Recuerda su rivalidad con el español y su mal balance frente a él en el torneo. “Siempre ha sido una de mis principales fuentes de motivación”
Djokovic, este sábado en Roland Garros.EMMANUEL DUNANDAFP
Su titubeante paso en los torneos previos de la temporada de tierra no ha desalojado a Novak Djokovic de la nómina de favoritos para ganar Roland Garros, más aún ante la ausencia de Rafael Nadal, el 14 veces campeón. «Siempre he dicho que es mi mayor rival. Cuando anunció que el próximo año será el último de su carrera, sentí que algo de mí se iba con él», comentó ayer el serbio en rueda de prensa.
Eliminado en octavos de Montecarlo (Lorenzo Musetti) y cuartofinalista en Roma (Holger Rune) y en Banja Luka (Dusan Lajovic) , Nole se presenta en Roland Garros con su peor balance sobre arcilla en 17 años.
«Nadal siempre ha sido una de mis principales fuentes de motivación. El hecho de que vaya a retirarse el próximo año me hace pensar sobre mi carrera y sobre cuánto más voy a jugar», prosiguió el ganador del torneo en 2016 y 2021, derrotado en tres finales por Nadal. «Siendo sincero, no me gusta verle en el cuadro, pues no he tenido mucho éxito frente a él en el cara a cara en Roland Garros. Logré derrotarle en dos ocasiones, pero tuve que dejarme el corazón y la vísceras en la pista», recordó, en relación con sus victorias en los cuartos de final de 2015 y en las semifinales de 2021.
Empate en las alturas
Después de 18 años consecutivos conviviendo en el cuadro con Nadal, Djokovic se encuentra ante la oportunidad de deshacer la igualada a 22 grandes, pero los problemas en el codo, por los que decidió no disputar el Masters de Madrid, su escaso recorrido este año en la superficie y, sobre todo, el gran momento de Carlos Alcaraz, número 1 del mundo y su hipotético rival en semifinales, comprometen sus posibilidades de triunfo en el torneo del Grand Slam donde se siente más incómodo. «Alcaraz es el favorito porque ganó el US Open, es el número uno y viene de ganar dos títulos en tierra. Otra cosa es la experiencia, que juega a mi favor. Tampoco hay que olvidar a Tsitsipas, Sinner, Rune o Ruud. Pienso que el torneo está bastante abierto. Hay unos cuantos jugadores que están en la lista para llevase el triunfo y cualquiera de ellos tiene opciones. Espero aprovechar las mías», comentó.
El diez veces ganador del Abierto de Australia, que el pasado día 22 cumplió 36 años, debutará mañana ante Aleksandar Kovacevic, 114º, un tenmista de origen serbio con nacionalidad estadounidense a quien conoce por haber entrenado juntos en alguna ocasión. No quiso especular sobre hipotéticos rivales más adelante, por respeto a su primer adversario.
Jimmy Murphy tocaba a Chopin, Grieg y Listz. «Le ayudaba a aquietar sus cavilaciones», escribe David Peace en Munichs (Contra, 2024), una recreación novelada del accidente del 6 de febrero de 1958 que acabó costando la vida a ocho jugadores del Manchester United, además de a otras 15 personas, entre integrantes de la tripulación, periodistas y directivos del equipo británico. Sobre Jimmy Murphy, uno de los supervivientes, segundo entrenador, cayó el peso de reflotar a un club devastado por la tragedia acaecida cuando el vuelo de British European Airways se estrelló frente a una casa abandonada en el tercer intento frustrado por despegar del aeropuerto de la ciudad alemana. El equipo regresaba de Belgrado, tras eliminar al Estrella Roja en cuartos de final de la Copa de Europa.
Jimmy Murphy afrontó el desafío de ocupar el vacío de Matt Busby, hospitalizado con heridas graves en la ciudad alemana. Busby ya era una leyenda. «Para mí, Jimmy Murphy es el héroe de esta historia, un hombre complejo que llevó adelante al equipo, hasta conducirlo incluso a la final de la FA Cup. Si él hubiera muerto, pienso que la historia del club habría sido muy distinta. Es una pena que la entidad no siempre haya reconocido su papel y al final le tratara de una manera muy pobre», explica Peace (Ossett, 1967) a este periódico a través del correo electrónico.
Destacado autor de novela negra, nuestro interlocutor, residente en Tokio, es también un gran aficionado al fútbol. Entre sus obras ajenas a este deporte figuran la tetralogía Red Riding Quartet, editada en España por Alba, la trilogía Tokyo Redux (Hoja de lata), y GB84, en la misma editorial, donde afila el bisturí para novelar el pulso colosal entre los mineros del Reino Unido y Margaret Thatcher, entonces inmisericorde primera ministra.
Latido político
Dentro o fuera del fútbol, Peace nunca ha disimulado un latido político en cuanto escribe. «Munichs es una novela sobre el norte de Inglaterra y su clase trabajadora», afirma, incorporándola, además de a las obras citadas, a una secuencia donde también están Red or dead (Faber and Faber, 2013), no editada en España, sobre el Liverpool de Bill Shankly, y Maldito United (Contra, 2013), alrededor de la histriónica figura de Brian Clough y su breve paso por el Leeds.
