Carlos Alcaraz se ejercitó aparentemente mermado físicamente este domingo en Montecarlo, con el antebrazo derecho cubierto por un vendaje especial.
El número 3 mundial no recurrió ni a un ‘sparring’ ni a otro jugador para realizar intercambios, limitándose a una práctica limitada con su entrenador, el excampeón de Roland Garros y ex número uno mundial Juan Carlos Ferrero.
La ATP no comunicó este domingo la lesión del jugador e indicó a AFP que no se sabrá hasta el lunes por la mañana si Alcaraz ha reservado o no una pista para entrenar ese día.
Alcaraz, de 20 años, está exento de disputar la primera ronda y no jugaría en el torneo monegasco hasta martes o miércoles, frente al canadiense Felix Auger-Aliassime (36º) o el italiano Luca Nardi (75º).
Alcaraz, ganador de dos títulos del Grand Slam (Estados Unidos 2022 y Wimbledon 2023), nunca ganó un partido en Montecarlo. En su primera participación en 2022 llegó muy cansado tras su título en Miami, cayendo en el primer partido. El año pasado fue declarado baja antes del torneo.
En la conferencia de prensa del sábado, Alcaraz se había mostrado optimista. “Espero alcanzar las rondas finales” en Montecarlo, el primer gran torneo de la temporada europea sobre tierra batida, que da inicio a la cuenta atrás hacia Roland Garros.
“Tuve unos días de descanso después de Miami y he estado entrenando en tierra. En general no necesito mucho tiempo para alcanzar mi mejor nivel en esta superficie”, explicó entonces.
El Masters 1000 de Montecarlo arrancó su cuadro principal este domingo con cuatro partidos del mismo.
En los resultados del día destacó la contundencia del croata Borna Coric (32º) para ganar 6-1 y 6-1, en una hora y cuatro minutos, al kazajo Alexander Bublik (18º).
El estadounidense Taylor Fritz (13º) fue eliminado por el italiano Lorenzo Musetti (24º) por un doble 6-4.
El argentino Sebastián Báez (19º), el mejor tenista sudamericano actualmente en el ranking ATP, fue eliminado por su parte al perder 1-6, 7-6 (7/3) y 6-2 ante el alemán Jan-Lennard Struff (26º).
Un ordenador portátil y dos llaves de memoria con información sensible sobre parte de los planes de seguridad de los Juegos Olímpicos de París 2024 fueron robados el pasado lunes en un tren, informó la pasada noche el canal BFM.
Se trata del dispositivo de seguridad del Ayuntamiento de la ciudad, que prevé desplegar 2.000 agentes, la mayoría de ellos policías municipales, durante los Juegos, que se desarrollarán del 26 de julio al 11 de agosto.
Sin embargo, la parte principal del dispositivo de seguridad de los Juegos, que incluye el despliegue de decenas de miles de policías nacionales, gendarmes y militares, no estaba incluida en el material robado.
Un empleado municipal denunció en la tarde del lunes que el material le había sido robado del compartimento superior de su asiento en un tren de cercanías.
El hombre, un ingeniero, constató que la bolsa con el material faltaba cuando llegó a la estación del Norte y se levantó para cambiar de tren con destino a su vivienda en las afueras.
La información añade que los investigadores están analizando las imágenes de las cámaras de seguridad de la estación para tratar de avanzar en las pesquisas.
La seguridad de la cita olímpica es posiblemente el principal quebradero de cabeza de las autoridades francesas y de la organización de los Juegos, especialmente la novedosa ceremonia de inauguración, que consistirá en un desfile de barcos por las aguas del Sena y con varios cientos de miles de espectadores.
Ave, César, los que van a ganar te saludan. El César de la Champions no es el César de Roma, al que ofrecían su muerte delincuentes y gladiadores en el coso del Capitolio. La gente del Madrid no piensa jamás en la muerte, ni siquiera con los dos pies en el cadalso, como volvió a estar ante el Bayern, porque su único 'memento mori' es la victoria, la cumpla la estrella de Vinicius o la buena estrella de Joselu en su 'momento Champions', en su 'momento Mbappé'. [Narración y Estadísticas, 2-1]
Una transformación indescifrable la de este antidivo como indescifrable es este equipo. De Lisboa a Kiev, el rastro de sus conquistas es como el perímetro de un imperio, la Roma del fútbol. El apolíneo templo de Wembley aguarda, pues, al Madrid de los increíbles, al Madrid Imperator.
La vida y la muerte, la victoria y la derrota juegan con nosotros, nos escogen, pero no hay nadie a quien el destino quiera tanto como al Madrid, como prueban sus 14 triunfos en 17 finales, no siempre en partidos dominados, en ocasiones asediado, como en Saint Denis o en el Etihad, y al borde de la eliminación, que es como estaba en el Bernabéu cuando Neuer, dueño de un acto pletórico, fue un niño en el patio del colegio. Joselu, el más pillo de la clase, lanzó el balón a la esperanza, a dos minutos del final, y a Wembley, cuando todos mueren menos el Madrid.
