LaLiga Santander
Elche 0 Barcelona 4
El delantero se reivindica marcando en el Martínez Valero en una goleada del Barcelona completada por Lewandowski (2) y Ferran Torres
Hay padres poseídos por el mal de quien cree custodiar una bolsa de dinero, no un hijo que necesita ayuda. Que el progenitor vuelque sus frustraciones en los éxitos precoces de un niño que pocas veces tiene derecho a réplica es un mal endémico del deporte. André Agassi odiaba el tenis. Su padre le torturaba con una máquina lanzapelotas. Víctor Valdés odiaba ser portero. Su padre le asfixiaba en un puesto que detestaba. «Incluso el día que cometía algún error, por pequeño que fuera, mi padre estaba allí para recordármelo», recordaba el guardameta. Ansu Fati, en Elche, dispuso de los minutos que tanto reclamaba el patriarca de la familia por ser quien lleva la «camiseta con el diez». Marcó uno de los cuatro goles del triunfo azulgrana. Su grito fue de liberación mientras Balde le abrazaba. Pero la maquinaria volverá por donde solía: al elogio y la exageración. Sin que nadie tenga en cuenta que Ansu sufre por ser quien esperan que sea. No por lo que es ahora.
Aquello de que el fútbol es lo más importante entre las cosas menos importantes pudo sonar un día poético. Pero es ya una gran mentira. El fútbol en sí, al menos su práctica deportiva, interesa cada vez menos ante unos dirigentes absurdos y sombríos, y unos hinchas que, alentados por los medios, sólo exigen que les den la razón. No lo tienen sencillo los jugadores del Barça para vivir en paz, por mucho que este sábado goleara al colista Elche y diera un paso más hacia el título de Liga. Entre tanto, el Caso Negreira; la ensoñación del regreso de Messi; el desembarco de esos inversores que dejan su dinero a cambio de meterse en el club hasta el tuétano; el esperpéntico soliloquio radiofónico de Bori Fati antes de que su hijo pidiera una tregua con un buen gol; o el ardor emocional de un futbolista (Gavi) a quien se le juzga y condena por sus patadas, no por haber llegado antes que el resto por su calidad y siendo un crío aún pendiente de madurar.
Venció el Barcelona al Elche sin apuro alguno, gracias a que Araujo intimida tanto en un área como en la otra, y gracias a que Lewandowski puede seguir tirando de oficio hasta que le venga en gana. Con los dos marcados en el Martínez Valero, ya son 17 tantos los que se ha embolsado el polaco en la Liga.
La extremaunción del Elche
Bastante hizo el Elche con no descomponerse antes del inicio del segundo tiempo pese a su cruda realidad. Último, a 14 puntos de la salvación y a 58 líder, y con su sexto entrenador de la temporada en el banquillo (el argentino Sebastián Beccacece, debutante en el fútbol europeo), el equipo ilicitano trató de recompensar a una afición que procuró llenar su estadio. Porque, cuando sólo queda la extremaunción, los males se llevan algo mejor. Mascarell rindió de lo lindo como tercer central, pero el Elche, abierto en canal por la garganta del campo tras el descanso, volvió a pagar sus graves carencias en ataque, con Pere Milla como única e insuficiente respuesta. Las tres ocasiones de la que dispuso el Elche acabaron mal. Carmona se tropezó y lesionó en la primera, Guti estrelló la pelota contra el larguero en la segunda, y Ter Stegen asomó en la tercera.
El Barcelona se tomó su tiempo para darse el festín con Eric García intentando aprender que un mediocentro debe dar sentido al juego, no sólo al balón. En el primer tiempo, aprovechó el Barça una de sus tres ocasiones en una falta botada por Jordi Alba y descolgada por Araujo a la que Lewandowski, tras un control hacia atrás para ganar espacio, dio continuidad haciendo palanca con la derecha. El ariete, sin embargo, no pudo aprovechar después un gran centro desde la derecha de Ferran Torres. Y Koundé, ya en el final del acto, tampoco pudo sortear la oposición de Mascarell.
Todo fue mucho más sencillo en la reanudación. Ansu debió verse en una autopista hacia el cielo ante la convicción con la que se echó al monte en el 0-2. Tomó la pelota en el centro del campo y no se detuvo hasta disparar a gol justo antes de entrar al área. Lewandowski abrillantó su partido después de aprovechar un robo de Gavi, otra vez desatado. Y Ferran Torres, que no veía puerta desde el 1 de noviembre de 2022, alcanzó un pase largó de Lewandowski para formar parte de ese triunfo que, más allá del duelo de Copa frente al Real Madrid del miércoles, sirve para reclamar la redención de los sospechosos.
O, como escribía Houellebecq sobre Lovecraft en Contra el mundo, contra la vida, a veces conviene ir más allá. Y convertir «el asco por la vida en una hostilidad activa».