Vingegaard y el exhaustivo “plan” que le llevó hasta su segundo Tour

Vingegaard y el exhaustivo "plan" que le llevó hasta su segundo Tour

Tour de Francia

Actualizado

El danés, enfocado todo el año en la mejor carrera del mundo, trazó con el Jumbo una estrategia para volver a derrotar a Pogacar. “Es muy especial. El año que viene volveré a intentarlo”, asegura. Correrá La Vuelta.

Vingegaard en el podio de París.ETIENNE GARNIER / POOLEFE

Hace un año, tras ganar su primer Tour de Francia, Jonas Vingegaard cambió su número de teléfono aconsejado por Trine Hansen, su mujer, 11 años mayor que él. Cuentan que ahora hay apenas 50 personas que pueden llamarle. Eso también era parte del plan.

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El plan. Una y otra vez, el danés ha utilizado esa palabra tanto para excusarse en las jornadas malas (pocas) como para explicar las buenas (la mayoría). El plan de Vingegaard y, sobre todo, el plan del Jumbo Visma, ese que empezó el mismo día de la presentación del recorrido del Tour 2023, cuando puso mala cara en primera instancia, pero luego no tanto, porque en la jornada 17, ya casi al final, había un regalo para él. Otra vez en los Alpes, en vez del Granon, ahora sería La Loze. «Sabíamos que estaba realmente hecha para Jonas», explicaba Richard Plugge estos días, el mandamás del equipo neerlandés, a la vez que rechazaba por enésima vez todas las suspicacias de dopaje sobre su pupilo: «No le gusta tomar ni un paracetamol».

El plan era ir madurando a su único rival, a un Tadej Pogacar con asteriscos tras su caída en Lieja y su lesión en la muñeca. Hacerle creer, aguantar sus embestidas en etapas más propicias para el esloveno, no perder mucho en bonificaciones ni finales agónicos. «Me ha atacado durante 15 días. Por su agresividad entendí que en algún momento estallaría. Los que disparan demasiado son inseguros y al final lo pagan». Y esperar a Courchevel, el desnivel acumulado, tanto como el cansancio. El Jumbo a full gas desde el arranque, tipos infiltrados para hacer de puente, ritmo endiablado. Una verdadera etapa de montaña, larga y dura, a la medida de un escalador como pocas veces vio el Tour. Lo que quizá no sabía Jonas es que ni siquiera ese día que partió de Saint Gervais iba a resultar tan decisivo.

Vingegaard besa su anillo en la crono de Combloux.CHRISTOPHE PETIT TESSONEFE

El golpe moral lo asestó el danés en la contrarreloj. También era parte del plan. Y, como todo, estaba trabajado milimétricamente por la maquinaria del Jumbo. Se afanó en pulir su postura con Bert Blocken, el profesor de aerodinámica que trabaja para el equipo. Afinar su acople en la Cervelo. Y Jonas fue todo lo agresivo que pudo ser, trazando al límite, arañando segundos desde el comienzo. La conjunción de todo acabó por convertirse en una de los ejercicios contra el reloj más perfectos de la historia del Tour. Tan asombroso que lo hubiera firmado Indurain con 20 kilos más.

Esas dos jornadas resumen su segunda victoria seguida en el Tour, algo que no tantos hicieron (Pogacar, Froome, Indurain, Lemond, Fignon, Hinault, Merckx, Anquetil, Bobet, Frantz, Bottecchia, Thijs y Petit Breton), una leyenda ya. Más por haber derrotado en ambos a un ciclista de la talla de Pogacar. Pero mucho antes, como siempre, se puso en marcha Vingegaard, que se considera mejor en su versión 2023 por una mezcla de factores. «El año pasado me puse varias veces enfermo en primavera y tuve algún percance físico, este año no. Y eso marca diferencias. Sigo evolucionando, voy mejorando. Aunque son mejoras ligeras, se notan», explicaba el sábado en Le Markstein, reluciente su amarillo.

Cuando habla del plan, que es muchas veces, Jonas lo hace con una seguridad pasmosa. Incluso cuando Tadej le acosaba, a nueve segundos antes de acudir a los Alpes. Tres veces seguidas le dejó de rueda, lo inédito, y asustaba la calma del danés, su media sonrisa, tan seguro de sí mismo ahora, aquel joven que llegó a trabajar limpiando pescado, que se subió a una bici porque «no tenía mucho físico para jugar al fútbol» y la gente era dura con él. Al que no se le daba muy bien el ciclismo los primeros años y después «no era capaz de aguantar la autopresión», vomitaba antes de cada carrera por el estrés, pese a que todos los test ya le señalaban como un superdotado. «No todo el mundo entendía el plan, pero nosotros sí», confirmó ya con todo rematado, sin dar más detalles: «Si te lo desvelo a ti…».

El año pasado, tras ganar el Tour, Vingegaard no volvió a competir hasta septiembre. Una desaparición que levantó sospechas. Esta vez ha cambiado sus planes. Según anunció ayer en Marca, estará en La Vuelta liderando al Jumbo junto a Primoz Roglic. Antes, mientras su antagónico rival incluso se pensaba acudir en unos días al Mundial de Glasgow, él se dará el lujo de «comer un durum» de vuelta a Dinamarca, descansandp y disfrutando de su familia, con su esposa y su pequeña de tres años Frida. Porque otra de las claves de su aplastante victoria sobre Pogacar es su dedicación exclusiva a la Grande Boucle. Dos bloques de forma, salpicados con concentraciones en altitud en el Teide, Tignes y la de mayo en Sierra Nevada. Y eso que esta vez se dejó ver en su inicio de temporada, como respondiendo a la abundancia competitiva de Pogacar. Ganó la general y las tres etapas de O Gran Camiño en febrero. Fue tercero en la París-Niza tras Pogi y Gaudu en marzo. En abril se apuntó la Itzulia, con tres de las seis etapas.

Después, el salto a junio. Mientras su rival pasaba por el quirófano, él pergeñaba el Tour, 150 días fuera de casa. El triunfo en el Criterium Dauphiné como prueba definitiva hasta el arranque en Bilbao. «Tengo otros objetivos, pero el Tour es la carrera más importante del mundo. Es muy especial. Sí, el año que viene volveré a intentarlo», avisó, de nuevo el mundo a sus pies desde el cielo de París.

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