El serbio Novak Djokovic será operado este miércoles en París, dos días después de la lesión de menisco que le obligó a retirarse de Roland Garros, una decisión que persigue poder estar listo para disputar los Juegos Olímpicos.
Según avanza el diario L’Équipe, el todavía número 1 del mundo será intervenido en una clínica de la capital francesa por un joven cirujano. Aunque podrá abandonar el centro por su propio pie, la operación, que el rotativo califica de “clásica”, necesitará al menos tres semanas de convalecencia.
Esa duración le impedirá participar en la próxima edición de Wilbledon, el siguiente Grand Slam, que comenzará el 1 de julio próximo en Londres, pero le da opciones de estar listo para la competición el 27 de julio, día en el que comienza el torneo de tenis de los Juegos de París, que tendrá lugar en las instalaciones de Roland Garros.
Djokovic, de 37 años, ha logrado todo en el tenis, pero le falta el oro olímpico, una de las pocas cosas que no están en su palmarés. Optar a lograrlo en París parece haber convencido al tenista de pasar tan rápido por el quirófano, pese a que él no es favorable a este tipo de intervenciones.
En 2018 acabó por operarse en un codo tras años de dudas, lo que muestra que no es partidario de pasar por el quirófano.
El jugador se lesionó en la rodilla derecha durante el partido de octavos de final de Roland Garros contra el argentino Francisco Cerúndolo.
En el segundo set, tuvo ese problema físico y durante casi dos mangas apenas pudo correr, pero aguantó en el campo para que los analgésicos que ingirió le hicieran efecto y pudo regresar al final del cuarto set para dar la vuelta al partido y lograr su victoria 370 en Grand Slam, una más que el suizo Roger Federer, con quien compartía ese récord.
Pero al día siguiente se sometió a una resonancia magnética que desveló que sufre un desgarro en el menisco, por lo que anunció su retirada antes de que este miércoles tuviera que disputar los cuartos contra el noruego Casper Ruud, que logró así su clasificación para semifinales por tercer año consecutivo.
Este martes ha comenzado el juicio en el Tribunal Superior de Dublín contra la estrella irlandesa de artes marciales mixtas Conor McGregor, acusado de violación y agresión sexual por una mujer identificada como Nikita Ní Laimnhin, que sitúa los hechos en un hotel de la capital irlandesa el 9 de diciembre de 2018, y que involucra además a otro hombre llamado James Lawrence.
La mujer reclama daños civiles contra ambos alegando que fue agredida sexualmente. Sin embargo, los abogados del excampeón alegan que se trata de un intento de extorsión, informa The Guardian.
El juez Alexander Owens ha señalado que el caso es de carácter civil, por lo que no implica una condena penal, sino una indemnización en el caso de que se demuestren los hechos.
Según ha detallado la mujer, ambos se conocían de antemano ya que, según su versión, son de la misma zona en Dublín y tenían amigos en común. En la reconstrucción de los hechos presentada por el abogado de la denunciante, Ní Laimhin y una amiga quedaron con el luchador esa noche, quien las recogió en su coche para ir a casa de Lawrence.
Acto seguido, según continúa, McGregor consumió cocaína con ellas y posteriormente se fueron a una suite de un hotel donde el boxeador supuestamente intentó mantener relaciones sexuales con ella a pesar de que esta se negaba.
Ante el tribunal, ella dijo que se sintió intimidada y que McGregor la inmovilizó en la cama sin escuchar sus negativas y ejerciendo presión sobre ella pese a que intentó persuadir al luchador mencionando que conocía a su mujer y familia.
Asimismo, el ginecólogo y testigo en el caso, el doctor Kane, alegó que la mujer presentaba lesiones tras el suceso en su cara, cuello y cuerpo y múltiples hematomas "consistentes con el esquema de los eventos descritos por la demandante".
Con todo ello, el juicio se espera que dure alrededor de dos semanas y durante este tiempo se presentarán testimonios adicionales y se evaluarán más pruebas para determinar si el especialista en artes marciales es o no responsable de los hechos que se le acusa.
