Las victorias ante Osasuna, Alavés y Celta, sumadas al empate ante el Granada, sirvieron para que Xavi Hernández sacase pecho en la sala de prensa de Balaídos. “Tomé la decisión de irme para esto: 10 puntos de 12 posibles”, aseguró el entrenador del Barcelona, tan eufórico con el triunfo como para sacar a la luz una estadística con la que nadie contaba.
“Me han pasado el dato de que, según el Big Data, seríamos líderes por las ocasiones creadas”, destapó Xavi ante el estupor de los presentes. En Balaídos, el 66% de la posesión azulgrana se tradujo en 14 disparos (cuatro a portería), sólo uno más que el equipo de Rafa Benítez.
Pese a que el fútbol azulgrana tampoco cumplió esta vez con las expectativas, Xavi ofreció una visión optimista sobre el desempeño ante un adversario que sólo había sumado cuatro puntos en las cinco últimas jornadas. “Hoy nos ha costado, pero el equipo está bien. Estoy contento por el paso adelante y por estos tres puntos que son oro”, valoró.
“Hay cosas muy positivas”
“Hemos dominado, hemos sido agresivos en los duelos, la línea defensiva no ha sufrido mucho, aunque el 1-1 viene por un claro error nuestro porque no estamos concentrados. Nos falta clarividencia en ataque, el último pase, el último centro, escoger bien… Hay cosas muy positivas. Nos toca sufrir y ganar de forma agónica por no sentenciar, es el resumen de la temporada”, analizó el preparador de Terrassa.
El Celta, con la peor estadística liguera en su estadio, donde ya suma siete derrotas, sólo se vio superado por un gol de penalti de Robert Lewandowski en el tiempo añadido. No obstante, Xavi incidió en sus “buenas sensaciones”. “Hemos estado muy bien en la primera mitad y no tanto en la segunda. Ha habido personalidad, agresividad, ganas de ganar… Estamos muy unidos”, subrayó el preparador azulgrana.
En cualquier caso, el Barça continúa como el único equipo de Primera invicto a domicilio (siete victorias y cinco empates) y carga las baterías para su visita a Nápoles, donde el miércoles disputa la ida de octavos de la Champions. Además, Lewandowski confirma su buen momento anotador, con 12 goles en 23 partidos de Liga.
LaLiga EA Sports
LUIS NÚÑEZ-VILLAVEIRÁN
@LNvillaveiran
Actualizado Lunes,
25
septiembre
2023
-
01:33Ver 5 comentariosSimeone gana la batalla táctica a Ancelotti castigando las...
Hoy llega la Vuelta a los Lagos de Covadonga. La clasificación general la encabeza un sorprendente australiano, Ben O'Connor. Aunque cuarto en el Tour2021 y el Giro2024, al comienzo de la carrera nadie lo colocaba entre los favoritos. Una cabalgada en solitario en la quinta etapa en medio de la confianza o el despiste del grupo de ilustres lo situó en cabeza de la general con 4:51 de ventaja sobre el segundo, Primoz Roglic.
Las etapas posteriores contemplaron cómo Roglic le iba limando tiempo hasta, en vísperas de los Lagos, dejar la diferencia en 1:03. Otros aspirantes también se le habían acercado. Hoy O'Connor, heroico pero inestable, está condenado, se augura que perderá la carrera en la última semana de pasión.
Aunque tal vez no. La historia de la Vuelta registra casos de ciclistas más o menos corrientes que, enfrentados a situaciones excepcionales, se comportaron del mismo excepcional modo. La carrera recuerda al francés Éric Caritoux en 1984 y al italiano Marco Giovannetti en 1990.
