“En una caída de mierda se fue todo al carajo”. El pasado Tour le duró a Richard Caparaz un suspiro, accidentando en la bajada al Vivero junto a Enric Mas, fractura de rótula y adiós en la primera etapa del País Vasco. Ha ganado en cada rincón, un palmarés asombroso el del ecuatoriano, un fuori classe que al fin se estrenó en la Grande Boucle, en solitario en la estación de Superdévoluy tras un ataque de los suyos, sin mirar atrás, en el ascenso anterior al Col du Noyer. [Narración y clasificaciones]
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Si este año se vio de amarillo por primera vez en el arranque en Italia, Carapaz rompió su maldición particular en estos últimos días, cuando el Tour se aproxima a ese final inédito con la crono de Niza. Inédito era Superdévoluy, una etapa trampa con 3.000 metros de desnivel acumulado y tres puertos seguidos para terminar. Ideal para el del Education First, cada vez más pleno -una caída en la Vuelta a Suiza le hizo no llegar al 100%-, que lanzó su ofensiva en la subida más dura, la antepenúltima, atrapó a Simon Yates, le superó y ya no miró atrás hasta la meta. Aventajó al británico en 37 segundos y a un Enric Mas que reaccionó tarde, en 58.
«Esto es lo máximo. Veníamos intentando pelear por una victoria de etapa desde el principio del Tour. De hecho, era nuestro principal objetivo. Este triunfo es una representación de toda América. Me siento muy orgulloso de estar aquí para representarla de la mejor manera», admitió el primer ecuatoriano en ganar en el Tour.
Por atrás parecía todo en calma. Había sido un amanecer tenso desde Saint Paul Troix Chateaux, el viento primero, los intentos de fuga después. El desorden hasta la primera ascensión, cuando un cuarteto hizo camino y después un grupo de 47 ciclistas entre los que había tres españoles, Mas y Aranburu del Movistar y Christian Rodríguez del Arkea. Ahí estaba el triunfo y la paz parecía firmada hasta que Carlos Verona aceleró para posicionar a Ciccone. Y todo saltó por los aires también entre los favoritos.
Porque no se detiene el espectáculo en el Tour, que eleva su temperatura en los Alpes pese a que Tadej Pogacar parezca tener el asunto controlado. Y aún así, lo vuelve a intentar, al ataque de amarillo, así será recordado el esloveno. “A veces, ni yo mismo sé para qué ataco. Supongo que estaba disfrutando mucho del puerto, que era muy empinado y muy bonito, y me apeteció arrancar para probar cómo llegan mis piernas a esta tercera semana de competición”, dijo después con media sonrisa. Cuando Vingegaard se quedó alarmantemente solo (Jorgenson no resistió y Laporte y Van Aert iban por delante), el del UAE soltó su zarpazo y llegó con 7 segundos sobre Evenepoel y 11 a Vingegaard en la cima del Col du Noyer. En el descenso, con la ayuda de Laporte, se volvieron a unir, pero Remco también había intuido la debilidad de quien le antecede en la general y volvió a atacar en la subida final.
Fueron diferencias pequeñas (dos segundos más con Pogacar, 12 con Remco), pero Vingegaard comprobó la ambición de sus rivales. Quedan dos etapas durísimas el viernes y el sábado y la reconquista de Tadej parece un hecho (3:11 de ventaja ya). Ahora parece que también la segunda plaza peligra para el danés, pues la crono final es terreno Remco.