El ex vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros se ha opuesto con dureza al intento del club que preside Joan Laporta de disponer de la doble condición de investigado y víctima
Laporta, durante el acto simbólico del inicio de las obras del futuro Spotify Camp Nou.Alejandro GarciaEFE
La defensa del ex vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA) califica de “ejercicio de cinismo” y “fraude procesal” el reciente intento del FC Barcelona de intentar personarse como acusación en el ‘caso Negreira’.
José María Enríquez Negreira
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La Fiscalía Anticorrupción pide al juez que Ana Paula Rufas, esposa de José María Enríquez Negreira, continúe imputada al considerar que no ha justificado suficientemente la procedencia de los fondos que la Guardia Civil sostiene que han pasado por sus cuentas de forma sospechosa.
Según el Ministerio Público, "aparecen" en las cuentas de la mujer el ex número dos de los árbitros "tres millones de euros de ingresos que se retiran con posterioridad, dejándose las cuentas sin saldo alguno". Todo ello, con unos ingresos oficiales registrados de "151.000 euros" entre los años "2011 y 2018" que procedían de las empresas con las que su marido facturó al FC Barcelona.
Cabe recordar que Rufas ha defendido recientemente ante el instructor del 'caso Negreira' que el grueso de los ingresos en sus cuentas denunciados por la Guardia Civil tiene en su origen en la venta de terrenos familiares en Huesca.
Los investigadores sospechan, sin embargo, que ha llevado a cabo operaciones que pueden corresponder a nuevas comisiones ocultas de su marido, investigado por ingresar ocho millones de euros del Barcelona durante dos décadas, y al que el juez le atribuye haber cobrado del club azulgrana con el objetivo de alterar los arbitrajes a su favor.
La defensa de Rufas, dirigida por el letrado Daniel Pérez-Esqué, ha entregado ya los documentos relacionados con los tres ingresos concretos que la Guardia Civil y el juez Joaquín Aguirre consideran más sospechosos. Se trata, según la documentación a la que ha tenido acceso este periódico, de tres pagos a cuenta correspondientes a la venta de un terreno de los consuegros del ex número dos arbitral y que fueron a parar a una cuenta bancaria en la que Rufas figura como cotitular junto a sus padres. Concretamente son ingresos que ascienden a 6.000, 12.000 y 121.000 euros, respectivamente.
La operación de compraventa referida versa sobre un terreno urbanizable de dos hectáreas denominado El Llano; y sobre otro más pequeño, que recibe el nombre de La Isola, de 20 áreas de extensión. Ambos se encuentran inscritos en el registro de la localidad oscense de Boltaña y corresponden al municipio vecino de Fiscal.
Las fincas fueron vendidas por 552.910,89 euros en abril de 2006 a la constructora Bajén. En un anexo al contrato de compraventa rubricado por la familia de Ana Rufas y la constructora se acordó, además, proceder a unos primeros pagos de 6.000 y 12.000 euros antes de firmar la compraventa ante notario. Y de un segundo de 121.727,72 euros en el momento de rubricar la escritura.
Estas cantidades, abonadas de manera inmediatamente posterior a la operación, son las que apuntaba directamente la Guardia Civil en su último informe. No en vano, los agentes presentan estos ingresos como el más claro ejemplo de transacciones de la mujer del ex dirigente arbitral en las que "a priori no existe justificación en los registros disponibles". Al mismo tiempo recalcan que las mismas se caracterizan por "operativas inusuales", al detectar el ingreso de cheques que no contemplan ni la "descripción de su procedencia" ni "el propósito de la transacción".
A pesar de estas explicaciones, la Fiscalía Anticorrupción considera que se mantienen los indicios de que Rufas pudo incurrir en un delito de blanqueo de capitales, pide que su recurso sea rechazado y se mantenga su imputación en la causa.
A finales de 2012, me anunciaron desde el Comité que en 2013 iba a ser árbitro internacional. En una concentración del mes de noviembre coincidí con Victoriano Sánchez Arminio y le dije: «Presi, si soy internacional, ¿puedo elegir a mis asistentes?». «Claro, tú tienes la última palabra, pero ya sabes...», me contestó de forma enigmática. Lo que me quería decir es que en realidad la última palabra la tenía Enríquez Negreira.
