Sin que haya caído el récord del mundo de David Rudisha (1:40.91), los 800 metros están siendo una de las sensaciones del año. Después del mitin de París, con tres hombres por debajo de 1.42.00 y varios más en marcas que convirtieron la carrera en la más rápida, en conjunto, de la historia, el de Mónaco, también de la Liga de Diamante, arrojó otro puñado de grandes registros. Si en París ganó el argelino Djamel Sedjati con 1:41.56, en Mónaco repitió victoria con, incluso, mejores números: 1:41.46. De nuevo líder mundial el año.
Pero la gran noticia para nosotros fue el récord de España a cargo de Mohamed Attaoui, segundo en la prueba. El reciente medallista de plata en el Campeonato de Europa dejó muy atrás, con 1:42.04, la plusmarca de Saúl Ordóñez (1:43.65, realizada también en Mónaco, el 20 de julio de 2018). Attaoui, de 22 años, se asomó a la frontera del 1:42.00 y se convierte en el noveno hombre de todos los tiempos. En su progresión fulgurante, en la que une la fuerza y la sabiduría táctica, expone su candidatura a una gran actuación en los Juegos Olímpicos.
Manolo el del bombo era, en la vida civil,Manuel Cáceres Artesero. Pero saltó a la fama y, por así decirlo, se ganó la posteridad con ese apelativo tan... ¿cómo definirlo?... berlanguiano, valleinclanesco, conmovedoramente esperpéntico.
Tan español en el sentido chusco y, por otra parte, profundamente serio de un carácter cada vez más ligado a un país que sociológicamente ya no existe.
Manolo era el superviviente y, en cierto modo, el único ejemplar de un tipo elemental de hincha, que dedica su vida a una causa secundaria, transformada en principal. Una misión tangencial, convertida en nuclear porque se ve cautivo de ella, una vez que se ve reconocido en sus términos por la gente. Una afición derivada en pasión y, más tarde, en obsesión. En una adicción de la que acabó siendo víctima.
La biografía de Manolo, como la de todo ser humano, se contiene en el fondo, a grandes rasgos, entre su nacimiento y su fallecimiento. Manolo nació en San Carlos del Valle (Ciudad Real) el 15 de enero de 1949 y ha muerto, en la Comunidad Valenciana este 1 de mayo de 2025.
Entre esas dos fechas, una peripecia personal, singular, resumida para sus compatriotas en un uniforme de La Roja, una boina y un bombo con el escudo nacional y una leyenda: "Manolo, el bombo de España".
Ha habido muchos "el... de España". Pero sólo un bombo, que significaba la ruidosa sencillez de una predisposición anímica colectiva, no traducida, por pudor, por vergüenza, a algo tan primario como el aporreamiento de un tambor de ese tamaño. Un latido inocente en su puerilidad y excesivo por ensordecedor en su manifestación.
Manolo caía simpático. Recogía el sentimiento general de apoyo al equipo y lo convertía en un acto simple y contundente que nadie más que él se atrevía a protagonizar. Encarnaba el alma fogosa de una afición que depositaba en él lo más primitivo de su aliento. Curiosamente, él no veía los partidos, dedicado a recorrer, sudoroso, enrojecido, las gradas atizándole al instrumento, vuelto de cara al público, entregado a tratar de que los demás se entregaran a su vez a la Selección. Sostenía, y quizás tenía razón, que más de un gol del equipo se debía a su persona.
Manolo el del Bombo, en la inauguración del mundial de 1982Zarco / Archivo Marca
Empezó a crearse y creerse un personaje que se le escapó de las manos desde sus primeros alientos a los equipos representativos de su lugar de residencia: Huesca, Zaragoza, Valencia... Llegar a la Selección fue algo aumentativo y natural. La causa suprema a la que dedicar una existencia llamada a la inanidad social y el anonimato.
Y ya no pudo escapar de su influencia, de su poder de atracción. Ya no pudo retroceder, aunque su devoción le costaba tiempo, dinero y amarguras. Siempre se quejó de que no recibía el apoyo oficial que merecía.
Quienes viajaban al encuentro de la Selección, periodistas y aficionados, le recuerdan arrastrando penosamente el bombo por el pasillo del avión, pidiendo educadamente perdón a los pasajeros por las molestias y colocando el artefacto, con la comprensiva ayuda de las azafatas, allá al fondo, donde no estorbara.
