El partido trampa lo fue. El último envite de cuartos resultó apasionante, una batalla de altura, intensidad y fuegos artificiales, emoción y sorpresa final. El Unicaja, local y campeón, capaz de ganar 17 de los últimos 18 partidos en ACB, de asombrar con su baloncesto hasta desafiar el orden establecido, fue desplumado por la eficacia y la competitividad del Lenovo Tenerife. Un conjunto, el de Txus Vidorreta, que, evidentemente, no se iba a arrugar en el Carpena y que este sábado buscará la final contra el Barça. [83-91: Narración y estadísticas]
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Encajó como un boxeador resabiado. Absorbió las embestidas de Unicaja, jugueteó con sus nervios y se entregó a las virtudes propias. A los años de lecciones de Marcelinho Huertas o Shermadini, a la pólvora de Kyle Guy, el chico nuevo en la oficina, y, sobre todo, al hombre de la noche, otro veteranazo listo para firmar una actuación memorable. Aaron Doornekamp no falló ni uno de sus lanzamientos, seis de seis en triples, 25 puntos preciosos, una tortura para Unicaja.
Desde el amanecer, todo resultó frenético. El Unicaja arrancó sin mirar atrás, con ese juego encolerizado que le ha hecho temible. El plan de Ibon Navarro, lanzar rápido, correr al mínimo resquicio, intensidad para abrumar al contrario. El paradigma era Dylan Osetkowski: anotó 12 de los primeros 15 puntos de los locales, en un abrir y cerrar y ojos. Tan rápidos como la respuesta, pues le igualaba Doornekamp, idénticos números, precioso el duelo de pistoleros.
El Unicaja acertó con siete de sus 10 primeros triples, 26 puntos en ocho minutos, pero ahí se frenó casi en seco. Era la trampa de Vidorreta, con la sabiduría de su experiencia, tanta como alguno de sus pupilos, Marcelinho, Fitipaldo o Shermadini, competidores brutales que no se achantan ni por el escenario ni por el rival. Cuando bajaron las revoluciones verdes, ahí estaba el Tenerife, mandando (38-44) con la irrupción de Kyle Guy, el francotirador recién fichado.
El triple de Djedovic
Pero fue un buen arreón local, con dos faltas dudosas de Huertas que desquiciaron al siempre volcánico Vidorreta, el que levantara el Carpena antes del descanso, un 11-1 de parcial final, coronado con un triple sobre la bocina de Djedovic para dar ventaja a Unicaja. Que iba a aumentar a la vuelta, seis puntos más sin respuesta para el primer (y único) momento de crisis (55-45) visitante, solventada por los insulares de un plumazo. Fue la clave del partido.
Porque tienen siete vidas. Y Aaron Doornekamp, a sus 38 años, una de las noches de su carrera. El ala-pívot canadiense, completamente en vena, revitalizó a su equipo, un 0-10 de vuelta, como una bofetada, para meterse en la batalla, también Guy con la muñeca caliente. La noche en Málaga era como una pelea callejera, con dos púgiles tan exhaustos como excitados. Unicaja templaba sus nervios -desaparecido el último MVP Copero: cero puntos para Tyson Carter– y sus expectativas con el rebote ofensivo (Kravish, dominante ahí), que le daba aliento en la insoportable igualdad.
Que se iba a romper en la línea de meta. La eficacia silenciosa de Shermadini en la pintura, un mate brutal de Cook y, finalmente, una canasta como hielo en el infierno de Guy (23 puntos y siete asistencias) ante un Unicaja que comprobaba como sus sueños se diluían, como las tribunas se llenaban de desvelos, como lo de hace un año en Badalona llegaba a su fin.