Curiosamente, la etapa en la que se coronó O'Connor empezaba en Jerez de la Frontera, donde Caritoux, en aquel 1984, en la habitación del hotel, maldecía entre dientes al darse cuenta, al abrir la maleta, de que había olvidado las zapatillas. Las malditas prisas. El equipo Skil había recordado a última hora que estaba obligado por contrato a participar en la Vuelta, y, precipitadamente, reclutó como pudo a nueve hombres. No estaba entre ellos el líder del equipo, Sean Kelly, que se hallaba disputando las clásicas (y ganando algunas). Caritoux, su gregario de cámara, se encontró poco menos que al frente del grupo. Haría lo que pudiera.
O sea, nada. O casi. A los 23 años, sólo reunía cuatro victorias; la más importante de ellas, una etapa de la París-Niza. La Vuelta no era un bocado a su alcance. El equipo cubriría el expediente, y a otra cosa. Pero he aquí que, tras una semana de etapas llanas, en la que finalizaba en Rasos de Peguera, atacó Eduardo Chozas e hizo pedazos el pelotón. Lo atraparon Alberto Fernández y Caritoux, que se sintió muy bien y soltó al español, que fue sobrepasado por un trío en el que figuraba Pedro Delgado, que se vistió de líder con su primer jersey amarillo.
Lo perdió en, también curiosamente, Covadonga, donde ganó Reimund Dietzen, y pasaría a manos del inesperado Caritoux, que ya no lo soltó. Fernández ascendió al segundo puesto, a 32 segundos del francés. Ni en etapas posteriores ni en la sierra de Madrid-Segovia pudieron Delgado y Fernández con él.
Alberto estaba entonces a 37 segundos. Era un buen contrarrelojista y en la penúltima etapa, la crono de Madrid, de 33 kms., depositó sus esperanzas. Le sacó 31 segundos al francés, que acabaría con seis de ventaja, todavía la menor diferencia registrada en la Vuelta entre el primero y el segundo. Fernández se mataría en diciembre, junto a su esposa, en un accidente de tráfico cuando regresaba desde Madrid, donde había recogido el trofeo al mejor ciclista español del año.
Giovannetti no tenía más pedigrí que Caritoux. Es cierto que entre 1986 y 1989, incluidos, había coleccionado dos sextos puestos y dos octavos en el Giro. El clásico corredor fiable, pero sin brillo. No era un ganador. Su historial de triunfos se reducía a una etapa de la Vuelta a Suiza. Los equipos españoles Banesto (Miguel Indurain, Pedro Delgado, Julián Gorospe) y ONCE (Pello Ruiz Cabestany, Anselmo Fuerte, Marino Lejarreta) estaban tan preocupados por vigilarse entre sí que no advirtieron que Giovannetti, tras la sexta etapa, era segundo, a 25 segundos de Gorospe.
En el undécimo asalto, el que concluía en la estación de esquí de San Isidro, en la frontera astur-leonesa, Gorospe flaqueó. Lejarreta, que había roto las hostilidades, se había caído a 60 kilómetros de meta. La etapa la ganó Carlos Hernández (Lotus-Festina). Pero Álvaro Pino (Seur) había llevado a su compañero Giovannetti hasta el liderato.
Y ya no lo abandonó. Ni en el Naranco. Ni en la cronoescalada de Valdezcaray. Ni en Cerler. Ni en la contrarreloj de Zaragoza. Ni en la sierra segoviana, pese a los esfuerzos frenéticos de Delgado. Al día siguiente, el italiano desfiló de amarillo por Madrid y coronó un podio con Delgado a 128" y Anselmo Fuerte a 148".
Sin más emociones
Giovannetti y Caritoux no lograron nada parecido en años posteriores. Ambos fueron campeones nacionales (el francés dos veces) y Giovannetti fue tercero en el Giro en ese mismo 1990.
Conseguiría también buenos puestos en la corsa rosa. Pero terminaría su vida profesional con cuatro victorias. Caritoux, con 13. La flamígera gloria, esa yegua hermosa y salvaje, había pasado una vez por su lado. Se subieron a ella en marcha, se aferraron a sus crines, la domaron y luego, exhaustos, derribados pero victoriosos, la vieron perderse galopando en dirección a otros.