El esloveno Tadej Pogacar, corredor del UAE.D. PintensAFP
Si Tadej Pogaar se hubiera fracturado el escafoides hace unos años, su pronóstico de cara a su recuperación y a su participación en el próximo Tour de Francia quizá no hubiera sido demasiado halagüeño. El escafoides es un hueso carpiano muy pequeño d
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"Esperamos disfrutar de la etapa", había pronunciado Pogacar 24 horas antes, abrochado el tercer Tour de su palmarés en Isola 2000, el de la reconquista. Pero cómo dejar pasar la gloria cuando entre todos la ponen a tu alcance. Cómo tener clemencia cuando eres, indiscutiblemente, el más fuerte. Por las carreteras donde entrena desde su residencia en Montecarlo, en una etapa con cuatro puertos que fue un viaje de placer para él, el líder volvió a levantar los brazos, por quinta vez este Tour, ganando el mano a mano en la meta a Jonas Vingegaard. Una tiranía que necesita explicación, pues, efectivamente, esta vez no fue buscado. [Narración y clasificaciones]
Hace un año, derrotado doblemente días atrás en la contrarreloj de Combloux y el col de la Loze, Pogacar se llevó el triunfo un sábado como éste en los Vosgos. Una despedida agridulce que no tuvo Vingegaard. Había atacado el danés en el último puerto, harto de los movimientos de un Evenepoel que soñaba con birlarle el segundo puesto. Le había pedido una colaboración a Tadej que no encontró y le había llevado hasta el sprint final con relativa comodidad. Y no hubo piedad.
Bajo el sofocante sol de Niza, su Vieux Port abarrotado en la salida, los más valientes hacían cábalas para su última ocasión, tantos y tantos con la cartera vacía a estas alturas. Una oportunidad inesperada en los Alpes Marítimos, donde se auguraba que la batalla entre Pogacar y Vingegaard siguiera viva, el penúltimo episodio de un guion perfecto a la espera de la contrarreloj final del domingo.
Pero todo se acabó más pronto de lo previsto en este Tour por el abrumador dominio del esloveno, que este domingo en la Costa Azul, en este inédito final de Tour que nunca olvidará, celebrará su reconquista, la tercera corona que le iguala a Louison Bobet y Greg Lemond, a solo una ya de Chris Froome. Prometió tregua y así fue por su parte. Pero tampoco iba a perdonar un repóker histórico: el último en lograr algo así fue un sprinter, Kittel, en 2017.
Enric Mas, durante la fuga del día.Daniel ColeAP
Y no había casi nadie entre los necesitados como el Movistar, cinco años persiguiendo una etapa que se resiste (desde Nairo Quintana en Valloire), especialmente en este Tour en el que tanto lo intentaron (sobre todo con Lazkano y con Gaviria en los sprints), en el que bien temprano se quedaron sin ninguna baza en la general con la dimisión de Enric Mas. "Como un niño" dijo el balear que se sentía últimamente, tercero en Superdévoluy, y desde el mismísimo Col de Braus, bien temprano, agresivo en la búsqueda de la escapada del día. Protagonista sin éxito: fue premiado con el premio al combativo y acabó quinto en la Couillole.
Había logrado marcharse Enric pronto, junto a Kelderman y Almirail, aunque en la ascensión al Col de Turini se les unieron ocho peligrosos compañeros, entre ellos el siempre amenazante Carapaz -asegurando matemáticamente su maillot de la montaña para completar un Tour extraordinario- y Marc Soler, liberado por Pogacar. Contaron con el permiso del UAE, aunque ya al final del puerto el Soudal Quick Step tomó la responsabilidad, anticipando sus intenciones finales. Lo había pronunciado Mikel Landa en la salida: "La cuarta plaza está a mi alcance. Joao está muy fuerte, pero la etapa es muy dura hoy y con mucho calor. Voy a probar suerte".
En el Col de la Couillole todo empezó a resolverse. De los fugados, Carapaz y Mas eran los más poderosos y no tardaron en demostrarlo. Y por atrás, Landa culminó el trabajo de sus compañeros con un ritmo al que sólo pudieron engancharse los cinco mejores del Tour. Pero lo del Soudal resultó un suicidio, una jugada nefasta. El zarpazo posterior de Evenepoel, sin demasiada fe, eliminó al vitoriano, que pronto comprobó diluidas todas sus opciones del cuarto puesto por el poderío diésel del Almeida. Mucho peor Carlos Rodríguez: eliminado a las primeras de cambio, perdió hasta su sexta plaza en la general en favor de Adam Yates.
Cuando Remco lo volvió a intentar, Vingegaard dijo basta, sacó toda su rabia de campeón y se marchó en compañía de un Pogacar al que le estaban poniendo entre todos el triunfo en bandeja. Los dos dioses del ciclismo pronto dieron caza a Mas y Carapaz, que no resistieron el ritmo mortal del danés. Y en los últimos metros, exhausto el del Visma, no hubo piedad por parte del líder, que remató a falta de 200 metros. Hubiera sido más humillante no ganar su quinta etapa, la 16ª victoria en el Tour a los 25 años.
La etapa entre Muret y Carcassone fue un buen síntoma de la frustración permanente del ciclismo español, del querer y no poder del que otrora era la envidia del resto, ahora relegado a las migajas. Carlos Rodríguez no pudo intentarlo con más ahínco y ambición en la fuga del día. Fue protagonista total, sumando su esfuerzo al de la jornada anterior camino de Superbagnères (donde ganó su compañero Thymen Arensman), pero cada vez que había una selección, el granadino perdía comba.
