En cada impulso, cada paso, cada gesto, cada golpeo se esconde el peligro de un ‘crec’: más que la derrota, ésa es la tragedia del deporte. La desgracia alcanzó al austriaco Dominic Thiem en el mejor momento de su carrera, cuando ya había ganado un Grand Slam, el US Open 2020, y ascendido hasta el número tres del ranking ATP. Durante el verano de 2021, jugando el ATP 250 de Mallorca para coger ritmo, Thiem sintió un dolor punzante en su muñeca derecha y en ese instante, en ese mismo instante, su vida como tenista se acabó.
Un desgarro en un tendón, le diagnosticaron; ya no volvió a jugar al máximo nivel. Este viernes, pese a sus 30 años, harto de los dolores, anunció que a final de temporada se retirará de la competición.
“Mi muñeca no está como debería y como quiero que esté. He estado pensando sobre esta decisión durante mucho tiempo. Pondré punto y final a mi carrera a final de 2024. Ha sido una carrera increíble, he ganado títulos, he tenido éxito. El viaje fue increíble. Estoy emocionado de lo que vendrá ahora”, comentó en un vídeo publicado en sus redes sociales después de un par de años para el olvido.
Caído del Top 100, la temporada pasada, de hecho, perdió más partidos que los que ganó, aunque las fuerzas le alcanzaron para darse un último homenaje. En el ATP 250 de Kitzbuhel, en su país, llegó a una final que acabaría perdiendo contra el argentino Sebastian Báez. El torneo era, cómo no, en tierra batida, su superficie, la superficie de la que fue príncipe durante varias temporadas.
Contra Nadal, su mejor versión
Entre 2017 y 2019, Thiem fue el mejor rival de Rafa Nadal en arcilla. Con un juego relativamente parecido, en ese tiempo ambos se encontraron en nueve ocasiones sobre ese terreno, con seis victorias para el español, sí, pero también tres para el austríaco. Nadal le venció en las finales de Roland Garros de 2018 y 2019, por ejemplo, pero Thiem se sobrepuso en los cuartos de final del Masters 1000 de Roma 2017, los cuartos del Masters 1000 de Madrid 2018 y en las semifinales del Torneo Conde de Godó de 2019.
Fue entonces cuando, con el crepúsculo de Nadal, se advirtió a Thiem como su heredero natural, más después de que se impusiera en el US Open de 2020 tras eliminar a Daniil Medvedev y Alexander Zverev. Justo antes de la aparición de Carlos Alcaraz y Jannik Sinner, Thiem fue uno de los mayores exponentes de la Next Gen.
Nacido en un país de escasa tradición tenística como Austria, sus padres, Karin y Wolfgang Thiem, eran entrenadores de tenis y por eso su vida siempre estuvo asociada al deporte. De una ciudad pequeña, Wiener Neustadt, a los 16 años se mudo a Viena para entrar en la academia de Günter Bresnik, donde sufrió unos duros inicios.
En pleno estirón -creció 16 centímetros en un año- su sistema inmune no está preparado para la competición, pero brilló tras cumplir un estricto programa de entrenamiento. En 2016, a los 22 años, entró por primera vez en el Top 10 y encaró los años de plenitud que, para su desgracia, fueron pocos.
El Mundial de Ronnie O'Sullivan, otro Mundial de Ronnie O'Sullivan. El snooker, la modalidad de billar que es religión en Reino Unido y moda en ciudades de España, vive estos días su campeonato más importante. Este miércoles es el turno del Dios, del mito. Debuta O'Sullivan (Wordsley, Reino Unido, 1975) en busca de su octavo título, lo nunca visto, y de completar la Triple Corona en un año, Campeonato de Reino Unido, The Masters y Mundial. Pese a su larga fama de excéntrico atiende a un grupo de medios internacionales invitados por Eurosport -la cadena que retransmite el torneo. con un discurso diáfano, sereno, lúcido. "Quiero acabar mi carrera en alto, mantener buenos duelos con mis rivales, que saquen lo mejor de mí. Quiero disputar buenas partidas y si no puedo ganar, mostrar un buen nivel. No dejaré la mesa con una mala racha, enfadado con mi juego", explica O'Sullivan que, a sus 48 años, sigue ganando como en 1993, cuando sólo tenía 17.
Lleva más de 30 años en la élite. ¿Qué le ayuda a seguir?
No hay secretos. Lo más importante es que te guste lo que haces, que lo ames. Reinventar el juego, hacerlo interesante. Te ayuda si cambias tus rutinas, si trabajas con diferentes entrenadores, con diferentes psicólogos, si experimentas con diferentes entrenamientos, en definitiva, si no haces siempre lo mismo. A mi estos últimos años me gusta monitorizar mucho mi preparación, saber qué me ayuda a jugar mejor, eso me mantiene motivado.
