado el ASVEL, un equipo de Euroliga, por el Metropolitans 92, que ni siquiera disputa competición europea. Menos partidos, más sitio para brillar, y vía libre para hacer un viaje promocional a Estados Unidos con la temporada ya empezada.
Algo más que un ‘unicornio’
Porque si Wembanyama se maneja como si ya estuviera en la NBA, la liga también actúa como si la perla francesa ya fuera suya. Esta semana, la NBA organizó dos partidos cerca de Las Vegas entre el Metropolitans 92 y el G-League Ignite, un equipo probeta de la liga de desarrollo donde juega la otra gran estrella de esta generación, Scoot Henderson. Allí estuvieron como espectadores LeBron James, Anthony Davis, Chris Paul o Devin Booker, dando legitimidad a alguien que ya reconocen como uno de los suyos.
Para casos como este, para gigantes que escapan tan lejos del papel que el baloncesto tenía para ellos, en la NBA está muy extendido el término “unicornio”, una palabra que Kevin Durant usó por primera vez para definir a Kristaps Porzingis. Pero Wembanyama tiene algo que va más allá de esa singularidad.
LeBron ofrece otro término. “En los últimos años parece que todo el mundo es un unicornio. Wembanyama es más bien un alien. Nunca hemos visto alguien tan alto, pero a la vez tan fluido y tan grácil como lo es él en la pista. Es un talento generacional”.
Wembanyama lleva el deporte en los genes. Su madre, Elodie de Fautereau, fue jugadora de baloncesto profesional y su primer contacto con la canasta. También sus abuelos. Pero en su elección pesó tanto el estirón insólito como estos lazos. Antes había practicado judo, fútbol (portero) y hasta atletismo como su padre, Félix Wembanyama, saltador (triple y longitud) de origen angoleño. Él, dice, le enseñó a correr. En todos esos cimientos se explica la fluidez con que se mueve.
El fenómeno Wembanyama ha explotado estos días con el altavoz de la NBA, pero hace mucho tiempo que está en el radar. Con 10 años entró en la cantera del Nanterre y con 14 el Barça le intentó echar el lazo. En 2018, el equipo azulgrana le invitó a jugar la Minicopa (tal como en su día hizo el Real Madrid con Luka Doncic, por ejemplo), pero cuando llegó el momento de dar el siguiente paso, el chico y su entorno eligieron seguir en casa. Primero en el Nanterre 92 y después en el ASVEL.
La temporada pasada marcó un nuevo capítulo en su destape. Primero, brillando en el Mundial sub 19, donde protagonizó un duelo memorable en la final con Chet Holmgren, número uno del draft de este año, otro gigante ajeno a los moldes. Y después en el club lionés, con el que debutó en la Euroliga. Pero cuando cabía esperar un segundo año en la élite, una explosión que derribara el muro, Wembanyama rasgó el guión. Está tan seguro de su impacto que ha renunciado a competir al nivel más alto.
Debut con Francia
La elección del Metropolitans 92 no es casual. Es el mejor equipo de Francia de entre los que no juegan competición europea y está dirigido por Vincent Collet, seleccionador de Francia. Lo primero le da un calendario más holgado, y el privilegio de un equipo armado en torno a su figura. Lo segundo, una tutela de primer nivel. Y en conjunto le abre las puertas de la selección francesa. Esta semana ha entrado en su primera convocatoria y, si nada se tuerce, debutará en la ventana de noviembre.
En un reportaje publicado en el último número de la revista estadounidense Slam, que le dedica su portada, el agente de Wembanyama confirma que la elección tiene una única razón de fondo: la NBA. “Tener menos carga de partidos le da más tiempo para seguir trabajando en su cuerpo antes de irse”.
Wembanyama tiene su entrenador personal y, como es cada vez más habitual, viajó en verano a Estados Unidos para afinar su preparación física con Melvin Sanders, ex jugador de Unicaja, Gran Canaria, Menorca o Valladolid, y especializado en biomecánica. Pero lo más revelador, por cuánto habla de su modelo, es la visita que hizo en 2021 a Würzburg, Alemania, para ponerse en manos de Holger Geschwindner, el hombre que formó a Dirk Nowitzki.
Si, como escribió el periodista Gonzalo Vázquez, Nowitzki abrió una brecha en la evolución del jugador de siete pies, Wembanyama, más alto, más coordinado, más líquido (para ser mejor le queda un mundo por demostrar) representa la siguiente frontera.