El presidente de la competición, Javier Tebas, y el embajador de Brasil en España, Orlando Leite se reunieron este viernes tras lo ocurrido con Vinicius el pasado domingo en Mestalla
El presidente de LaLiga, Javier Tebas (izq) y el emabajador de Brasil en España, Orlando Leite, durante su reunión de este viernes en la sede de LaLiga.LaLiga
El presidente de LaLiga, Javier Tebas, y el embajador de Brasil en España, Orlando Leite Ribeiro, se reunieron este viernes, en la sede de LaLiga, tras lo acontecido el pasado domingo en Mestalla con Vinicius Junior. Ambos condenaron “cualquier manifestación racista” y mostraron su compromiso para “seguir luchando seguir luchando contra esta lacra que afecta al deporte y compromete la imagen de España“.
En el comunicado emitido añadieron que “no hay lugar en el mundo contemporáneo para actos racistas como los ocurridos el 21 de mayo en Valencia“, contra el futbolista del Real Madrid.
Por último, tanto Tebas como Leite remarcaron la importancia de que “las instituciones competentes actúen para identificar y castigar ejemplarmente a los infractores, enviando un mensaje claro de que las manifestaciones racistas y xenófobas no serán toleradas”.
Cartas deportivasOpinión
PABLO MARTÍNEZ
@PABLOMAM71
Actualizado Miércoles,
7
junio
2023
-
08:01Petrovic, durante un partido con los Blazers.EMTreinta años de tu muerte. De...
Hacía mucho tiempo que Ana Peleteiro no se presentaba así ante los medios de comunicación: cabreada, silenciosa, frágil. Después de su sexto puesto en el triple salto de los Juegos de París, en las entrañas del Stade de France ya de medianoche, la saltadora era otra. "Estoy triste, hoy he visto la otra cara de la moneda", comentaba sin ningunas ganas de hablar.
Desde que cayó a la arena en su último intento, su rostro lo decía todo. Tanto que en lugar de acercarse a su entrenador, Iván Pedroso, para valorar el salto, se fue a buscar directamente a su marido, Benjamin Compaoré, para recibir consuelo. Compaoré, ex saltador, la abrazó mientras Peleteiro digería lo ocurrido y luego hicieron lo propio uno por uno sus amigos.
Siempre dijo Peleteiro que lo único malo de su bronce en los Juegos de Tokio 2020 fue la ausencia de público, la imposibilidad de celebrar el éxito con todos a los que quiere, y por eso este sábado en las gradas del estadio parisino no faltaba nadie. Frente al foso del triple salto, ninguna saltadora tenía tanto apoyo como Peleteiro. Tanto que en su cuarto intento, aquel que marcó sus 14,59 metros finales, se desató una celebración: creían que había superado los 14,70 metros, que el bronce era suyo.
"Tenía miedo de resbalarme"
"He hablado con ellos y me han dicho que igualmente están muy orgullosos de mí. Qué me van a decir", reconocía Peleteiro. "El factor lluvia me ha tocado psicológicamente porque me veía capaz de pelear por la medalla, pero la pista estaba fatal y tenía miedo de resbalarme en la tabla porque no conseguían secarla completamente. Me he quedado muy cerquita y eso da coraje", analizaba y no le faltaba razón.
JUANJO MARTINEFE
Su primer intento fue notable (14,55 metros), pero sus rivales pronto respondieron. La cubana Leyanis Pérez, por ejemplo, lo hizo en el primer salto (14,62) y al siguiente vendrían las grandes marcas de la finalmente campeona, la dominiquesa Thea Lafond (15,04) y la jamaicana Shanieka Ricketts (14,87). Ahí, cuando tocaba un momento Peleteiro, es decir, sacar la furia, asustar al miedo, empezó a llover. Y la lluvia dificultaba su misión. El viento reducía su velocidad y el agua impedía el agarre. En esas circunstancias necesitaba superar la mejor marca de su vida para colgarse el oro o la plata. En esas circunstancias lo único posible era el bronce. Y no pudo ser.
La marca del bronce
"Este año he hecho varios saltos por encima de la marca del bronce. Quizá el esfuerzo hecho desde diciembre me ha pasado factura. He tenido algún problema en el isquio, pero he llegado bien. Estoy disgustada porque quizá no estoy para 15 metros, pero sí para 14,70. Claro que da rabia no ganar una medalla olímpica cuando sabes que estás para saltar más de lo que ha costado", comentaba Peleteiro que pese a la furia, pese al dolor, soltaba alguna frase que invitaba a la esperanza.