Le encanta el snooker, pero ha dicho varias veces que no quiere que sus hijos lo practiquen.
Sí, aunque no sé si eso importa mucho. Si tus padres son doctores y te empujan para que seas doctor es muy posible que acabes siendo abogado u otra cosa. Todo el mundo quiere elegir libremente. No quiero que mis hijos sigan mis pasos porque he conocido la peor parte de mi deporte. No quiero que mis hijos pasen por la soledad del snooker, preferiría que jugasen a fútbol para que tengan compañeros y para que estén en forma. La cultura del snooker es insana. Los jugadores no comemos bien, nos atiborramos a patatas fritas, no tenemos cuidado de nuestro cuerpo. Yo no hice ejercicio hasta que tuve 28 años. No, no quiero que mis hijos se dediquen al snooker.
Esta temporada O'Sullivan ha ganado más que nunca y sin embargo se confiesa "poco satisfecho" por su juego. Con una infancia complicada -su padre fue condenado a prisión por asesinato- y una juventud adictiva, su búsqueda de la perfección con el taco siempre le ha llevado a lugares poco agradables y por eso ahora, consciente de ello, trabaja con un reputado psiquiatra, Steve Peters. En una entrada con el 'Daily Mail' reconoció medio broma medio en serio que había "vuelto loco" a Peters y que ya no le cogía el teléfono. "Me sienta bien, si pudiera le pagaría para que estuviera conmigo todo el rato, todos los días. ¿Cuánto quiere? ¿Dos millones de libras? Hecho", aseguraba en su habitual tono bromista al rotativo inglés.
¿Por qué no está satisfecho con su juego?
He ganado torneos, pero ganar y jugar a un buen nivel no siempre es lo mismo. He jugado mucho mejor que este año. Sé que no tiene sentido, pero no lo he disfrutado mucho. Ha habido partidas en las que he sentido que simplemente estaba golpeando a la bola, sin más. Sé que no siempre puedo jugar muy bien, pero me cuesta aceptarlo. Para mí, estar contento con mi juego lo es todo y hay dos maneras de lograrlo, desde un punto de vista técnico o con la ayuda de Steve. Ahora mismo no estoy preparado para aceptarlo.
Hace unas semanas confesó que hubo partidas en las que no quería jugar.
He pasado momentos de obsesión con el juego, de profundizar demasiado, de llegar a pensar que no sabía nada del juego. Supongo que es algo normal en el deporte, en el billar, en el golf, en el tenis, pero yo necesité desintoxicarme, no era agradable. Tenía miedo de ir a jugar. Realmente cuesta mucho que el juego fluya, encontrar ese modo que te sirve para encadenar varias partidas seguidas de buen juego. Espero que ocurra en este Mundial.
Del mar a la montaña. Hace unos años una pequeña marca deportiva vasca, Ternua, le pidió a tres cofradías de su zona, las de Bermeo, Getaria y Hondarribia, que les guardaran las redes de pesca rotas o desgastadas y en unos meses se encontraron en sus instalaciones con 12 toneladas de malla para tirar, inservible, hecha polvo. Era más de lo que esperaban, pero era mejor que sobrara. Pese al enorme volumen recibido, siguieron con su proyecto y, después de reciclar las redes y de convertirlas en hilo, presentaron su innovación: 50.000 pantalones de esquí -entre ellos los de competición de varias federaciones- hechos con material de pesca. Del mar a la montaña. Luego harían lo mismo con cáscaras de nueces o huesos de aceituna, con posos de café o con sábanas de hoteles desgastadas.
«Desde nuestro nacimiento en 1994 siempre hemos querido hacer ropa deportiva que significa algo y ahora creemos que todo el sector va hacia ahí, es el futuro porque tiene que ser el futuro», comenta Eduardo Uribesalgo, director de innovación de Ternua. Su propuesta es modesta, producción contenida, muy local, pero, en realidad, está en la línea de lo que vendrá. La ropa deportiva del futuro estará hecha de materiales que ahora ni imaginamos, durará más y será circular.
