”Cuando salía con la bici a la carretera me decían que me fuera a fregar”, recuerda la mejor ciclista española de la historia, que se congratula de que ahora las mujeres dispongan de medios y sueldos dignos
Atiende la llamada telefónica del periodista en una tarde en la que se encuentra pintando una pared de su casa en Gatika (Vizcaya). «Las amas de casa tenemos que hacer de todo», señala Joane Somarriba (50 años), la mejor ciclista española de todos los tiempos, ganadora de tres Tour de Francia (2000, 2001 y 2003), dos Giros (1999 y 2000) y un Mundial de contrarreloj (2003). Retirada en 2005 tras conquistar una medalla de plata en el Mundial de crono disputado en Madrid, ha estado alejada del foco mediático. La vida anónima de una campeona en un pequeño pueblo.
La vasca fue una pionera en un tiempo hostil para las ciclistas. «El comienzo fue muy duro, no había nada. Cuando salía con la bici me adelantaban y giraban la cabeza. ‘¡Pero has visto bien, es una chica!’, decían. Iba por la carretera y gritaban: ‘Vete a casa a fregar, ¿qué huevos haces aquí?’. Esos comentarios los hemos sufrido todas las ciclistas de mi generación. Cuando yo decía que quería participar en el Tour o el Giro se sorprendían. Mis comienzos fueron complicados, con 17 o 18 años me entrenaba y no veía resultados. Me esforzaba y me daban ganas de mandarlo todo a la mierda. La familia me ayudó mucho».
Joane Somarriba es una precursora que se quita méritos y prefiere pasar desapercibida. «Me retiré y me centré en la familia. Pronto nació mi primer hijo, Markel, y luego llegaron Oinatz y Regina, los tres muy seguidos. Me aparté de todo. Estoy bien siendo una persona corriente. Soy muy tímida y no quiero que nadie sepa de mí. Cuando voy por ahí y me reconocen, digo: ‘Ay, Dios Santo’».
Hace más de 20 años, Joane acaparaba podios en un erial. «Entonces, todo era distinto. Me enriquece mucho ver cómo ha cambiado la situación de las chicas. Ahora cuentan con medios, carreras y equipos. Es tremendo. Ya no tienen la necesidad de marcharse de su país. Yo me tuve que ir a Italia. Ahora lo tienen todo aquí y pueden competir con toda la dignidad del mundo, que es lo importante. Me alegra que corran en igualdad, con casi las mismas infraestructuras de los equipos de los hombres, y que tengan sueldos dignos».
- Seguro que siente envidia sana, porque ahora ellas tienen las necesidades cubiertas.
- Envidia por los sueldos, por los medios. Es un lujo que puedan correr en las mejores carreras del mundo, que dispongan de todas las facilidades para que deportivamente puedan darlo todo. Nosotras teníamos que mendigar, casi arrastrarnos para correr. Al principio, íbamos seis o siete corredoras y sólo teníamos un masajista, y si llevabas un masajista no podías tener un mecánico. Había una gran brecha con los hombres. Ibas a Italia y de lo que te prometían que te iban a pagar, la mitad de la mitad. No tenías un aval, por eso digo lo de mendigar. Gané el Giro y el Tour y no vi ni un duro. Los equipos se gastaban lo que tenían y luego no te pagaban. Las cosas han cambiado a mejor y me siento orgullosa de que haya sido así.
- Entonces apenas ganó dinero.
- En Italia, no. Allí se hacían los locos. El trato humano era bueno, crecí mucho como corredora, fui compañera de Fabiana Luperini, pero no fue positivo en lo económico. Luego decidí acabar mi vida deportiva en casa y me fue mejor.
El ciclismo femenino español está atravesando por una época floreciente. El Movistar ocupa puestos estelares en el ránking internacional. La neerlandesa Annemiek van Vleuten es la estrella. Su contrato con el equipo telefónico concluye este año y percibe unos 250.000 euros anuales. El sueldo mínimo de las corredoras que militan en la escuadra telefónica podría rondar los 32.000 euros anuales. A partir del próximo año, todas las ciclistas españolas dispondrán de un salario mínimo y cotizarán en la Seguridad Social. Las empresas que inviertan en deporte femenino contarán con beneficios fiscales por el programa Universo Mujer.