Algo parecido a Iván Romeo, "etapa marcada", sacrificio suyo y de todo el Movistar que acabó en las lágrimas del prometedor ciclista en meta, en la escapada pero lejos de la victoria. "Era un día para mí, pero fui siempre a contrapié. Terminar el 14º no es lo que quería. Tengo mucha rabia dentro porque había piernas para estar más adelante", se sinceró.
Rodríguez finalmente sacó un buen pellizco de ventaja para la general (« no era lo principal»), en la que ascendió a la novena plaza. Las migajas. No quebró ninguna de las maldiciones que persiguen a los nacionales en el Tour. Precisamente él fue el último en alzar los brazos, 42 etapas atrás, brillante en Morzine 2023, donde hizo lo que casi nadie, sorprender a Pogacar y Vingegaard. Ese mismo año, días antes, Pello Bilbao había roto una racha que había puesto alarmantemente el contador de la sequía en 100. Otro dato para reflexionar: España no se queda sin al menos un top cinco en las primeras 15 etapas desde 1980. Para encontrar otro caso similar, hay que remontarse a 1950.
Y más. En lo que llevamos de siglo, España sólo se ha quedado una vez sin representación en el top 10 final del Tour. Fue en 2022, cuando Luis León Sánchez sólo pudo ser 13º a casi 50 minutos de Vingegaard.
Rodríguez, que habló de sus «mejores sensaciones» y de «seguir intentándolo», y Enric Mas, son los señalados. Por contrato, por talento y por galones. Ambos amanecieron mirando a la general y ambos han acabado pensando en otra cosa. Una escapada, una etapa que alivie las críticas. Mientras que el del Ineos admite ir a más, el balear, con tres podios de la Vuelta en su palmarés, parece bloqueado mentalmente con el Tour, en el que ya cumple siete participaciones (quinto en 2020 y sexto en 2021). «Cuando vienes a intentar hacer la general y tienes la mala suerte, por llamarlo de alguna manera, de salir de esa clasificación, asimilarlo cuesta un par de días», analiza su director José Joaquín Rojas después de la decepción de las jornadas alpinas. «Es más psicológico que físico, es más mental que otra cosa. Tiene que pasar el duelo. En los Alpes veremos al Enric de siempre», augura.
Carlos Rodríguez, en el Tour.CHRISTOPHE PETIT TESSONEFE
Rojas, que presenció bien de cerca los éxitos de su inseparable Valverde, de Contador y Purito, cuando ganar era norma, es consciente de la presión sobre el ciclismo español. Que no gana un Tour desde 2009 (Contador, el último en vestir de amarillo también), que no pisa un podio desde 2015 (Valverde), pero que tampoco lucha por la Montaña (el último fue Samuel Sánchez, en 2011) o por la Regularidad (Freire en 2008). Rojas se ciñe al Movistar, un equipo que no se lleva una etapa desde Nairo Quintana en Valloire, en 2019. «No nos sentimos presionados. Somos un equipo de la mitad de la tabla para atrás en cuanto a presupuesto y no se pueden hacer muchas maravillas. Cualquiera del UAE estaría en el podio. Nosotros con lo que tenemos estamos satisfechos. Sabemos cuáles son nuestras posibilidades», confiesa.
Esta vez fueron 10 los españoles de inicio, cada uno con diferentes misiones. Por suerte, ninguno ha tenido que retirarse. Marc Soler brilla en su preciada labor de sombra de Pogacar. Los jóvenes Iván Romeo y Pablo Castrillo se divierten (y sufren) en su debut. Ion Izagirre (que también ganó etapa en aquella edición de 2023) y Alex Aranburu, compañeros en el Cofidis, pasan desapercibidos. García Cortina y su espíritu disfrutón cumple en su labor de protección y apunta a jornadas más propicias: «En la tercera semana hay un par de etapas que me gustan y también habrá más fatiga en todo el mundo. Ojalá».
Luego está la pareja del Arkea, dos tipos bajo el radar que están rindiendo. Pues ambos, Cristián Rodríguez y Raúl García Pierna, tienen la misión de proteger a la esperanza francesa, Kevin Vauquelin. El almeriense es el segundo mejor español en la general (19º), espoleado por el fin de su contrato en el equipo galo. «Para mis aspiraciones personales no es el momento. Con la edad y la experiencia que tengo, me gusta más trabajar para un compañero así, que hace buenos resultados. Que por ejemplo, ser el 15 de la general, que podría», confiesa en EL MUNDO quien pronto tuvo que buscarse la vida fuera de España. «Fue lo mejor que pude hacer. En Francia estoy súper bien y no sé si volveré, porque se me valora más. Cuando voy a España siempre me piden más, no me valoran lo que hago. Es un poco raro», protesta.
A su lado, también de rojo Arkea (aunque el año que viene le espera el Movistar), la sonrisa inseparable de García Pierna, estirpe de ciclistas (su padre es Félix García Casas, su hermano Carlos corre en el Caja Rural). El año pasado fue su debut, este vuela con sensaciones estupendas. «Me noto mejorado y tengo más interiorizado el ritmo de carrera», admite, brillante en los Pirineos (12º en Hautacam, 26º en Superbagnères).
«El ciclismo ha subido a niveles estratosféricos con Pogacar, Van der Poel y todos estos genios. Es una época gloriosa y es súper difícil. Tuvimos la suerte de tener a Contador, a Valverde a Purito. Antes a Indurain, a Perico. Ahora hay jóvenes con talento que no están para ganar el Tour pero sí para hacer cosas grandes. Hay que seguir insistiendo con la cantera», concluye con el análisis Rojas. "Nos toca una época en la que es súper complicado conseguir victorias y luchar por algo, pero a la vez estás compartiendo pelotón con el que quizá sea el mejor de la historia y hay que saber disfrutarlo también", añade García Cortina.