"No se acaba mi carrera deportiva aquí. En un abrir y cerrar de ojos llegará Los Ángeles", aseguró y con "suficiente" finalizó la comparecencia más corta de los últimos años, quizá de su vida. A sus 28 años, después de su maternidad, Peleteiro había puesto todo el corazón en colgarse otra medalla olímpica, lo había hecho todo, lo había organizado todo, y no pudo ser. Habrá otras.
Aquel día en La Planche des Belles Filles nació una leyenda, un demonio rubio de 21 años que revolucionó el orden establecido del panorama ciclista. Era un contrarreloj con trampa final en la que Tadej Pogacar destrozó a Primoz Roglic, un despliegue de potencia como no se recordaba para ganar su primer Tour. Han pasado cuatro años y la relación del esloveno con la lucha individual no ha sido la mejor. Más sinsabores que alegrías. "Subes y bajas" en sus propias palabras. En el muro de Perugia llegó su reconciliación. Y lo hizo a su manera, con un alarde final para birlar el triunfo a Filippo Ganna y poner más tierra de por medio con sus perseguidores, especialmente con un Geraint Thomas que rindió por debajo de lo esperado.
La primera batalla contra el reloj de este Giro presentaba peculiaridades a tener en cuenta. En la medieval Umbría, las ciudades siguen dominadas por sus torres en las cimas de las colinas y hasta la de Perugia había que ascender después de 30 kilómetros planos. Un muro (1,2 kilómetros al 12%) para decidirlo todo. Y ahí, en el esfuerzo tras el esfuerzo, nadie como Pogacar, que en los seis kilómetros finales, con su pedalear cadencioso, remontó la desventaja con Ganna y celebró la victoria puño en alto (perdía 47 segundos abajo y llegó con 17 de diferencia con el especialista del Ineos).
En las 16 contrarrelojs que Tadej afrontó en Grandes Vueltas después de La Planche, sólo coleccionó un triunfo. Fue en Laval, en el Tour siguiente. Tiempos de dudas, con Jonas Vingegaard mostrándose cada vez más intratable. "Ha pasado mucho tiempo desde la última contrarreloj que hice [21º en el Mundial en Stirling; antes en Combloux, a 1:38 de Jonas], fue un desastre: desde entonces he estado trabajando mucho en la bicicleta de contrarreloj, no estaba tan seguro de estar al 100%", admitió después. Porque lo de la séptima etapa del Giro, desde Foligno hasta la amurallada Perugia pasando por Asís, era más que una prueba. Había que contener el esfuerzo durante 30 kilómetros de carreteras rápidas y soltarlo todo después, todo para arriba, incluso dos kilómetros mortales donde la pendiente llega al 16% y hay que retorcerse en la cabra.
Filippo Ganna, durante la contrarreloj del Giro.LUCA BETTINIAFP
Ganna había dominado con mano de hierro, doblando hasta a siete rivales, y se antojaba imposible que nadie le arrebatara la gloria. En cada referencia, su ventaja aumentaba. En el kilómetro 34 era una sangría con los favoritos y sólo Pogacar estaba por debajo del minuto. Muchos, incluido Thomas, perdieron incluso más tiempo en la subida y algunos, como Daniel Felipe Martínez, recortaron algo. Tadej, con la maglia rosa y el controvertido culotte ciclamino, simplemente voló hacia Perugia, enrabietado.
En casi 41 kilómetros (rodó a 47,1 por hora), este Giro que disputa mirando al verano, prácticamente sentenciado. "Hoy ha ido bastante bien, habrá otra contrarreloj en el Giro, será otra sesión de entrenamiento para el Tour. Todavía puedo mejorar", concedió sin tapujos. Geraint Thomas se dejó dos minutos con su rival (y ya son 2:46 en la general), Daniel Felipe Martínez, ahora segundo, un poco menos y escaladores como Juanpe López o Eiber Rubio más de cuatro minutos. Este sábado tendrán espacio para volverse a ver entre los 10 primeros de la general, pues la etapa finaliza en alto, en Prati di Tivo, casi 15 kilómetros de ascensión con una media del 7%.