El Valencia refuerza su estructura deportiva tras la salida de Miguel Ángel Corona. Lo advirtió el CEO de fútbol, Ron Gourlay, hace unos meses y se ha materializado tras su regreso de Singapur. El presidente Kiat Lim ha dado luz verde a la incorporación de Lisandro Isei, Hans Gillhaus y Andrés Zamora, tres hombres a los que el Gourlay conoce perfectamente y a los que confía la “visión de futuro” en el mercado de fichajes que cree debe tener el Valencia para fortalecerse en los próximos años.
El objetivo, según anunció el club en un comunicado, es “impulsar el crecimiento deportivo y la mejora competitiva a lo largo de las próximas temporadas” tanto de la primera plantilla como de la Academia.
Lisandro Isei será el director de captación y ‘scouting’ del club, una figura en la cúspide del nuevo organigrama. Fue director de ‘scouting’ en el Al-Ahli de la Saudi Pro League, donde coincidió con el CEO de fútbol. Antes había trabajado en el Charlotte FC de Estados Unidos y para distintos clubes europeos como el Willem II y el FC Dordrecht.
Gillhaus, por si parte, será jefe de ‘scouting’ tras trabajar en clubes como el PSV Eindhoven, Chelsea, Arsenal y Atalanta. Además, ha sido director técnico del Zulte Waregem de Bélgica y coordinador de la red de ‘scouting’ europea del Sunderland.
Mientras su tarea se desarrolla en Europa, Andrés Zamora ejercerá como ‘jefe de scouting’ para Sudamérica, donde ya fue ojeador jefe de San Lorenzo de Almagro, del AVS Futebol de Portugal y del Olympique de Marsella también para el sur del continente americano.
Según indicó el club, estas incorporaciones están alineadas “con la visión de futuro del presidente Kiat Lim” y también “reflejan” el compromiso del club para prepararse “para responder a los retos que plantea el mercado de fichajes a nivel nacional e internacional.
El Celta se había preparado para la fiesta de su 101 aniversario y del liderato en LaLiga y la desató casi sin esfuerzo. Los festejos en Balaídos los eclipsó durante algunos minutos el gol de Diego López para el Valencia, que luego se mostró incapaz de agarrarse al resultado a favor por errores en las dos áreas. Mostró tantos agujeros en todas sus líneas que acabó castigado por Aspas, que encendió las velas que soplaron él mismo, Mingueza y Fran Beltrán.
Los gallegos saltaron erizados por los fuegos y el eco del himno de C. Tangana para el Centenario. Oliveira dos Cen Anos les atronó desde el gradas a las 19:23 cuando enfilaban el camino al césped para acosar a los valencianistas. Les arrebataron la pelota, los encerraron e intentaron probar a Mamardashvili con las amenazas de Williot Swedberg y el imprescindible Iago Aspas. Trataba el equipo de Baraja de estirarse por la derecha con las carreras de Thierry por la banda derecha. Lo que en ese momento pareció un arma ventajosa, acabó siendo una trampa mortal.
Pero antes, el Valencia había conseguido ponerse en ventaja. Llevó el balón al área y, tras mil intentos, acabó en las botas de Rafa Mir que, de espaldas, optó colocarlo de chilena en el área pequeña donde apareció para cabecearlo Diego López. El gol llegó en el minuto 14 y tardó en subir al marcador porque se quiso constatar lo que todo el estadio ya había visto, que no hubo juego peligroso del delantero murciano en su acrobacia.
Lo tenía el Valencia todo de cara y, de nuevo el lateral portugués se lanzó a pisar área y probar a Iván Villar con un derechazo más potente que colocado. Ese atrevimiento lo pagó el Valencia. Con déficit de extremos y el recién llegado Luis Rioja en el banquillo, Baraja volvió a escorar a Mir a la banda derecha, una maniobra bomba porque entre sus tareas no estaban las ayudas a Thierry.
Las costuras se vieron cuando un centro de Iago Aspas desde la orilla derecha acabó en la banda contraria reclamado por un solitario Mingueza para, de media bolea, colarla por la escuadra de Mamardahsvili. Apenas diez minutos le había costado al Celta empatar y, en poco más, le dio la vuelta al marcador. Lo quiso hacer Swedberg, a la carrera y con un doble regate en el área que Mosquera aguantó para que el sueco no pudiera ajustar su disparo. El agujero por la banda era ya muy evidente.