Había pasado buena parte de la noche mirando de reojo a Zubimendi, comandante en jefe por San Sebastián, pero tras un balón parado, Arda Güler pudo al fin cargar el fusil de su bota izquierda. A Sergio Gómez, otra de las figuras de esta bondadosa Real Sociedad, le dio entonces por un absurdo gesto de protección con los brazos. Un penalti clamoroso. El único modo plausible, ahora mismo, de que Vinicius cante un gol. No anda para mucho más el brasileño, víctima de otra pena máxima cuarto de hora después. Tras ceder su turno, Mbappé resolvió el triunfo del Real Madrid en un feudo hostil. Al equipo de Imanol, sin ese ápice de fortuna en el remate, poco más se le pudo reprochar. Al de Ancelotti aún se le espera mucho margen de mejora.
Los tres disparos a los palos de Courtois dejaron con mal cuerpo a la afición donostiarra, que ya venía penando tras las derrotas ante Rayo Vallecano y Alavés y los traspasos de Le Normand y Mikel Merino, básicos en el equipo. Para paliar los males quizá bastase la visita del Madrid, que siempre enciende los ánimos de la ciudad, o las recientes presentaciones de Aguerd y Oskarsson. Un central, titular, y un rematador, suplente, para un 4-3-3 donde sorprendía con Sucic como pareja de Zubimendi.
Ancelotti, juguetón la víspera con los periodistas, dio paso a Güler y a Brahim Díaz, en detrimento de Rodrygo. Privado de sus mediocentros genuinos, el técnico recurría a Fede Valverde en una posición que no potencia sus virtudes. Más bien todo lo contrario. Desde bien pronto el uruguayo alternaría esa posición de pivote con Modric, porque el arranque no admitió ni un instante de tregua. Con el balón y con la presión alta, la Real quiso parecerse a ese equipazo que el año pasado hizo carbonilla al Inter y el Benfica. Un torrente difícil de contener. En un plazo de 10 minutos, Zubimendi picó por arriba para Sadiq, pésimo en el control, y Kubo dejó en suerte a Sergio Gómez, que no pudo bajarla tras el bote.
Ni hierro, ni acero, ni granito
Había una idea en la Real, una convicción. Ese impulso propio de quien sabe la importancia del momento. El Madrid, por contra, guardaba sus cartas, sin dejarse perder por la confusión. Como aún no se ve con capacidad para controlar, ni mucho menos dominar, la orquesta de Ancelotti se entrega a sus concertinos. Al desafinadísimo Vinicius o al cada vez más entonado Mbappé. Incluso antes de saltar a la hierba, el francés sentía que podía repetir lo ofrecido el pasado febrero en Donosti con el PSG. Suyas fueron las ocasiones de mayor peligro, alcanzado ya el ecuador de la primera mitad. Una, habilitada por Brahim, propició la lesión muscular del internacional por Marruecos. La segunda, aún más clara, fue barrida por Aguerd, otro de los Leones del Atlas.
Por esas ocurrencias que sólo puede ofrecer el fútbol, el partido conmemoraba el centenario de Eduardo Chillida, escultor de la materia y las preguntas al universo. Una curiosa paradoja, dado el constante ajetreo. Ni una brizna de hierro, acero o granito en las áreas. Sólo errores defensivos y un par de remates levemente imprecisos por parte de la Real. Espectacular el zurdazo de Sucic, casi en la cruceta del impávido Courtois. No menos poderoso el tiro de Sadiq contra el travesaño, tras quebrar la cintura de Militao. Cuando el Reale Arena aún lamentaba los goles perdidos, Remiro salvó abajo un cabezazo de Rüdiger. Y Rodrygo, sustituto de Brahim, tampoco acertaría tras un tremendo fallo en la salida de los centrales.
Courtois intenta despejar un balón ante Sadiq.AFP
Según la propia confesión de Sergio Gómez, Imanol redobló su arenga durante el descanso. Así, nada más volver, Sucic probó de nuevo el tacto de la madera tras una delicadísima pared con Sadiq. La segunda mitad pondría a prueba los pulmones txuri urdin, que ya fallaron varias veces el curso pasado. Sostener el ritmo, saltar al balón dividido, atacar los espacios, representaba un riesgo máximo. El único asumible para el técnico local.
El Madrid, con la consabida experiencia de un partido mil veces jugado, sabía llegado su momento. En cualquier balón cruzado, en cualquier diagonal de sus delanteros, podría imponer su calidad. Así lo hizo dos veces de penalti. El segundo sobre Vinicius, por pisotón de Aramburu, fue concedido tras la llamada del VAR. Como el triunfo visitante, tampoco admitía demasiada réplica.