Hace tres años, Álex Dujshebaev salía del pabellón Yoyogi Kyogi-jo de Tokio con un bronce en el cuello, dolores por todo el cuerpo y poca energía para celebrar su éxito. Estaba reventado. En los últimos Juegos Olímpicos de la generación dorada del balonmano español –Raúl Entrerríos, Viran Morros, Julen Aguinagalde, Gedeón Guardiola…- había que ganar una medalla y la ganaron, aunque por el camino se dejaron el físico. «Tuvimos bajas y se juega un partido cada dos días, pero ojalá también me vaya destrozado de París», comenta Dujshebaev, que en estos Juegos está en otra situación.
De ser el joven de un equipo de veteranos a ser el líder de un grupo de chavales. La renovación de la selección llegó y ahora, a sus 31 años, Dujshebaev es de los mayores. Después de la victoria en el debut, este lunes ante Suecia (16.00 horas) y luego ante Japón, Alemania y Croacia se jugarán los cuartos de final. Encontrarse con un buen rival será clave para optar a la quinta medalla olímpico del balonmano masculino español.
- ¿Cuándo ‘aterriza’ uno en unos Juegos Olímpicos?
- En el primer partido. Los días previos andas un poco despistado, es verdad, conociendo la Villa, saludando a otros deportistas, pero a nosotros nos tocó debutar a las 9.00 del primer día, así que se acabó rápido la fiesta. Igualmente, anteayer estuve hablando un rato con Nadal y Alcaraz y fue un placer, me impresionó lo cercanos que son.
- En su casa ya hay un oro olímpico, aunque no es suyo, es de su padre Talant, campeón en Barcelona 1992 con el equipo unificado. ¿Cuántas veces le ha hablado de ello?
- Algunas veces, algunas. En los Juegos de Barcelona 1992 justo mi madre estaba embarazada de mí y nací esa Navidad, así que de alguna manera también lo viví (Risas). La verdad es que mi padre, siempre que habla del oro olímpico, habla del orgullo que sintió, no de cómo jugaron. Un oro olímpico es una hazaña que perdura, a lo que todo el mundo aspira, tiene otro nivel de relevancia respecto a un Mundial o un Europeo.
- ¿Ha visto aquella final?
- Entera nunca. Creo que tenemos un VHS, pero no tengo aparato. He visto un resumen que hay en Youtube y algunas acciones sueltas.
- En aquella época el balonmano llenaba pabellones en España.
- Obviamente era otra época. El bajón de la liga Asobal ha repercutido, ha quitado interés al balonmano, pero no sólo es eso: otros deportes han ido cogiendo relevancia, no nos hemos modernizado. Hay gente que me para por la calle y me recuerda cosas de mi padre y su generación. Es un orgullo, pero desde entonces España ha conseguido muchas cosas.
“Notas la diferencia con otros deportes”
- Es considerado uno de los mejores del mundo, si no el mejor. En aquella época sería bastante famoso.
- La verdad es que hay veces que notas la diferencia con otros deportes. La atención que recibimos cuando conseguimos alguna medalla, lo que se te conoce por la calle… No me quejo, la verdad, notamos el apoyo del público, pero si estuviéramos en otro país la repercusión sería más grande. La situación en España es la que es y sólo nos queda intentar ayudar, hacer lo que podamos.
- También es bastante tímido.
- Sí, es verdad, soy reservado, no me gusta entrar en polémicas y menos hacerlo en público. No quiero que hablen de mí por algo negativo, por eso en redes sociales intento ir con cuidado. Ahora estoy haciendo unos vídeos de la Villa y hay gente que los sigue, pero básicamente hablo de los partidos que juego. Hay deportistas más controvertidos, que llaman más la atención, pero eso no va conmigo.
- Le puede pedir consejo a los chavales del equipo de cómo triunfar en redes. Ahora ya es un veterano.
- (Risas) Es ley de vida. Antes era el primero en todo, no perdía ni una carrera en los entrenamientos y ahora me empiezan a adelantar los más jóvenes. Es lo que toca. Por suerte durante muchos años aprendí de los veteranos, de Raúl [Entrerríos], de [Joan] Cañellas, cómo medir los esfuerzos. En los Juegos de Tokio, por ejemplo, algunos no estaban en su mejor momento físico, pero se conocían tan bien que daban el 100% en el momento adecuado. Ahora tenemos un equipo más joven y más energía, pero también menos conocimientos de ese tipo. Es lo normal.
- Con Jordi Ribera siempre hay minutos para todos, pero en las últimas jugadas el balón siempre está en sus manos. ¿Entrena esos lanzamientos en el minuto final?
- No, no, es muy complicado entrenarlo, hay que sentir el momento. Lo digo siempre: yo asumo esa responsabilidad porque el cuerpo técnico y mis compañeros me dan esa confianza. Estoy cómodo en ese papel porque ellos me apoyan. Si no fuera así surgirían las dudas y me costaría más jugármela.