El 'caníbal' Tadej Pogacar gana hasta por inercia, porque los astros se alinean y le favorecen y una etapa que no entraba en sus planes con el Tour ya resuelto se la ponen en bandeja a su poderío incontenible. «¿Temes por tu popularidad?», le preguntan en sala de prensa por aquello del repóker (fueron seis etapas en el Giro, nadie había conseguido al menos cinco en ambas el mismo año), de resultar un 'abusón', de tumbar otra vez al ya derrotado Jonas Vingegaard. «Los sprinters no dejan pasar la oportunidad de ganar. Si puedes, tienes que ir a por la victoria siempre. Me pagan por ello», argumenta quien ha vestido 38 veces el maillot de líder entre Giro y Tour, una más que Eddy Merckx en su doblete de1970.
Su explicación basta y los hechos le respaldan. Haber levantado el pie ante Jonas en la meta del Col de la Couillole -volvió a batir el récord de la subida, más de dos minutos y medio más rápido que Richie Porte en 2017- hubiera resultado humillante para el rival que respeta y teme. «Queríamos ir tranquilos hasta el final, pero Soudal quería intentar sacar tiempo a Vingegaard o ir a por la etapa... y, al final, eso jugó a mi favor», sigue el líder, que sólo espera ya en la contrarreloj de Niza que todo vaya tranquilo, que no haya sustos para poder festejar su reconquista. «Con una victoria y el maillot amarillo habría bastado, la verdad. Pero en el ciclismo no se frena».
"En cierto modo, esperaba que Pogacar me diera la victoria de etapa. Pero la carrera fue difícil, sabía que no tenía posibilidades en el esprint, estaba al límite. No le culpo en absoluto. Probablemente, yo hubiera hecho lo mismo", se rinde Vingegaard, vacío tras sacar todo el tiempo posible a Evenepoel y recuperado tras la etapa del viernes que fue "uno de mis peores días en bicicleta".
Valiente Enric
Fueron los protagonista del día, otra vez. Pero había otros dos tipos que le disputaron los focos. Enric Mas y Richard Carapaz fueron los últimos de la escapada, engullidos a falta de dos kilómetros por la locomotora que comandaba Vingegaard. El ecuatoriano (ha firmado un Tour memorable vistiéndose de amarillo, ganando una etapa y logrando la clasificación de la montaña) y el español no se entendieron, a 'palos' en la ascensión final, sin conseguir anularse y sin mantener la distancia con sus perseguidores tampoco.
Ha sido un Tour distinto para el balear, siempre tan criticado. «Me pagan por pelear la general, así que iremos a por ello en La Vuelta», auguró en la televisión francesa, donde acudió tras ser ganar el premio a la combatividad del día, atacando de salida. Y explicó que él y Carapaz fueron «como el gato y el ratón» y que hubo «poca cooperación» antes en el grupo de 10 que conformó la fuga. «En todo caso, hemos rozado la victoria», concluyó. Despojando de la pelea por los puestos nobles del Tour -en la crono final peleará por Meintjes por la 19ª posición- a las primeras de cambio, su tercera semana ha sido al ataque, tercero en Superdévoluy, quinto ayer. Pero valiente al fin. Tras abandonar los dos últimos Tours, se marcha, al menos, con un sabor menos amargo esta vez. «He disfrutado de esta etapa y de este Tour, descubriendo un ciclismo totalmente diferente al que había experimentado hasta ahora. He podido ayudar a mis compañeros: a Gavirira en los sprints, a otros buscando la escapada... y hoy me han ayudado a mí», admitió.
Este domingo, la crono final desde Mónaco a Niza (casi 34 kilómetros bastante duros, incluido un puerto de Segunda, La Turbie), ya tiene poco que resolver. El podio es inamovible y la lucha por el cuarto puesto al que aspiraba Mikel Landa la defendió Almeida. Carlos Rodríguez, por debajo de lo esperado, debe remontar un segundo a Adam Yates para finalizar sexto.