Inquieta Carlos Alcaraz cuando nadie lo espera, en las rondas iniciales de torneos lejanos, ante rivales que no protagonizan anuncios, pero llegados hasta este punto, a las semifinales de un Masters 1000, casi nunca falla. Este sábado, en Montecarlo, venció a Alejandro Davidovich por 7-6(2) y 6-4 para clasificarse para su segunda final de esta temporada. Jugará contra el ganador del duelo entre Alex de Miñaur y Lorenzo Musetti, pero sobre todo jugará a su nivel.
Después de tres partidos realmente extraños, con demasiados errores y demasiadas preocupaciones, Alcaraz por fin desplegó su tenis ante Davidovich. Hubo momentos para todo, pero en los instantes decisivos apareció el campeón del último Roland Garros, el tenista que más brilla sobre tierra batida. “¡Así sí!”, gritaba al certificar la victoria en dirección a su palco, con el entrenador Samuel López estos días al frente.
“Ha pasado mucho tiempo desde mi última final de Masters 1000 [fue en Indian Wells 2024, hace 14 meses]. Necesitaba ser paciente, tenía que creer que volvería a disfrutar de un momento así. Los aficionados quieren que llegue a la final de cada torneo así que estoy contento también por ellos. Voy a disfrutar del partido”, comentó Alcaraz después de una semifinales en la que estuvo más serio que nunca.
Si en los días anteriores se había descontrolado, entre el cabreo y la risa, entre la decepción y la euforia, esta vez se mantuvo sereno durante las dos horas y los nueve minutos de juego. De hecho, pese a que hubo golpes de mérito, apenas lució ese gesto tan suyo, el dedo a la oreja pidiendo aplausos para el público. En sus celebraciones ante Davidovich se permitió un “¡Vamos!” y nada más. Ni un alarde, ni una distracción. Desde que saltó a la pista quedó en evidencia que su objetivo era mantener la calma el máximo de tiempo posible. Incluso cuando se amontaron los errores y crecieron las dudas a su alrededor, Alcaraz siguió tan tranquilo.
Si hubo mala racha, incluso crisis, ya no existe, ni mucho menos. Los titubeos del Open de Australia desaparecieron, también la flojera de la gira sudamericana de tierra batida. Carlos Alcaraz ya ha vuelto a la senda del éxito. Como hizo el año pasado, este domingo levantó el trofeo en el Masters 1000 de Indian Wells y se recolocó para celebrar este año otro -u otros- Grand Slam, quizá incluso regresar al número uno.
Después de batir de forma consecutiva a Alexander Zverev, Jannik Sinner y Daniil Medvedev, es decir, al tercer, cuarto y quinto del tres del ranking mundial, ha recuperado su condición de contendiente al cinturón que ostenta Novak Djokovic. Ya se verá en el inmediato Masters 1000 de Miami y más en la cercana gira europea de arcilla, pero Alcaraz, a sus 20 años, parece que pronto alcanzará su mejor versión, incluso una todavía desconocida.
Este domingo, en la final del torneo de California ante Medvedev que terminó con un 7-6(5) y un 6-1, ni tan siquiera necesitó sublimar su tenis para vencer; sólo ser él. Ausente en Melbourne, la presencia de su entrenador, Juan Carlos Ferrero, fue esencial para que Alcaraz pudiera encontrar la calma, la paciencia, la relajación. "¿Y qué hago? ¿Sólo paso bolas?", le llegó a decir el tenista a su técnico cuando éste le reclamaba peloteos. La respuesta, por raro que pareciera, era que sí: tenía que sólo pasar bolas.
Como hizo en las semifinales del pasado US Open, Medvedev planteó una nueva estrategia a Alcaraz, un plan de juego sorprendente. Al contrario que entonces, el ruso se colocó dentro de la pista, propuso un partido directo, a derechazos, de tú a tú, y el español entró al capote. Con los nervios a flor de piel y el viento como enemigo, Alcaraz empezó la final fallando prácticamente todos sus golpes. Un error no forzado, luego otro y luego otro. Fueron 17 en el primer set -26 en total-, pero la mayoría, 13 de ellos en los cinco primeros juegos. Hasta que se serenó.
Los consejos de Ferrero
Gracias a un cambio de lado, a empezar a jugar junto a Ferrero, Alcaraz entendió que no podía ganar en media hora, que tenía que alargar los intercambios y su tenis mejoró. Un punto extraño supuso la catarsis. En pleno salto para un remate se trastabilló, pero tuvo tiempo para rehacerse, correr atrás, salvar la bola y acabar más tarde con un passing ganador. Del 0-3 inicial se pasó al 3-3 y el duelo se igualó. Desde ese momento Medvedev empezó a acumular fallos, a sentir la presión y Alcaraz recuperó la puntería. Ambas evoluciones colisionaron en el tie-break y se acabó la final. En el segundo set ya no hubo competencia, no hubo nada.
