Mohamed Salah, cuyo actual contrato expira el próximo junio, se ha marcado como objetivo ganar la Premier League en el que podría ser su “último año” en el Liverpool, según confirmó en una entrevista difundida este viernes por Sky Sports.
El revuelo en torno a la estrella de los reds continuó con estas declaraciones, donde el delantero subrayó que, desde el pasado verano, se ha fijado como objetivo número uno de su temporada la liga inglesa, en lugar de la Champions, como en otras ocasiones. “Tengo muchas ganas de ganar la Premier con el Liverpool”.
¿Por qué? “No lo sé. Probablemente porque no celebramos la que ganamos en 2020 como queríamos”, explicó, en referencia a la pandemia de coronavirus. “También porque es mi último año en el club y quiero hacer algo especial por la ciudad”. ¿Cree realmente que el final está cerca en el Liverpool? “De momento, sí. Estos son los últimos seis meses. Estamos muy lejos de progresar. Así que tendremos que esperar y ver”, aseguró el actual máximo goleador (17) y asistente (13) de la liga.
“Es necesario que ganemos otra”
El 11 del Liverpool, que llegó a orillas del Mersey en 2017, ha expresado regularmente su “decepción” por la falta de voluntad del club para ampliar su contrato. Dicho vínculo expira a finales de junio y, desde el 1 de enero ha podido mantener conversaciones con otros equipos interesados en ficharlo. No obstante, el Liverpool nunca ha comentado oficialmente su situación, ni las de Virgil van Dijk y Trent Alexander-Arnold, también al final de sus contratos. Junto a Salah, conquistaron la Champions League, la FA Cup y la Copa de la Liga, además de la Supercopa de Europa, el Mundial de Clubes y la Premier League.
“Aún queda la mitad del equipo, como yo, Trent, Virgil, Alisson Becker y Andrew Robertson. Es necesario que ganemos otra antes de irnos”, insistió el egipcio, de 32 años. En el ecuador de la temporada, el Liverpool es líder de la Premier League y de la clasificación actual de la Champions, y también mantiene sus opciones intactas en la FA Cup y la Copa de la Liga.
A tumba abierta, sin mirar atrás y sin miedo. No se esperaba que Barça y PSG propusieran otra cosa que no fuera una batalla hasta la extenuación para, con todo su talento, buscar la forma de golpearse en las áreas hasta sangrar. Empezó el Barça, por momentos lúcido pero otros obtuso, pero fue el PSG quien manejó mejor sus armas para, sin perder fuelle, acabar llevándose la victoria de Montjuïc en el último suspiro. [Narración y estadísticas (1-2)]
No va con Flick ni con Luis Enrique la especulación y en el campo estaban desplegados los jugadores con el fútbol más puro del momento. El primero en mostrarse fue Lamine Yamal, que se atrevió a, con una ruleta, buscar a Vitinha y Barcola y encarar a Nuno Mendes antes de colocar la pelota en el área por donde rondaba Ferran. Solo habían pasado tres minutos de un duelo que, sin tregua, se convirtió en un ataque continuo de área a área manejado por las dos mejores salas de máquinas.
A Pedri lo presionaron hasta agotarle para evitar que sacara la varita, mientras que a Vitinha le aparecían jugones capaces de adivinar sus pases y de robarle la pelota, algo con lo que está muy poco familiarizado el portugués. No tardó en adivinar cómo sacudírselos.
Maquinaria letal
Tras Lamine, las miradas las concentró el central ucraniano Zabarnyi. Primero porque su testarazo a saque de esquina fue la primera ocasión del PSG, pero también porque salvó bajo palos un remate de Ferran tras un pase con el exterior de Lamine entre la defensa y el guardameta Chevalier que olía a puro veneno. La joven estrella del Barça estaba entendiendo que este enfrentamiento merecía espectáculo.
Por eso apareció en la medular, se aprovechó de un error inusual de Vitinha e inició una jugada que pasó por las botas de Pedri y acabó en el costado para que Rashford le entregara un centro raso a Ferran que solo tuvo que empujar. El Barça había golpeado primero, pero imposible recostarse en esa ventaja a los 20 minutos ante una maquinaria que, aunque con serias bajas en ataque, siempre acaba demostrando que es letal. Se les hizo más presente esa reflexión cuando Barcola se plantó en el área y a Szczesny le salvó que se le fue larga en el último toque. Tampoco ajustó la mirilla Dani Olmo en un golpeo que se perdió ajustado al palo de Chevalier. Hasta de córner probaron con remates de Cubarsí, Rashford y Ferran que se estrellaban en los cuerpos de los parisinos haciendo muralla en el área pequeña.
De nuevo tuvieron presente que es imposible contener todo el tiempo a un rival capaz de hacer pagar muy caro un error. Nuno Mendes se cobró el despiste de Koundé para arrancar con la potencia de un avión hasta rozar el pico del área y servirle al jovencísimo Mayulu su primer gol en Champions. El gol generó dudas en el Barça, que sucumbió al empuje del equipo de Luis Enrique, y Barcola volvió a probar un tiro que, ante la presión de Gerard Martí, se le fue alto. Al filo del descanso, volvió a salir del atasco con una cabalgada de Rashford para colocar un centro raso que no empujaron en el primer palo ni Ferran ni Olmo.
Lamine, decepcionado.AFP
Los jugadores cogieron aire en el vestuario y volvieron a la carga. Otra vez probó Barcola, y otra vez le ganó Szczesny. El Barça puso una marcha más y obligó al PSG a salir vivo en una jugada con tres remates de Ferran, Olmo y Lamine que acabaron sacando bajo los palos Zabarnyi y Hakimi. Hasta ahí llegaron los azulgranas.
Para contrarrestar ese fuelle, el poco que le quedaba al Barça, Luis Enrique buscó cargar por donde flaqueaban los culés, mandando a Nuno Mendes a buscar las cosquillas de Koundé con la espalda bien cubierta por Lucas Hernández. No fue el único peón que se movió desde los banquillos. Flick se apuntaló con Casadó, Lewandowski y Balde, a lo que Luis Enrique, algo forzado por las molestias de Fabián, buscó el peso en ataque de Gonçalo Ramos. Un giro más para mantener la intensidad de un partido que dejaba sin resuello.
Fue el PSG quien mejor asimiló esa inyección de energía y, dirigido por Kang In, se volcó en campo azulgrana haciendo sufrir muchísimo al Barça, incapaz de volver a estirarse. El susto se lo llevó cuando el coreano se coló en el área y armó un disparo que se estrelló en la cepa del poste de Szczesny. Lo que no esperaba era la carrera en el 90 de Hakimi a la espalda de Balde para servir el gol de la victoria a Ramos.