Jon Rahm terminó décimo y logró firmar, con 65 golpes, la segunda mejor vuelta de esta última jornada
Alrededor de 15 metros separaban a Wyndham Clark de la gloria. Solo necesitaba dos putts desde el principio de green para convertirse en nuevo ganador de major, para conquistar el Us Open de golf. Clark miró al cielo antes de patear buscando el aliento de su madre fallecida de cáncer, cuando Wyndham todavía estaba en la universidad “me acompañó toda la ronda”, confesaría minutos después.
Hasta ahora, el mejor resultado en majors de este norteamericano de 29 años fue un puesto 75 en el PGA Championship de 2021. Hace un par de meses lograba su primer triunfo en el PGA Tour en el exigente campo de Quail Hollow. Wydham logró los dos putts, aguantó la presión como lo ha hecho desde el primer día, y volvió a mirar al cielo, ya emocionado y como ganador del Us Open.
No fue el día de Rickie Fowler, el siempre favorito emocional del público. Tres bogeys en sus primeros siete hoyos le apartaron pronto de la pelea, tampoco el del número uno Scottie Scheffler, la vuelta del par no fue suficiente y tuvo que conformarse con la tercera posición. El que si plantó batalla hasta el final fue Rory McIlroy, pero otra tarjeta de par para el norirlandés y al igual que The Open del año pasado, terminó segundo.
La cenicienta del torneo pasó por encima de todos en Los Angeles Country Club, uno de los campos más exclusivos del mundo ubicado en el corazón de Hollywood. Acceder a este club angelino, que cuesta un cuarto de millón de dólares, no es solo una cuestión de dinero, no admiten a actores ni celebridades de la meca del cine; “preferimos a los que les contratan”, sentencian orgullosos desde el club. El momento más tenso de la jornada llegó para Clark con los bogeys en los hoyos 15 y 16. Fue clave y magistral el par que salvó en el 17, con un chip rebosante de confianza.
Gran reacción de Jon Rahm
Al final 18 jugadores lograron terminar bajo el par del campo, entre ellos el mejor español, Jon Rahm que logró firmar con 65 golpes la segunda mejor vuelta de esta última jornada Su cinco bajo el par finales, le dejaron con un acumulado de -3 y un juego muy sólido gracias al que logró un nuevo top-ten en majors. El jugador de Barrika terminó 10º. Se trata del resultado más bajo que Jon Rahm ha logrado en un Us Open, aunque hay que tener en cuenta que las condiciones de juego este año han sido mucho más asequibles que en otras ediciones. Sergio García terminó en el puesto 27º con una vuelta final de 71 golpes y hay que destacar los 67 golpes de David Puig que en su debut en majors le deja entre los 40 mejores del torneO.
Tiene un rasguño en la nariz, seguramente producto de algún forcejeo, pero al capitán de la selección española, Álvaro Morata (Madrid, 31 años), lo que le molestan son otros rasguños, los del alma, pues lleva muchos en su carrera. Está en este torneo con la sensación de que va a ser la última vez con esta camiseta. No lo dice, pero casi. Como tampoco dice, pero se le intuye, que quizá no juegue en el Atlético, que quizá no juegue en España. Porqu
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Cartas deportivasOpinión
PABLO MARTÍNEZ
@PABLOMAM71
Actualizado Miércoles,
7
junio
2023
-
08:01Petrovic, durante un partido con los Blazers.EMTreinta años de tu muerte. De...
Ni una sola de las 15.000 personas que abarrotaron la Philippe Chatrier este lunes se atrevió a moverse de su silla antes de que Rafa Nadal entrara en el túnel de vestuarios y abandonara la pista central de Roland Garros quién sabe si para siempre. Un pleno de manos rompiendo en ruido para despedir al tenista más grande que ha visto el lugar. Casi ajeno a ello, sereno ante tantísima emoción, el 14 veces campeón se acercó al centro de la pista, saludó a todos y se marchó sin más. Unos pocos minutos antes, la directora del torneo, Amelie Mauresmo, le había pedido que se quedara a responder unas preguntas, un hecho fuera del protocolo, la única rareza en la jornada.
Unos pocos minutos antes más, Nadal había caído en primera ronda ante Alexander Zverev por 6-3, 7-6(5) y 6-3 en tres horas y cinco minutos de lucha. "No sé si será mi última vez, pero si lo es, he disfrutado. Hay un gran porcentaje de opciones de que no vuelva, pero no puedo decir que es un 100% porque me estoy divirtiendo", comentó con la intención de normalizar los sentimientos a su alrededor, la piel de gallina, las lágrimas de la gente, incluso de su gente. Seguramente Nadal se calmaba con la certeza de que habrá más días así, de que no es el final. Como había pedido, no hubo una despedida oficial, ni mucho menos un homenaje; hubo un partido de tenis, un muy buen partido de tenis, y eso ya es mucho.