Hay un eco espectral en este relato de 449 páginas que le ha exigido un severo trabajo previo de documentación. «El proceso de creación es siempre el mismo. Consulto con detalle en la biblioteca pública periódicos y libros relevantes de no ficción mientras construyo la narrativa de la novela dramatizando la verdad tan poderosamente como puedo».
En Munichs habitan los vivos y Los Muertos, siempre evocados en letras versales. El espíritu de James Joyce y The Dead, adaptada al cine por John Huston, otorgan un vuelo singular a esta historia. «Dublineses [el libro de relatos al que pertenece The Dead], y en particular Los Muertos, han sido una gran influencia en la escritura de este libro. Para mí, en mi trabajo y en mi vida, Los Muertos es una presencia constante», afirma.
Geoff Bent, 25 años, Roger Byrne, 29, Eddie Colman, 21, Mark Jones, 24, David Pegg, 22, Tommy Taylor, 26, Liam Whelan, 22, y Duncan Edwards, 21, éste último ingresado durante dos semanas en el Recht der Isar Hospital de Múnich, perdieron la vida como consecuencia de aquel accidente. «Incluso hoy mantienen un estatus mitológico. Diría que se debe a que murieron tan jóvenes, con un potencial ilimitado. Representaban el futuro perdido y un mundo que pudo haber sido». Aquella generación había ganado las dos Ligas precedentes con una media de 22 años. Jóvenes y talentosos, exhibían además un enorme grado de compromiso sentimental con el club, ajenos a los cantos de sirena que venían desde Italia y otros clubes.
Peace nació nueve años después de la tragedia. Su padre le contó la historia cuando era un muchacho. «Él había visto jugar muchas veces a los Busby babes ante el Huddersfield Town, nuestro equipo, y también estuvo en en el último partido que disputaron en Inglaterra en 1958, contra el Arsenal. Era un año más joven que Duncan Edwards y el accidente tuvo un efecto profundo sobre él, como sobre mucha gente». La narración de aquel encuentro, del 1 de enero de 1958 -«un partido que viviría para siempre, en el recuerdo y la imaginación»-, ganado por el Manchester United en Highbury por 5-4, ejerce de prólogo en el libro, antes de que, mediante continuos saltos en el espacio y en el tiempo, se gradúe la acción dramática. «Quería que el libro fuese una experiencia viva para el lector, devolviéndole a 1958».
Un fútbol distinto
El fútbol de entonces poco tenía que ver con el de hoy. Parte de la magia de Munichs se encuentra en su capacidad para transmitir la estrecha vinculación entre los aficionados y sus ídolos de carne y hueso, cercanos, integrantes de un mismo hábitat social. «Antes del desastre, los Busby Babes ya eran célebres, pero todavía iban a los cines locales y las salas de baile y vivían en alojamientos compartidos», apunta Peace.
Adiós a Duncan Edwards, un extremo izquierdo audaz y relampagueante, la figura que mejor encarnaba el aura de los muchachos de Busby, forjados por Murphy en las categorías inferiores. Munichs, cuyo plural pretende denunciar el uso que aún hacen algunos aficionados de equipos rivales en tono de burla, es dolor, pérdida y culpa, pero también lucha y redención, liderada ésta por la inmensa figura de Bobby Charlton.
«Murphy, que no había viajado, creía que debería haber estado en el avión. A Busby le persigue la culpa por haber llevado al Manchester United a Europa y por no impedir al piloto hacer un tercer intento de despegue. Charlton también sufre, en su condición de superviviente, sin poder explicarse por qué vivió mientras algunos de sus amigos morían», explica el autor del libro.
Diez años después, el equipo liderado por Charlton, que había estado cerca de dejar el fúbol, George Best y Denis Law, fallecido el pasado día 17, vencía 4-1 al Benfica para ganar la primera de sus tres Copas de Europa, la primera de un club británico. Ya no eran los Busby Babes, sino los Diablos Rojos, rebautizados por su hacedor. Al frente seguía Matt Busby. Tras recibir la extremaunción, había escapado del destino de Los Muertos.
"Uno tras otro iban convirtiéndose todos en sombras. Mejor pasar con valentía a aquel otro mundo, en toda la gloria de alguna pasión, que marchitarse y apagarse lúgubremente con los años".
Después de una segunda semifinal dominada por la emotividad, serán Aryna Sabalenka e Iga Swiatek quienes repitan este sábado la final del pasado año en el WTA 1000 de Madrid. La bielorrusa, defensora del título, buscará así su tercer triunfo en la capital, e igualar el registro de Petra Kvitova, tras imponerse a Elena Rybakina por 1-6, 7-5 y 7-6 (5), en dos horas y 17 minutos. Antes, Swiatek, primera favorita, derrotó a Madison Keys por 6-1 y 6-3.
Las dos mejores jugadoras del circuito volverán a cruzarse así en la final más atractiva en la Caja Mágica. Sabalenka, campeona este año en el Abierto de Australia, estuvo al borde de la lona, cuando su rival falló una derecha franca a media pista que le hubiera situado con pelota de partido al servicio en el décimo juego del segundo parcial.
"No sé cómo logré resucitar en el segundo set. Será una gran batalla. Hemos jugado grandes partidos", comentó la vencedora respecto al encuentro contra la tenista polaca. Se han enfrentado en nueve ocasiones, con seis triunfos de Swiatek, que logró la victoria en el más reciente, en las semifinales de las WTA Finals.