Era 22 de diciembre de 2012 y estaba en una cafetería llamada Top Capi de Lleida. De repente, me llamó el vicepresidente del CTA: «Quiero que bajes a Barcelona». Enríquez Negreira me citó en el bar La Torrada, que se encontraba en el centro de Barcelona, concretamente en la calle San Antoni María Claret n.º 209. El local lo regentaba su pareja, Ana Paula Rufas, y echó el cierre hace unos años. Actualmente, en su lugar se ubica un restaurante asiático de tapas. En este negocio organizaba dos tipos de encuentros, principalmente. En primer lugar, se reunía el día antes de los partidos con los colegiados que iban a pitar al FC Barcelona y al Espanyol para darles consignas y directrices. Dichos colegiados nunca eran catalanes, obviamente.
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En segundo lugar, en La Torrada también se organizaban encuentros con los árbitros del Comité catalán de Primera, Segunda y Segunda División B dos o tres veces al año, en los que estuve presente en muchas ocasiones. En estas citas analizaba tus calificaciones de la temporada, que guardaba en un cuaderno de contabilidad que llevaba siempre con él. Además, revisaba tu evolución y te hacía todo tipo de comentarios. Te decía, por ejemplo, «chavalito, tienes que apretar» y te sentías condicionado, porque no sabías si te quería descender de categoría para la próxima temporada. Te dejaba siempre con la incertidumbre. Los árbitros de Primera División nos veíamos obligados a ir al bar de Enríquez Negreira porque era el del jefe y te tenías que dejar caer de vez en cuando para que todo fuera bien. Además, servía para pulsar cómo estaba tu situación personal en el seno del CTA con él. Sucedía igual que con el coaching de su hijo Javier Enríquez, los colegiados se veían condicionados a contratar sus servicios y pasar por caja, porque era el hijo del que mandaba.
El 'Txistu de Barcelona'
La Torrada era un bar de barrio muy cutre y pequeño, que llamábamos de forma irónica el «Txistu de Barcelona». Nada más entrar había una barra a mano izquierda y al fondo un patio interior con mesas y sillas de camping. Durante la semana había menú, pero cuando íbamos nosotros nos ponían carne y jamón serrano en lonchas de supermercado, recién sacadas del sobre. Era lamentable y vergonzoso. Eso sí, la cuenta no la perdonaban y nos cobraban unos 50 euros a cada uno. Mucho dinero para la calidad de la comida y del propio local. La pareja del vicepresidente del CTA estaba siempre detrás de la barra y tenía algún empleado más. Cuando acudíamos al local, manteníamos muchas conversaciones con Enríquez Negreira relacionadas con el fútbol y el arbitraje en un ambiente muy distendido. Junto a él también solían ir al bar importantes directivos de la Federación catalana y otros amigos árbitros de su círculo de confianza. Era su «cuartel general» en Barcelona y estuvo abierto como mínimo desde el 2009 hasta 2018, aproximadamente.
Cuando fui citado en el bar La Torrada, no sabía exactamente qué me podía encontrar allí. Cuando llegué, en el interior del local estaba la pareja de Enríquez Negreira y él permanecía fuera junto a Xavier Moreno Delgado, uno de sus hombres más cercanos del Comité arbitral. Estaban fumando y bebiendo una botella de cava mientras me esperaban sentados en una mesa metálica de la terraza. Llevaba ya cuatro años en Primera División, pero tuve miedo al ver solo la postura de Enríquez Negreira. Nunca se me pasó por la cabeza lo que iba a vivir y escuchar en ese momento. Fue una hostia que no fue física, pero sí más dolorosa. Se me estropeó la visión idílica que hasta ese momento mantenía del arbitraje y del CTA como una institución relativamente transparente y sana.
Tenía a Moreno Delgado enfrente y Enríquez Negreira me hizo un gesto autoritario con su mano para que me sentara a su lado. Luego me dijo una frase, o más bien una amenaza, que se me quedó grabada para siempre: «¿Tú sabes lo que es la familia?». En ese instante pensé «estoy sentado al lado de Al Capone». «Te voy a pegar una hostia...», continuó diciéndome el vicepresidente de los árbitros a la vez que me miraba fijamente a los ojos. No me lo podía creer.