Pese a que Rafa Mir despejó en lugar de rematar en el área de Guaita, el Celta se aprovechó de otro robo. Conducía Mingueza desde su campo cuando vio incorporarse a la carrera a Aspas por el carril central y le asistió para marcar el segundo gol. El centro del campo valencianista fue transparente.
Al Valencia, con el marcador a favor, le habían remontado en cinco minutos con dos contras por haberse olvidado de protegerse. Meneó Baraja a sus extremos buscando cerrar vías de agua, pero el Celta tampoco era perfecto y pudo ver que su esfuerzo se quedaba en nada si Hugo Duro hubiera estado más ágil para rematar en el punto de penalti un centro de Jesús Vázquez. No sólo no marcó el empate sino que vio cómo le castigaban por unas manos en el área en el tiempo añadido. Es entonces cuando Mamardashvili, que se quedará en el Valencia una temporada más cedido por el Liverpool, se acercó a susurrarle a Aspas y el maleficio surtió efecto porque atrapó el lanzamiento, impropio de la veteranía del gallego.
Tuvo que volver a salvar el georgiano a su equipo al inicio de la segunda parte con un paradón a mano cambiada al envenenado golpeo del delantero sueco de los celtiñas. Sólo fue un aviso de que el equipo de Claudio Giráldez querían más y el tercer gol llevó con un obús de Fran Beltrán desde la medialuna del área.
Noqueado el Valencia, Baraja estrenó a Luis Rioja y Balaídos se encomendó a Borja Iglesias, que les regaló un taconazo que pretendía dejar solo a Bamba ante el meta valencianista. Con el marcador cómodo, el Celta alzó el pie y el Valencia quiso crecer a base de los chavales de Paterna. Eran los dos equipos el reflejo del potencial que tiene su cantera y las telarañas de sus cuentas, destinados a pelear por los mismos objetivos.
La mejor ocasión que tuvo el Valencia de acercarse estuvo en el balón llovido de Foulquier que Rafa Mir estrelló en el poste. El resto fue más corazón que cabeza y oportunidades y el Celta no sufrió.
A España no sólo la ha encaminado hacia la cuarta Eurocopa de su historia el desparpajo de chavales en el campo, también fueron ellos los que dirigieron los festejos. En el césped hubo lágrimas, abrazos, manteos a De la Fuente y fotos, muchas fotos, pero pareció una celebración contenida hasta que estalló en el vestuario. Música y baile bajo la batuta de, cómo no, de Nico y sobre todo Lamine Yamal. Fue el DJ, contagió a Álvaro Morata en calzoncillos e hizo bailar no sólo a su hermano Williams, MVP de la final, sino a los lesionados Rodri, Pedri, Ferran y hasta Gavi y Navas, que movió su dolorida cadera. No se quedaba atrás tampoco Fermín, otro del clan salvaje.
A sus 17 años, Lamine tuvo un momento de tranquilidad sobre el césped, jugando con su hermano pequeño, pero luego dio rienda suelta al festejo, primero con un sombrero y después con gafas de sol camino del autobús. "Es increíble poder estar aquí. ¿A Cibeles? No, a Madrid". Antes, una foto con la copa y dos checks: "La ESO. Campeón de Europa". La fiesta acababa de comenzar.
Ya había sonado Raphael, la Potra Salvaje y toda la playlist que ha acompañado las previas de los siete partidos y había quien empezaba a desesperarse. "¡Creo que ya me están llamando!". Cucurella no dejaba de apretar el claxon del autobús, rápidamente personalizado con la pegatina de campeones de Europa, mientras Rodri se emocionaba recordando su lesión, su MVP y su primera Eurocopa. "Cuando ha marcado Mikel, me he puesto a correr como un loco y se me ha olvidado la lesión hasta que el médico me ha dicho '¡eh, ojo!'. Estaba muy triste, pero chapeau por estos chavales".
