Los turcos, bicampeones de Europa las dos últimas temporadas, ni siquiera disputarán los playoffs. En el aire el futuro de su entrenador y de su estrella
La enésima puesta en escena del histriónico Ergin Ataman tuvo realmente aroma de despedida. Cuando el pasado jueves, a falta de menos de un minuto, 15 abajo en la cancha del máximo rival en Estambul, el técnico del Anadolu Efes recorrió toda la banda para saludar a su colega Dimitris Itoudis y abandonar por la otra punta la pista, acababa de desaparecer de la escena de un fracaso: su equipo, bicampeón de Europa, decía adiós matemáticamente a sus opciones de disputar los playoffs de la Euroliga a falta de una jornada para el final.
Justo un instante antes, Itoudis, que tampoco anda mal de parafernalia, acababa de pedir el challenge sobre un fuera de banda. Con todo sentenciado a favor del Fenerbahçe. Con su rival hundido en la miseria. Sonaba a escarnio, aunque después Ataman afirmara que no había sido ese el motivo de su huida: fueron los insultos de las tribunas del Ulker Sports Arena los que le hicieron desaparecer.
Incluso la tangana de después, con Will Clyburn corriendo con furia hacia el banquillo rival, supuestamente para vengar las burlas de un técnico asistente. Toda en la prematura despedida de la competición del Efes resultó tan enrevesado y estruendoso como su temporada. Nunca antes un campeón, con este formato, había sido eliminado tan pronto. Con el futuro del propio Ataman en el aire y su gran estrella, Vasilje Micic, cada vez más decidido a explorar al fin la NBA -sus derechos pertenecen a los Thunder-, la bonita historia del Anadolu Efes, el segundo campeón de Europa turco, parece haber escrito un punto final.
Al menos como se le conoció a ese Grupo Salvaje de “cuatro años de historia”. Porque fue en Vitoria donde 2019 donde empezó a escribir su leyenda: en esa Final Four el peor equipo del curso anterior saltó la banca en semifinales ante el propio Fenerbahçe -legendaria actuación de Shane Larkin– y sólo el CSKA le detuvo por el título. Como lo iba a hacer la pandemia en la siguiente temporada (marchaba líder con un balance de 24-2). Ni el primer Barça de Jasikevicius ni el último de Pablo Laso pudieron con los otomanos los dos últimos cursos. En el presente, amenazaban con el Three Peat, con imitar a la Jugoplastika de Split, el último que reinó tres años seguidos en Europa. Pero todo ha acabado saltando por los aires antes de tiempo.
Y eso que el pasado verano se reforzaron con Clyburn. Y que lograron retener una vez más a Micic y a Larkin, una pareja ya para siempre legendaria. Sin embargo, esta vez los sesteos del comienzo de curso sí que les pasaron factura. En la hora de la verdad, cuando debían acumular victorias para acceder a los playoffs, volver a remontar hasta la cima como el curso pasado, y ser la piedra en el zapato de los cabezas de serie, ni la fortuna ni las lesiones ni el buen juego estuvo de su lado. Para más dolor, fue el Fenerbahçe el que certificó su despedida.
“No quiero entrar ahora en las cosas de los contratos. Próximamente se harán planes en el Efes tanto para los jugadores como para los entrenadores. No hay que creer falsos rumores. Cualquiera puede hacer una oferta a cualquiera. No hay ningún acuerdo. Vamos a mirar hacia delante”, pronunció un Ataman que ha ido rumiando durante semanas esta eliminación, que aún no ha renovado y que reconoció contactos con el Panathinaikos.