Después de más lesiones de las que ha sufrido cualquier otro tenista, de dolores en decenas de músculos y más ligamentos, Nadal quiso ganar de nuevo y podría haberlo hecho. En otras condiciones y, sobre todo, ante otro rival, seguiría ante la posibilidad de levantar su decimoquinto título en París. Seguramente Alexander Zverev era el peor a quien enfrentarse en este momento y seguramente el día, muy frío, pesado, lluvioso, tampoco era el mejor.
Pero Nadal convirtió una ceremonia nostálgica en un duelo disputado, es decir, consiguió lo que buscaba. Como habían hecho antes los aficionados de Barcelona, Madrid y Roma, el público francés fue a verle para agradecer y recordar, pero acabó aplaudiéndole por su juego, ya está. El primer punto del español en el partido, un error no forzado de Zverev, fue celebrado por la Philippe Chatrier con la melancolía de los regresos a los escenarios de los grupos de música divorciados. Pero poco a poco volvieron los intercambios vencidos, los puños al aire, las celebraciones de verdad.
Especialmente apoteósico fue el segundo set, el mejor momento de Nadal. Con 2-1 en contra en el marcador y dos bolas de break para Zverev, el español desplegó los golpes prohibidos, un revés cruzado, un ace, una derecha paralela y se lanzó con todo a por el periodo. Llegó a romperle el servicio al alemán, pero éste se revolvió y llevó la resolución al tie-break.
La dureza de Zverev
En las semanas previas, dejó dicho Nadal que si tenía que morir lo haría aquí, en la pista central de Roland Garros, en los instantes decisivos, y entonces lo hizo. Con dos horas de meneos en las piernas seguía con respuestas para el bombardeo continuo de Zverev, sólo falló la estrategia. Para contrarrestar la potencia que le llegaba del otro lado de la pista, decidió probar con un par de dejadas y ambas fueron fallidas.
Luego, en el tercer set, empezó con un break a favor y tuvo opción de otro más, pero el saque de Zverev era incuestionable. Un argumento demasiado grande a favor de su victoria. Igualmente después, hasta el final, Nadal dejó toda gota de esfuerzo y momentos de antología, entre ellos passing shots muy propios que hicieron saltar al público francés. El que es, no el que fue. Porque nada tiene que ver cómo se marchó el español este lunes de la Philippe Chatrier a cómo llegó, casi dos décadas atrás.
El público francés, entregado
Los abucheos, por ejemplo, en su derrota ante Robin Soderling en 2009 se convirtieron en una exaltación de su figura, desde su enorme escultura que luce en la entrada del recinto a la expectación ante cualquiera de sus pasos. Ante Zverev quedó claro que, Roland Garros ha entendido que Nadal no es sólo el campeón de 14 ediciones, si no que es su imagen, su emblema, su mito. Que no sea francés ya no importa o importa poco: Roland Garros es Nadal, Nadal es Roland Garros.
En el boulevard d'Auteuil, entre el Parc des Princes y la Philippe-Chatrier, este lunes se agolpaban los reventas para hacer su primer agosto, pues luego vendrán los Juegos Olímpicos. "¿Cuánto?", preguntaba el periodista. "3.000", contestaba el más joven de ellos, aunque luego era capaz de bajar hasta los 2.000 euros. En todo caso, un precio que probablemente no alcanzará la final del torneo del próximo 9 de junio, la juegue quien la juegue.
"¡Allez, Rafa!", se escuchaba como nunca en la Philippe Chatrier, entre muchos '¡Vamos, Rafa!" con marcado acento galo y una banda de música con banderas tricolor que adaptaba todos sus cánticos al español. En la parte superior, lejos de los palcos donde estuvieron Novak Djokovic, Carlos Alcaraz o Iga Swiatek, se llegaron a lanzar olas de apoyo al ganador de 22 Grand Slam: "Raaaaaaafaaaaaa".
En ese ambiente, con tamaño palmarés, Nadal podía haber entendido de una vez que lo ha logrado todo y nadie le exige más, pero su manera de ver el deporte nada tiene que ver con la percepción de otros. Para poder dormir tranquilo en el futuro, cuando vengan los años, necesita saber que lo dejó todo sobre la pista, lo que tenía y lo que no. Ahora está más cerca de alcanzar esa paz. Este domingo, quiso ganar de nuevo y podría haberlo hecho. El tiempo casi cae derrotado por primera vez.