En lugar de cumplir la sanción en la próxima carrera, en Argentina, donde podría no estar por lesión, lo hará en la siguiente prueba en la que esté
Hasta este martes, en MotoGP existía una regla: en caso de sanción, ésta debía cumplirse en la siguiente carrera. Anteriormente ya había ocurrido que el piloto castigado se perdía por lesión esa prueba y la penalización se quedaba en el limbo, desaparecía, se esfumaba, pero nunca se consideró un cambio. Hasta este martes. Después de la polémica alrededor de la acción de Marc Márquez en el pasado Gran Premio de Portugal, quienes regulan el Mundial decidieron cambiar la normativa para sancionar al español sí o sí. Ante la posibilidad de que se pierda la próxima carrera en Argentina por su fractura en la mano derecha, la Federación Internacional de Motociclismo (FIM) emitió un comunicado para adaptarse a la situación.
“[La pena] será cumplida por el piloto en la próxima carrera en la que él pueda participar”, aclararon los comisarios del organismo, Freddie Spencer, Andrés Somolinos y Tamara Matko, en una clara rectificación de la nota anterior en la que se especificaba que el castigo escogido, un doble paso por la zona de ‘long lap’, debía cumplirse “en la carrera del Gran Premio de Argentina”.
El equipo de Márquez, el Repsol Honda, no ha aclarado si apelará el cambio de criterio que perjudica enormemente al español. Si realmente se pierde la carrera en Argentina y regresa para la siguiente, en Austin, Estados Unidos, estará lastrado de uno de sus circuitos favoritos, quizá el que más. Después del abandono en Portugal por culpa de su embestida a Miguel Oliveira, la presumible ausencia en la próxima prueba y los problemas en Austin podrían apartarle de la lucha por el Mundial de manera prematura, pues esta temporada se reparten más puntos cada fin de semana.
"Que el caso se cierre significa que soy inocente. La Justicia alemana no cerraría un caso si fuera culpable. No sé qué traducción del comunicado tenéis, pero eso es lo que significa. Ya está, pasemos página. No quiero volver a escuchar ninguna pregunta sobre esto nunca más. Y eso va para todo el mundo", amenazaba Alexander Zverev en sala de prensa este viernes después de un doble logro: clasificarse para la final de Roland Garros en la que se enfrentará a Carlos Alcaraz este domingo (14.30 horas, Eurosport) y cerrar el caso de violencia doméstica que pendía sobre él.
El Tribunal Penal de Berlín anunció un acuerdo entre Zverev y su ex pareja, Brenda Patea, por el cual el tenista pagará 200.000 euros de multa -que irán mayoritariamente a las arcas públicas- y no habrá juicio. De alguna manera, el pacto otorgaba la razón al ahora finalista de Roland Garros porque meses atrás un Juzgado de Primera Instancia le había impuesto un castigo superior, 450.000 euros, y él había apelado. Pero en ningún caso la Justicia alemana reconoció su inocencia.
Los hechos siguen sin esclarecerse, más cuando Patea denunció penalmente un episodio concreto -supuestamente Zverev la intentó asfixiar en Berlín en mayo de 2020-, pero públicamente habló de muchos sucesos a lo largo de sus cuatro años de relación. "Es un hombre celoso, revisaba constantemente mi teléfono y a veces un simple 'me gusta' de alguien a una foto mía era suficiente para enfurecerlo. Su ira se convirtió en violencia física varias veces", confesaba ella al periódico Süddeutsche Zeitung, en cuyas páginas se recordaba que una pareja anterior, Olga Sharypova, ya le imputó unos hechos similares.
En plena madurez tenística
En todo caso, con el pacto y su advertencia en rueda de prensa, Zverev seguramente logrará este domingo apartarse de la polémica si vence en la Philippe Chatrier. Hasta ahora, cada día era preguntado por los detalles de su juicio. Hasta ahora, una amenaza se mantenía latente: el alemán podía alcanzar el momento cumbre de su carrera, su primer Grand Slam, y pocos días después ser declarado culpable. La situación le preocupaba a él, evidentemente, pero también a su principal patrocinador, Adidas, a la ATP y a la propia organización de Roland Garros.
Sea cual sea la verdad de lo ocurrido, ya no habrá escándalo. Zverev podrá centrarse en su duelo ante Alcaraz y en sus clásicas armas, el servicio y ese revés demoledor. Como ya hizo en el Masters 1000 de Roma, durante todo el torneo parisino el alemán ha mostrado una gran evolución más en lo mental que en lo tenístico. A sus 27 años, en otras ediciones no habría solucionado momentos peliagudos como los que vivió en tercera ronda ante el holandés Tallon Griekspoor o en octavos ante Holger Rune. De hecho, el más joven Zverev no hubiera aguantado la presión de debutar en una Philippe Chatrier llena ante una leyenda como Rafa Nadal.