Si acaso espectáculo del español: velocidad en sus piernas, ángulos en sus golpes, un deleite para los aficionados presentes. Si acaso espectáculo del ruso: quejas al árbitro, maldiciones contra sus raquetas y gestos al público estadounidense claramente alineado con su rival.
Alcaraz, ante Medvedev, en la red.AFP
El título supuso el primero de Alcaraz desde su gesta en Wimbledon, su obra maestra, y el quinto Masters 1000 de su vida. La cifra parece corta después de los tiempos de Djokovic, Rafa Nadal y Roger Federer, pero no lo es. Si se compara, sólo un tenista levantó tantos antes de cumplir los 21 años: Nadal. Si se compara, Alcaraz ya es el segundo español con más Masters 1000 de la historia por delante del mismo Ferrero (cuatro) o Carlos Moyà (tres).
En su discurso de celebración, Alcaraz desveló que antes de empezar el torneo apenas podía moverse por la lesión de tobillo que sufrió en el ATP 500 de Río de Janeiro y que incluso en las horas previas a su debut dudaba sobre el nivel que podría ofrecer. Fue en ese estreno, contra el italiano Matteo Arnaldi, cuando cedió un set, precisamente el primero. Después, en el resto de la competición, sólo otro rival, Sinner, le logró arrebatar un parcial. Alcaraz ya ha vuelto a la senda del éxito y en ella cualquier cosa es posible de nuevo.
Kirsty Coventry será la próxima presidenta del Comité Olímpico Internacional (COI), la primera mujer al frente del organismo en sus 130 años de historia. En el complejo turístico griego de Costa Navarino, a 100 kilómetros de Olimpia, los 106 miembros presentes escogieron a la ex nadadora zimbabuense por delante de los otros seis candidatos, entre ellos el español Juan Antonio Samaranch Salisachs y le entregaron las riendas del deporte mundial.
La favorita del todavía presidente, Thomas Bach, se impuso haciendo valer su currículo, dos veces campeona olímpica, y su experiencia como gestora al frente del Ministerio de Deportes de su país, Zimbabue. En primera ronda recibió 49 votos, justo los necesarios para ganar, con Samaranch segundo con 28. Su elección fue una sorpresa, no tanto por ser escogida ella, como por su superioridad en votos respecto al resto.
Desde que, en los Juegos Olímpicos de París, Bach confirmó que no retorcería el reglamento para presidir el organismo cuatro años más, el proceso electoral pasó por distintas fases, pero en ningún momento se pensó que la votación podía resolverse en primera ronda. En los primeros meses, el inglés Sebastian Coe parecía el candidato perfecto gracias a su buena gestión de la Federación Internacional (World Athletics), a su conocimiento del propio COI -ya obtuvo los Juegos Olímpicos de 2012 para Londres- y a su ascendente como leyenda del deporte. El pasado 30 de enero, cuando los candidatos expusieron sus programas a los miembros en la sede de Lausana, no había dudas de que Coe estaba por delante. Pero en las semanas previas a las elecciones todo empezó a cambiar.
Coventry y el respaldo de Bach
El apoyo interno de Bach a Coventry la aupó en las apuestas y el trabajo en los despachos de Samaranch colocaron a ambos con posibilidades de ascender al trono. Pese al secretismo y a los poquísimos votantes, la igualdad se aceptó como una certeza. Y se multiplicó la tensión. Según desvelaba 'New York Times', en las horas previas hubo denuncias cruzadas de irregularidades y medios afines a unos y otros intentaron decantar la balanza.
El domingo, el 'Sunday Times' señalaba a Samaranch como "el hijo de un fascista" por los lazos de su padre con el franquismo y criticaba la existencia en China de una Fundación Samaranch dirigida por dos de los miembros votantes. De Coventry tampoco se quedaba atrás al denunciar los regalos que aceptó de quien fuera dictador de su país, Robert Mugabe. Finalmente la campaña británica no funcionó y Coe perdió la carrera.
Coventry ahora deberá ponerse a trabajar, aunque todavía en la sombra. Bach será presidente hasta el próximo 23 de junio, cuando oficialmente tendrá lugar el relevo. A partir de entonces el nuevo dirigente deberá encarar la reentrada de Rusia en los Juegos Olímpicos, los problemas económicos de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) por los recortes del Gobierno de Donald Trump, la llegada de las deportistas trans a sus competiciones, la pérdida de varios patrocinadores importantes para el olimpismo, la negociación de los contratos televisivos y, entre otras muchísimas cosas, la elección de una sede para los Juegos de 2036.