Alcaraz vence a Paul y al cansancio y ya roza la medalla en los Juegos Olímpicos

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Desde hace unos días, en los Juegos de París, Carlos Alcaraz es un poco menos Carlos Alcaraz. Normalmente alegre, disfrutón, parlanchín, en Roland Garros ahora se le nota cansado. Es un cansancio físico, claro está, por la acumulación de partidos que arrastra después de ganar Roland Garros y Wimbledon e intentar llevarse el oro olímpico en individuales y dobles, pero también es un cansancio mental. En la pista se le ve algo más tenso, quejándose del estado de la tierra batida de la Philippe Chatrier, por ejemplo, y fuera de la pista, sonríe menos y habla menos. Sigue siendo el joven amable que es, pero se le ve agotado. Cuando acabe la semana, seguro, necesitará más de tres o cuatro días de descanso en Ibiza para recuperarse.

Pero mientras tanto sabe que ya no le queda nada para alcanzar un sueño, ganar unos Juegos con 21 años. Este jueves, en cuartos de final, superó al estadounidense Tommy Paul por 6-3 y 7-6(7) y ya está en semifinales del torneo, donde este mismo viernes se medirá al canadiense Felix Auger-Aliassime, que venció al noruego Casper Ruud (6-4, 6-7 (8), 6-3).

Será una lucha que le otorgaría dos premios a cada cual más importante: en primer lugar, la opción de luchar por la victoria en los Juegos y en segundo lugar, la posibilidad de pasar un día entero sin jugar al tenis. Como la final de los Juegos sería el domingo, Alcaraz podría por fin aparcar la raqueta, pasear un rato, incluso echar una siesta. No lo hace desde hace una semana. Lo necesita, vaya si lo necesita.

En el primer set ante Paul, a Alcaraz todavía le quedaban piernas y su juego fue el de siempre. Con el saque como escudo, castigó la derecha del estadounidense, menos efectiva que su revés, y apenas sufrió para llevarse el periodo. Pero en el segundo set pudo complicarse todo. Hasta ese momento Paul había intentado imponer la estrategia que le funcionó en el primer set de los cuartos de final del último Wimbledon que enfrentaron a ambos: golpes durísimos desde el fondo, Alcaraz empotrado contra el muro, toda la pista vacía. Pero de repente el yankee comprendió que en tierra batida necesitaba otra cosa y variar, a acercarse a la red, incluso a buscar las dejadas. Y a Alcaraz se le hizo bola.

Con un 3-0 en contra de inicio y la posibilidad de un extenuante tercer set, las piernas le empezaron a pesar y sólo le quedó un camino: luchar. Ya no era juego, era pelea, era resistencia, era defensa. Con 5-3 en contra y saque para Paul, supo conseguir el break y en el tie-break, entonces sí, un momento Alcaraz. En la muerte súbita llegó a desperdiciar una bola de partido y a sufrir una bola de set en contra, pero al final, con una contradejada deliciosa, fantástica, genial, deshizo el embrollo y se llevó la victoria. Desde hace unos días, en los Juegos de París, Carlos Alcaraz es un poco menos Carlos Alcaraz, pero ya sólo le quedan dos partidos para colgarse el oro olímpico.

kpd