Aquel encuentro le pasó factura, pero después fue creciendo en la competición. Su dominio ante dos 'terrícolas' como Alex De Miñaur yCasper Ruud demuestran que puede poner en apuros a Alcaraz, aunque el español es favorito. Los dos están ante su primera final en el Grand Slam galo, pero Alcaraz ya sabe qué es ganar dos 'grandes' y Zverev sólo ha tenido una posibilidad de conseguirlo. Fue en la final del US Open de 2020 y cayó con estrépito ante Dominic Thiem: dominó los dos primeros sets y luego se dejó remontar. Ahora ha crecido personalmente, ha afinado su juego y, después del pacto de este viernes, se ha liberado de sus problemas judiciales.
Unos días atrás, Jim Walmsley, estrella de las carreras por montaña, algo así como el Kilian Jornet estadounidense, miraba al lado mientras disputaba la UTMB, la prueba más importante del mundo, y alucinaba: «¿Qué haces tú por aquí?». A mitad del recorrido alrededor del Montblanc, completados unos 80 de los 176 kilómetros totales, se encontraba en el grupo de cabeza junto a él al francés Vincent Bouillard, con el que Walmsley llevaba años trabajando.
Para el diseño de las mejores zapatillas de Hoka, el corredor yankee, imagen de la marca, había dado su opinión sobre varios modelos a los ingenieros y entre ellos estaba Bouillard. Pero en plena carrera, éste no quería ayudar a Walmsley con el calzado, estudiar sus pisadas para próximos prototipos, tampoco animarle: Bouillard realmente quería ganarle. Y lo hizo. Pese a su empleo a jornada completa como diseñador de zapatillas en Hoka, el francés triunfó en la meca del trail running para sorpresa de todos, especialmente de los atletas profesionales patrocinados por la empresa.
«Quizá para ellos era raro, sí, pero yo no pensaba mucho en ello. En una carrera de ultra distancia, que dura unas 20 horas, te debes centrar mucho en ti mismo y en la gestión de tu propio esfuerzo. En los primeros kilómetros recuerdo que estaba feliz como un niño, disfrutando de poder correr con los mejores y hablando con ellos. Muchos de los corredores de Hoka, como Jim, son amigos míos y yo pensaba: 'Wow, soy capaz de correr junto a ellos'. Pero a medida que fue pasando la prueba me concentré mucho en mantener el ritmo y en hacer las cosas bien», explica Bouillard a EL MUNDO.
Probador del calzado que diseña
Con su triunfo cogió el relevo de dos leyendas francesas como François D'Haene y Xavier Thevenard y se quedó a unos minutos del récord de la prueba del propio Walmsley. Sólo le perjudicó un control de material algo accidentado en uno de los últimos avituallamientos y una pequeña caída al final del descenso de La Flégère, a la entrada de Chamonix. «Me hice un poco de daño, pero ya me quedaba muy poco. En ese momento lo más importante era disfrutar de la entrada a meta», comenta el corredor y diseñador de zapatillas o diseñador de zapatillas y corredor. Más o menos una cosa llevó a la otra.
De Annecy, mediofondista desde la infancia, mientras estudiaba Ingeniería en la Universidad de Lyon llegó a competir en los 800 metros de algunos meetings franceses, pero cuando se graduó dejó de soñar en un futuro como profesional. El tartán estaba olvidado; trabaja investigando sobre polímeros. Pero para mantenerse en forma empezó a correr por la montaña, consiguió una beca para trabajar en Hoka, una cosa llevó a la otra y encontró su sitio, su equilibrio, su vida.
Entrenar a cualquier hora
En su trabajo estudia nuevos materiales para la marca, siempre en contacto con los corredores profesionales, y en su tiempo libre prueba por los caminos los prototipos que diseña. Entre 2017 y 2022, sumó algunas victorias en carreras pequeñas y poco conocidas en Francia y el año pasado empezó a sonar el mundillo al ganar la Kodiak Ultra, una prueba modesta de 100 millas en Estados Unidos. Pero nadie esperaba que fuera a ganar la UTMB, una especie de Mundial de la especialidad. La retirada de muchos de los favoritos, entre ellos el mismo Walmsley o el español Pau Capell, y la maestría de Bouillard llevaron a la campanada.
«Muchos se sorprenden porque he ganado pese a tener un trabajo a jornada completa, pero sólo ha sido una carrera. Tengo mucho respeto por los corredores profesionales porque tienen que rendir mucho más, durante muchos años. Yo simplemente disfruto mucho de correr por la montaña y supongo que ése es el secreto. Saco tiempo para entrenar de dónde puedo, por la mañana, por la tarde y por la noche y, de momento, no tengo hijos así que no tengo muchas obligaciones familiares», resume Bouillard que ahora no quiere cambiar de vida.
Las marcas deportivas ansían fichar a nuevos talentos y Hoka lo tiene fácil, puede ofrecerle un contrato de corredor sin salir de la empresa, pero el francés quiere seguir trabajando como diseñador de zapatillas. «Hablaré con la marca y es posible que redefinamos mi posición, pero yo disfruto de mi trabajo, no quiero dejarlo», finaliza.