Joane Somarriba disfruta ahora presenciando por televisión a Van Vleuten, Mavi García o Sheyla Gutiérrez, pero todo lo ve desde la distancia: «Llevo una vida muy diferente a la que tuve como ciclista. Se me dio bien lo que hice y disfruté muchísimo. Todas las experiencias que pasé me enseñaron a superarme y a crecer como deportistas y como persona. El deporte de élite me incrementó el afán constante de superación. Todo eso me ha ayudado para afrontar la enfermedad de Crohn, que me afectó a partir del tercer embarazo y que de vez en cuando me produce una fuerte inflamación intestinal. Es una enfermedad congénita, mi padre también la padeció».
«Esta enfermedad», continúa la ex ciclista vizcaína, «me condiciona, pero esa circunstancia no me la he tomado como algo negativo. Al final, tienes que tirar para adelante y te das cuenta de que hay mucha gente que está peor. Esta enfermedad me ha tocado a mí y me ha enseñado a vivir al día a día. Sabes que eres vulnerable. Es una enfermedad que no te avisa, estás bien y de pronto reaparece. Son brotes y por alguno de ellos he llegado a estar ingresada en un hospital durante dos meses. Ahora sigo un tratamiento de inmunodepresores, estoy bien. Todo esto te hace alejarte un poco de la vida social. Si a mí, por mi forma de ser, ya me costaba relacionarme y ya venía con ese defecto de serie, pues con esta enfermedad mucho más. Ahora te encierras más en ti misma… Soy del norte, muy cerrada».
Somarriba, que fue nombrada Mejor Deportista Española en 2003, huye de la notoriedad. Ha recibido algunas ofertas para comentar carreras, pero las ha desestimado. Apenas concede entrevistas. Su última gran contribución pública fue en 2005 con la publicación de su libro Joane Somarriba. Sacrificio y gloria de la mejor ciclista española, pionera en un mundo de hombres (La Esfera de los Libros), escrito en colaboración con el periodista Jon Rivas. Nacida en Gernika, vive en Gatika, un pueblo de poco más de 1.600 habitantes de Vizcaya, a un par de kilómetros de Mungia. Está dedicada plenamente a su familia. Se casó con Ramontxu González Arrieta, ex ciclista, buen escalador, compañero de Miguel Indurain en el Banesto y ex seleccionador español de ciclismo femenino. En el garaje de su casa hay una docena de bicicletas. Sus tres hijos practican el ciclismo. El mayor, Markel (16 años), compite y apunta buenas condiciones. «A Markel le encanta subir puertos, cuanto más duros mejor. Es un pajarito, ahora también le ha dado por el ciclocross. A ninguno de los tres les exigimos nada en el ciclismo, no queremos que se agobien con el peso de los apellidos. Lo importantes es que disfruten y que estudien. Les acompaño a las carreras y me pongo nerviosa porque veo peligros por todas las partes. Me pasa lo mismo que a mi madre cuando yo corría», dice Joane.
«El ciclismo ha sido mi vida, sigo saliendo en bici, pero sólo lo hago para disfrutar. Si llueve o hace frío me quedo en casa. Si volviera a nacer haría lo mismo que he hecho siempre. Desde niña quería correr el Tour de Francia, algo que entonces parecía imposible. Me empeñé en ello y lo conseguí. Tuve la fortuna de que en mi familia siempre me animaron. Mi padre era marino, cuando dejó de navegar abrió, junto con mi madre, un restaurante. A él le encantaba el ciclismo, a mis hermanas y a mí nos llevaba a las tiendas de bicicletas y nos decía: ‘¿Qué bici queréis?’».
La mejor corredora española de todos los tiempos, además de sus éxitos en el Tour y el Giro, participó en tres Juegos Olímpicos (Atlanta, Sydney y Atenas). No siente añoranza del pasado. Ella es feliz con su familia en Gatika: «Dejé de correr tras el Mundial de Madrid y me quedé en casa. Me he dedicado a cuidar a mis hijos y eso ha sido una gran suerte. Es lo mejor que me ha pasado, mucho mejor que la conquista de las medallas. Aunque, es verdad, cada vez dan más guerra. Cuidar a los hijos es como ganar un Tour, hay que tener mucha constancia y ser paciente, porque los hijos no vienen con un manual debajo del brazo. Pues a todo eso me dedico ahora. Soy muy sencilla». Palabra de campeona pionera.