El periodista Javier Mérida (1966) ha fallecido a los 58 años en su ciudad natal de Sevilla a consecuencia de una Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), que le obligó a retirarse en 2016 del Diario de Sevilla del que fue uno de sus fundadores en 1999.
Inició su carrera como periodista en la redacción de El Correo de Andalucía, donde ingresó en 1990 en la sección de Deportes, en la considerada la época dorada del periodismo deportivo sevillano.
Además de su periodismo “valiente y a pecho descubierto”, destacó por “por ser un gran maestro para nuevas generaciones de informadores deportivos”, escriben hoy los que en su día fueron sus aprendices en El Correo. Fue “un amigo en la inmensidad del sentido literal de la palabra” escriben hoy en el Diario de Sevilla en un “sentido recuerdo” al periodista fallecido.
Entre las exclusivas de Cidi, como también era conocido cariñosamente, están el fichaje de Davor Suker por el Sevilla y la vuelta de José Antonio Reyes en enero de 2012, en El Correo de Andalucía y en Diario de Sevilla, respectivamente.
Durante su vida profesional, “fue colaborador de Mundo Deportivo de Barcelona, así como de emisoras como Radio Marca, e ingresó en el extinto Diario de Sevilla, una apuesta editorial que no cuajó en la ciudad y en cuyos estertores se bebió con su Ford Mondeo la AP-4 hasta Jerez para llevar a tiempo a impresión un número del periódico”, destaca su obituario.
Ya en enero de 1999 formó parte de la plantilla fundacional del actual Diario de Sevilla, buque insignia del Grupo Joly, donde ingresó como redactor y ascendió a jefe del área de Deportes.
Fue galardonado con el Premio Especial José Antonio Blázquez por toda una trayectoria profesional entregada al periodismo deportivo.
Con motivo del centenario del Real Betis Balompié, Javier Mérida editó el libro Relatos en verdiblanco.
Gracias a su profesión, trabó amistad con entrenadores y secretarios técnicos como Javier Clemente, Juande Ramos, Monchi, Víctor Fernández, Pepe Mel, Paco Chaparro o Fernando Vázquez y fue conocida su especial relación con Manuel Ruiz de Lopera, al que se enfrentó “con coraje y con su afilada y pulcrísima pluma o su vehemencia verbal”, señalan quienes le conocían. Se hizo acreedor del cariñoso apodo El Dinamita.
El fútbol no fue su único tema y pasión. También empleó su pluma en el baloncesto de los primeros años del Caja San Fernando, el ciclismo, la cocina y el Carnaval de Cádiz.