Al Bayern le quedan las quejas, y seguramente con razón, por un polémico final en el que se hizo un lío incomprensible el colegiado Marciniak, al pitar antes una acción que debería haber dejado continuar y en la que el balón acabó en la red de Lunin. Para eso está el VAR. Pero la realidad es que el equipo bávaro perdió el partido por sus errores en los momentos de temblor del Bernabéu que nadie sabe explicar. Ni Tuchel ni Guardiola. Nadie.
EL MIEDO A LOS ERRORES
Al Bayern le gustan las mismas cosas que al Madrid. Le gusta correr. Si algo le importaba, sin embargo, es que no lo hiciera el rival, porque cuando eso sucede, el Bernabéu es como un desfiladero por el que no se desboca simplemente un equipo de fútbol. Es un alud, un alud blanco. Las precauciones mandaban, pues, sobre los atrevimientos, con dos futbolistas más capaces de estar en su sitio frente a un ataque posicional que los que lo hicieron en la ida. Se trataba de De Ligt y Pavlovic. Tuchel no tenía prisa ni obligaciones por el resultado, y tenía miedo.
También Ancelotti, que no tuvo reparo en reconocerlo, pese a las bromas de Carvajal. Ningún inteligente esconde el miedo. Lo siente, lo observa, lo analiza y lo combate. Ancelotti no podía hacerlo como Tuchel en el Bernabéu, por lo que lo hizo mediante la seguridad en los pases.
Una pérdida era un apretón del rosario, y en esto es mejor mirar a la pelota que al cielo. Cuando eso ocurre, mal asunto. El Madrid sabía que debería llevar el peso del juego y la instrucción es que siempre empezara en Kroos, un tipo con aspecto de no perder nunca las llaves de casa. Asegurar las transiciones y arriesgar solo cuando el balón llegara a Vinicus y Rodrygo.
El show de Vinicius
Vinicius, en un lance del juego.MariscalEFE
Lo hizo Vinicius nada más sonar el silbato y perder la primera pelota el Bayern. Levantó los brazos y se dirigió a la grada en busca de la acústica que provoca el techo cerrado del Bernabéu. Estaba inyectado, quizá demasiado, pero era lo que el momento pedía. Vini, centrado o en la banda, iba a demostrar quién es, y quién es en la Champions, lo que no ha podido hacer Mbappé, ya eliminado.
Empezó por un lanzamiento al palo que Rodrygo remachó al cuerpo de Neuer. Nada más empezar la segunda parte buscó el uno a uno en la izquierda. Ni Laimer ni Kimmich, dos jugadores excepcionales, pudieron, ni por separado ni juntos, frente al brasileño. Otra vez Rodrygo desperdició el regalo de su compatriota, pero Vini no paró hasta provocar lo mejor de Neuer y, finalmente, lo peor, su error fatal.
La segunda consigna de Ancelotti era cerrar las bandas a Sané y Gnabry, en las que Carvajal y Mendy empezaron por no ceder ni un palmo. Gnabry encontró un aclarado gracias a Musiala en el arranque, aunque mal solucionado. Poco después fue al banquillo, lesionado, para dejar su lugar a Davies. Diablo por diablo, era más diablo en segundo, como demostraría con el 'zigzag' y el latigazo que cambiaba el decorado.
Musiala y el diablo Davis
Que se equivoque el contrario, pensaba Tuchel, al que no le importaba un partido largo, larguísimo, mientras estuviera en la eliminatoria. Renunció a cualquier tipo de presión alta y esperó a que aparecieran los espacios. No llegarían para el Bayern hasta la segunda parte y cuando eso ocurrió aparecieron Musiala y Harry Kane.
Pocos se mueven igual en ese territorio. Tuchel cambió la posición de Musiala, de la banda, donde jugó en Múnich, a la mediapunta. Lo poco que el Bayern podía filtrar con intenciones partía de sus botas, muy poco durante el primer tiempo. Apenas una volea de Kane pudo encontrar el equipo alemán en ese tramo, un pobre balance ofensivo.
La estirada del Madrid en el segundo y el desgaste acumulado los permitieron y fue Musiala el primero que provocó lo mejor de Lunin en un disparo a quemarropa. Estaba claro que el Bayern había encontrado caminos hasta enconces cerrados. Kane se unió a su compañero para encontrarlos. En el caso del inglés hablamos de un delantero centro que es mucho más, con movimientos y cambios de juego propios de un centrocampista cuando se retrasa unos metros. Cumple ese rol en el equipo bávaro como en la selección inglesa. La acción en la que cedió para la carrera de Davies fue un ejemplo.
Ancelotti buscó entonces en el banquillo soluciones, con Joselu y Brahim, como soldados de reemplazo que siempre están en su sitio, dispuestos para la misión. El cazagoles que llegó sin jerarquía para llevar el 9 las encontró en el miedo ajeno, por dos veces, para citarse con el sorprendente Borussia Dortmund en la final del 1 de junio y llevar más allá los límites de este imperio que pocos comprenden y tantos aman.