A su lado, Nico Williams casi soltaba una lágrima recordando a su familia. "He hablado con mi hermano a través del móvil de mi madre porque yo no he podido ver el mío todavía. Me ha dicho que me quería y que está muy orgulloso, que el nombre de los Williams está en el cima del fútbol mundial", y casi se rompe al hablar de su madre: "Mis padres lo han pasado muy mal, especialmente mi madre. Esto es para ellos".
La fiesta en la zona mixta la puso Álvaro Morata, capitán y convertido en DJ de la selección por un ratito. Con un altavoz gigante en la mano con la bandera de España, el grupo caminó con por el pasillo de medios con una cerveza en la mano y al ritmo de una versión tecno del Viva España de Manolo Escobar. "Esto es tremendo", admitía Le Normand. "Algo único", reconocía Navas. "Dentro de nueve meses va a haber un boom de natalidad", vacilaba Cucurella. El lateral, uno de los hombres de esta Eurocopa que aún ayer escuchó pitos, tendrá que pensar si se tiñe la melena de rojo, como prometió. Antes pagó otro peaje: en la cena de los campeones, ya en el hotel con las familias, Morata le hizo subirse a la mesa, agarrar el micrófono y cantar la canción que le dedican en Inglaterra. "Cucurella se come una paella, se bebe una Estrella. Tiembla Haaland, que viene Cucurella", interpretó entre el júbilo de sus compañeros.
También tuvo tiempo el lateral del Chelsea para enviarle un recadito a Gary Neville en sus redes sociales. El comentarista de Sky Sport había dudado de él. "Pienso que Cucurella es una de las razones por las que España no puede llegar a la final", dijo. "Llegamos a la final. Gracias por tu apoyo", le contestó el catalán son sorna.
Era el momento de las risas, aunque a Oyarzabal, autor de un gol para la historia, le costó desatarse. "Lo primero que pensé al marcar fue en si había sido fuera de juego, porque era muy justo. Luego ya sólo escuchaba gritos", bromeaba. Alguno eran de Álex Remiro, el único jugador que no ha disputado un minuto en esta Eurocopa, pero que predijo el gol de su compañero en la Real. "En la merienda me dijo que hoy marcaba", confesó el vasco. No fue el único. "Le dije 'cómo te huele el pie a gol, niño', y he acertado. Igual me tengo que dedicar a eso", bromeaba Morata.
No salió el capitán con un balón bajo el brazo, pero sí Ferran, Pedri y Fabián. "Nos los vamos a llevar todos", decía el andaluz entre los gritos de Viva España del canario, enfundado en su bandera. A todos les costó anoche hacerse fotos en el césped con sus amigos y familiares. La seguridad del estadio impedía que bajaran al césped y Laporte o Dani Olmo tuvieron que acercarse a negociar.
Lamine juega con su hermano pequeño.F. VOGELEFE
Lo consiguieron Zubimendi, cuyos familiares llevaban la camiseta de la Real Sociedad, los de Ferran y los hijos de Morata, que lloraron de emoción tanto como su padre antes de comenzar a jugar con un balón en el césped ajenos al jolgorio en el que Lamine se había puesto un sombrero con los colores de la bandera y Luis de la Fuente volaba por los aires manteado.
Guardó el seleccionador un discreto segundo plano. Eso sí, se hizo una foto con sus sobrinos y la bandera de La Rioja con el nombre de Haro e hizo una piña con sus seres queridos, como si el partido fuera a comenzar. Quien fue corriendo a abrazarle fue el padre de Lamine, consciente de lo que la apuesta del seleccionador ha supuesto para su hijo. Lo llevaba en la mano: el trofeo de mejor joven. Apareció poco más De la Fuente, por los compromisos federativos y por su perfil. Salió del vestuario casi por la puerta de atrás y con la camiseta de Reyes de Europa en la mano.
La Copa fue del vestuario al autobús en un arcón, pero era imposible que permaneciera guardada. La sacó Morata, que le cantó el 'No puedo vivir sin ti' de Coque Malla y la manosearon todos. Hasta el Rey Felipe la alzó sobre el césped como si fuera un jugador más.
A la celebración sólo le faltó una traca, esa que el delegado Fernando Giner, valenciano, se quedó con ganas de tirar a las puertas del Olímpico.