Adiós al petróleo
Las multinacionales, como Nike y Adidas, ya tienen ropa y zapatillas hechas con botellas (Flyknit) o residuos de los océanos (Parley), pero ese reciclaje cada vez es más controvertido -al fin y al cabo, es plástico-, y, además, avanzan propuestas mucho más rompedoras en ese sentido. Según un estudio de la Fundación Changing Markets el 69% de las fibras que se utilizan en el deporte todavía proceden del petróleo, como el poliéster o el nylon, y el objetivo de varias empresas es disminuir ese porcentaje drásticamente. La biotecnología ya ha creado poliéster a partir de la yuca, la caña de azúcar o el maíz, muy parecido al actual; la goma EVA, presente en muchísimas zapatillas, se podría sustituir por Bloom, hecha por algas, que ya usan Puma o Merrell; el neopreno petrolífero tiende a ser sustituido por el Yulex, hecho de planta de yute -Decathlon ya tiene un modelo 100% Yulex-; y así múltiples innovaciones.
Hay postureo, el llamado greenwashing, pero también cierta presión legislativa -nuevas directrices europeas e iniciativas como la francesa Ecoscore-, y sobre todo más conciencia de los deportistas aficionados que, al final, son los que compran. Según una encuesta de la competición de vela SailGP realizada entre sus aficionados en Estados Unidos, Reino Unido y Suiza «el 72% de la población no quiere hacer deporte con ropa hecha con combustibles fósiles», pero en las tiendas se encuentran varios obstáculos. Uno es la variedad, otro es el rendimiento, pues aún es imposible encontrar zapatillas rápidas y verdes, pero el principal es el precio.
«Tarde o temprano va a llegar: un atleta ganará un maratón con unas zapatillas reciclables. Pero mientras tanto es un camino lleno de retos. Especialmente hacer llegar al público todos esos materiales. Varias marcas han hecho camisetas con fibras muy sugerentes, de algas o fibra de coco, pero costaban 80 o 100 euros. Hasta que los procesos no sean más baratos no se podrá generalizar su uso», expone Juan González, probador de varias marcas y responsable del podcast sobre material El laboratorio de Juan.
Imagen de un forro Polartec.
«El coste se reducirá a medida que más marcas se comprometan con la verdadera circularidad», asevera Ramesh Kesh, vicepresidente de Milliken & Company y responsable de Polartec, marca líder en forros polares y por lo tanto con la dependencia del petróleo como reto. "Como industria, es hora de que abordemos algunas de las causas más profundas en lugar de poner tiritas a otros temas que tienen poco impacto a largo plazo", añade en el final del proceso para que toda su colección sea de poliéster reciclado, sea circular.
«El precio es un desafío, eso está claro. Pero hay que darles a estos materiales el valor que tienen», subraya por su parte Joel Gómez, manager en España de la marca italiana Uyn, que está marcando el camino. Con mucha implantación en el esquí -su embajadores es el estadounidense Bode Miller, campeón olímpico-, toda su ropa está hecha de fibras nuevas procedentes del maíz, del ricino o del eucalipto, tienen una lana vegetal...
«Es actual porque lo pide el público y futurista a la vez, hay mucha investigación detrás y no siempre sale cómo deseamos. Pero esa esencia bio se acabará imponiendo», añade Gómez, que sabe que en la vanguardia hay riesgo.
¿Unas zapatillas para toda la vida?
En los últimos años, por ejemplo, varias marcas, como Salomon, han presentado zapatillas 100% reciclables, pero su éxito ha sido limitado. Quizá el camino sea otro, utilizar un un material más resistente como el grafeno como hace Inov, o directamente crear unas zapatillas desmontables. En ello está embarcado actualmente Kilian Jornet. Su marca, Nnormal, triunfó en el mercado de la montaña con sus modelos duraderos, pero ahora quiere más. En los últimos meses está trabajando en unas zapatillas modulares, las Kboix, que ya han recibido un premio ISPO, por lo que proponen: que sirvan para todo, que duren toda la vida.
La idea es que la mediasuela, es decir, el bloque de goma que hay entre la suela y la cubierta, pueda irse cambiando cuando se desgaste o cuando se necesiten otras prestaciones. Para salir a correr tranquilamente, se monta una zapatilla, para competir a toda prisa, una distinta, y para abordar una montaña muy técnica, otra distinta. «Queremos evitar el sobreconsumo y creemos que esta zapatilla puede ser útil para ello. Está diseñada para ser extremadamente duradera y ser reparada cuando se acabe la vida útil de sus partes», apunta Birte Fahrbach, jefa de producto de Nnormal, que no niega las dificultades: «El desafío es unir las partes del calzado y conseguir una buena estabilidad. No puede compararse con el proceso de producción habitual de unas zapatillas».
Algún día el calzado durará siempre, algún día la ropa estará hecha de plantas o de algas: la ropa deportiva del futuro ya está aquí.
Open de Australia
Entrevista
JAVIER SÁNCHEZ
@javisanchez
Actualizado Sábado,
13
enero
2024
-
22:15El número 21 del ranking mundial, segundo español en la lista,...