El seis veces campeón de MotoGP termina cuarto en Motegi y sólo un problema electrónico le arrebata el podio. Según su equipo, ha recuperado la alegría de antes de la lesión
En el paddock de MotoGP hay un hombre feliz. No es el líder del Mundial, Fabio Quartararo, incapaz de adelantar a nadie por culpa de su Yamaha, lenta, muy lenta, exageradamente lenta, octavo este domingo en Motegi. No es tampoco su máximo adversario, ‘Pecco’ Bagnaia, que se cayó por culpa de la exasperación que le provoca la competencia de Enea Bastianini, su compañero en Ducati. Y por supuesto no es Aleix Espargaró, tercer candidato al título, que en Motegi no pudo ni competir porque su equipo se dejó encendido el ‘modo eco’ y no podía pasar de 80 km/h. El hombre feliz es Marc Márquez. ¿Ganó en Japón? No. ¿Subió al podio? Tampoco. Pero ya no siente dolor en el brazo derecho. Y ése es uno de los éxitos más importantes de su vida.
“Al acabar, el brazo estaba cansado, pero no sentía dolor. Eso es lo más importante para mí. He podido aguantar un ritmo constante durante toda la carrera. Estoy feliz”, concluía este domingo en meta, después de acabar en cuarta posición. En realidad, pudo lograr más, pero a estas alturas eso no importa. El seis veces campeón de MotoGP cayó desde la pole hasta el quinto puesto en sólo dos vueltas y todo apuntaba al desastre cuando descubrió un extraño fallo de su Honda. “En la primera vuelta pensaba que tenía que volver a retirarme, pero he cambiado mapas y de repente la moto ha empezado a ir bien. No quería inventar, sólo quería acabar, aunque al final me he sentido cómodo y he podido atacar”, analizaba en referencia a su adelantamiento final, a Miguel Oliveira, para hacerse con el cuarto puesto.
La alegría recuperada
Cuentan en su garaje que, a diferencia del año pasado, cuando incluso venció en tres carreras, esta vez Márquez disfruta. Antes, competía y sonreía como siempre, pero andaba apagado. Ahora es otro porque su futuro es otro. Su equipo espera que en las cuatro carreras que quedan, especialmente en Tailandia y Australia, las dos próximas, culmine su regreso con un podio e incluso un triunfo que desate la celebración. Visto lo visto, es una opción. Pero si no ocurre tampoco será un drama. El objetivo de todos ya está situado en 2023, el campeonato en el que trabaja Honda, al parecer, en buena sintonía con el propio Márquez. Y hacía tiempo que eso no pasaba. De hecho, durante todo el fin de semana, el español ha mandado mensajes de agradecimiento a la fábrica, al equipo y a todos los que le rodean.
“Quiero agradecer a Honda por ayudarme a sacar adelante un fin de semana tan positivo. También quiero dar las gracias a todos los trabajadores de la fábrica que se han acercado hasta aquí durante el Gran Premio, ha sido un placer poder verlos a todos”, comentó Márquez que, pese a su ausencia en ocho pruebas este año, sigue siendo el mejor piloto de la marca japonesa por delante de Takaaki Nakagami, Pol Espargaró y su hermano Álex. El año próximo sus cotas serán mayores. El brazo parece que se va recuperando, la próxima RC213 se supone más rápida y los rivales de la nueva generación no dan aún el salto esperado. En el paddock hay un hombre feliz. Y no es Quartararo, ni Bagnaia, ni Aleix Espargaró, que pelean por uno de los títulos más ‘baratos’ -con menos puntos’- de la historia. El hombre feliz es Márquez, un piloto sin dolor, el favorito para el año que viene.