Asistió a 10 Mundiales. Su primer viaje para animar a la Selección fue a Chipre, en 1970. Su último partido, el 23 de marzo, en Mestalla, en el partido que sellaba en pase del equipo a la Final Four de la Nations League. En el mundial de España, en 1982, iba de sede en sede en autostop. Tenía un bar en Valencia, "Tu museo deportivo", junto a Mestalla. Entre gastos por reformas, cierre por la pandemia y otros azares, lo perdió casi todo y quedó en precaria situación económica. "Tendré que vender el bombo para comer", se lamentaba.
En cierto modo, representaba a la España futbolística no triunfal. Cuando el viento cambió, perdió protagonismo y, por así decirlo, "influencia". Ya no se le "necesitaba" tanto. Y ya era un personaje "quemado" en su propia intensidad ya sin contenido. No lo pasó bien casi nunca. Y bastante mal al final de su vida. Pero probablemente, si volviera a nacer, la repetiría. Después de todo, y estas líneas son una prueba, forma parte de la historia, no sólo futbolística, de España.
Madrid, rompeolas de todas las Españas, en el centro del fútbol y de la política del país. La polisemia del vocablo «partido» permite analogías y metáforas comunes, intercambiables. Se disputa un derbi futbolístico de tarde en tarde y a cielo abierto. Tenemos un derbi político todos los días, con mucho juego subterráneo. Hay más equipos madrileños en Primera que los dos grandes. Pero el derbi por antonomasia y definición es el Madrid-Atleti. Hay más partidos políticos en la Asamblea de Madrid que los dos de mayor peso. Pero el derbi por excelencia y exclusión es el PP-PSOE.
Madrid es doblemente pepero. Sin embargo, el rojiblanco alcalde capitalino no suscita en la bancada opositora la misma obsesiva animadversión que la neutral presidenta autonómica, que también libra a diario, en la arena o las ergástulas, combates de 'voxeo'. Isabel, la reina Sol, disfruta de una mayoría en las urnas que equivale en la cancha a una victoria por goleada. En política no existe el VAR rectificador. Bueno, sí, se llama elecciones anticipadas o moción de censura. Pero este segundo supuesto tendría las mismas posibilidades de prosperar que las encuestas de Tezanos, ese chamán chapucero de la demoscopia-ficción, de acertar.
Güelfos y gibelinos han enviado contra Ayuso a sus mejores alineaciones. Un equipo inclusivo de viejas glorias retiradas o traspasadas formaría así: Iglesias, Casado, García, Lobato, Gabilondo, Jacinto, Errejón, Aguado, Serra I, Serra II y Monasterio. Un once prometedor en la pizarra. Pero, para empezar, con Iglesias fallando en las salidas, Casado metiéndose goles en propia puerta y todos incapaces de presionar arriba, tirar las líneas o recuperar tras pérdida, sin equilibrio colectivo ni desborde individual, no ganó ni empató partido alguno.
En el mercado de invierno, el PSOE ha fichado como refuerzo (más bien remiendo), cedido con opción de compra por el Ministerio de Transformación Digital y Función Pública (¡qué batiburrillo!), a Óscar López. Un centrocampista de brega, experimentado, con poca clase y muchas mañas adquiridas cuando se fajaba en las categorías inferiores, en el Peugeot FC. Un especialista en el juego sucio, las faltas tácticas y los «saques de inquina». Estampados contra la muralla isabelina, otros antes que él salieron del embarrado terreno de juego con los meniscos hechos puré. Algunos, los más afortunados, aunque cojeando, por su propio pie. A López se le auguran la camilla y la triada. Aficionado a lo truculento, estuvo el viernes en la madrileña Colonia del Pico del Pañuelo, en el rodaje de 'The Walking Dead'. Premonitorio.
En el ambiente político más degradado de la democracia, se disputó uno de los derbis futbolísticos más viciados de la historia a causa de la tormenta blanca desatada contra el arbitraje. Soto Grado, en territorio hostil, soportó impasible e impecable una enorme presión con una actuación serena en un encuentro limpio. Y si un penalti ambiguo de Tchouaméni favoreció al Atleti, un pisotón igual de fronterizo de Ceballos benefició al Madrid.
Fútbol y política. Que ambos obedezcan a los jueces. 'Cedant arma togae'. Que las armas cedan ante las togas.