El español perdió en la United Cup contra el australiano Alex de Miñaur por 3-6, 6-1 y 7-5
Rafa Nadal empieza el año nuevo como terminó el viejo. El manacorí, que despidió 2022 con una derrota ante el británico Cameron Norrie (6-4, 6-4), empezó 2023 cayendo ante un inspiradísimo Alex de Miñaur (3-6, 6-1 y 7-5) en este nuevo torneo mixto por países. El balear se apuntó la primera manga pero no pudo contener la crecida del australiano, que se apuntó los últimos diez puntos para abrochar la victoria en 2:42 de partido.
Que no había nada en juego era un decir, porque la eliminación tan prematura de España supone que Nadal no tenga previsto ningún otro partido hasta que empiece el Abierto de Australia el próximo día 16. Llene o no ese agujero de dos semanas que ha quedado en su calendario, el duelo ante De Miñaur era el último test importante antes de empezar la defensa del primer grande de la temporada. Aparte, claro, de defender ese número dos del mundo que amenazan Ruud y Tsitsipas.
Si Nadal no añade ninguna parada de última hora, llegará al Abierto de Australia con las sensaciones contrariadas que dejó esta derrota ante un gran De Miñaur. En las casi tres horas de partido hubo tiempo para ver lo mejor del balear, como la reacción a la primera rotura del australiano, y lo más desacostumbrado, algo cercano a la desconexión que acabó pagando con la tercera manga.
El manacorí respondió con fuerza al buen inicio de De Miñaur, que en el quinto juego del primer set se apuntó la primera rotura gracias a una doble falta y una mala derecha de Nadal. Lo que siguió fueron los mejores minutos del mallorquín, que se apuntó los cinco juegos siguientes para abrochar el primer parcial y empezar con buen pie el segundo. Por el camino, tres roturas. Una de ellas, levantando un 40-0.
Reacción
De Miñaur tenía razones para verlo todo negro, pero reaccionó con ímpetu. Necesitó tres bolas de break para devolverle la rotura a Nadal, pero en el proceso rompió algo más que el saque. De repente empezó a soltarse, a golpear con más filo, a no dar por perdida ninguna bola, a dominar desde el fondo. Nadal no sabía cómo desbordarlo, y aunque le hizo sudar por cada juego (inusualmente largo para un 6-1), se llevó el set con holgura.
“Está muy inspirado, pero estás bien, ¡Va!”, le decía Marc López a Nadal en el descanso entre sets. Que no había nada en juego era un decir y lo confirmaba su reacción después de devolverle una rotura mediada la tercera manga. El balear apretaba el puño y gritaba después de apuntarse un intercambio soberbio. Ante las dificultades para superarlo en el fondo, apostada por la variedad de golpes y sacaba a pasear su derecha invertida.
No apuntaba mal el partido con 30-30 y restando Nadal para ganarlo. Pero entonces eso que se había estado cociendo bajo superficie, salió a flote. De Miñaur, desatado, pasó por encima del balear con un desenlace soberbio, conectando golpes que incluso arrancó algún aplauso furtivo en el banquillo español. Y Nadal, desconcertado, cedió de la peor manera un juego al servicio en blanco. El mallorquín se quedó en el asiento con la mirada perdida, esperando a restar por el último juego a un rival que se había hecho inabordable. Después de casi tres horas de partido, De Miñaur se hizo con la victoria. Y el año del mallorquín empieza como terminó el anterior.