Una semana después de ser suspendido de manera provisional por la Fedración Internacional de Atletismo (World Athletics) por saltarse tres controles antidopaje, Mohamed Katir fue sancionado este viernes con dos años de inhabilitación, el castigo máximo.
La sanción abarca desde 7 de febrero de 2024 al 6 de febrero de 2026 y aunque el atleta podrá recurrir al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) de Lausana, se supone muy difícil que pueda estar tanto en los Juegos Olímpicos de París este mismo verano como en el Europeo al aire libre.
Héroes y heroínas. Todos. Unos y otras. Atletas y público cociéndose en un horno de un tono cítrico que produce acidez visual. Buena entrada y gran ambiente en las gradas y la pista. Doble heroína Jaël Bestué por sudorosa y victoriosa con un récord de España en los 200 metros (22.19) especialmente valioso porque desbanca los 22.38 de Sandra Myers, que databan de ¡1990! Con ese registro, Jaël hubiera sido bronce en los Juegos de París. Lo mejor de España en el Campeonato por su significación, por la sensación, por la certeza de que el atletismo femenino español se mueve en la buena dirección y con razonable velocidad.
España concluyó la jornada como la empezó: sexta, con 378 puntos, cerca de los 381 de Gran Bretaña, mientras Italia, Polonia y Alemania ocupaban el podio. A pesar de Jaël, y en ese juego de contrastes, de compensaciones y descompensaciones, el equipo no terminó de remontar con algunas de las pruebas que más le favorecían. En los 1.500, Águeda Marqués fue séptima. Y su pareja, Adrián Ben, cuarto. Águeda sufrió especialmente la numerosa participación. Con 16 mujeres apelotonadas, en una carrera lenta, táctica, quedaron 10 para el envite final. Águeda sufrió un par de tropezones y se vio encerrada.
Thierry Ndikumwenayo, el mejor marquista de los participantes en los 5.000, se movió con prometedora soltura, con imagen de dominio. Su largo y sostenido ataque final pareció asegurarle el triunfo. No aguantó y sólo pudo ser agónico tercero. Ahí se enterraron las últimas posibilidades de España de podio, mientras Fátima Diamé, decepcionante, terminaba octava en el salto de longitud. Marta Serrano, hija de un ilustre como atleta y entrenador, Antonio Serrano, cuarta en los 3.000 obstáculos, sí respondió a lo que se esperaba de ella.
La gente se aprestaba a vivir una bonita traca final con los relevos mixtos 4x400. Nada iban ya a remediar, pero podían dejar un buen sabor de boca. Manuel Guijarro, Blanca Hervás, Julio Arenas y Paula Sevilla hicieron todo lo posible. Y, sí, en cierto modo hubo traca. España terminó cuarta, pero con récord nacional (3:10.48). La puntuación final del Campeonato no la acerca al cuarto puesto de hace dos años. Pero, poniéndonos optimistas, tampoco la aleja demasiado. Hay que perseverar.
Allí no había nada. En mitad del bosque, sólo le acompañaban los árboles. Si acaso se movía algún pájaro. Pero Manu Vilaseca veía una fiesta. Realmente pensaba que le esperaba una fiesta. Un avituallamiento iluminado y colmado de comida donde sonaba la música y había barullo.
«Era una alucinación. A mucha gente le parece raro, pero no lo es. Siempre que hago una carrera larga ya sé que a partir de la segunda noche estaré confundida. No me puedo fiar de mis ojos. A veces veo serpientes cuando sólo hay raíces o confundo un árbol con un avituallamiento, una casa o incluso una persona querida que está esperando para abrazarme. Es muy curioso porque de alguna manera sé que es mentira. El cerebro crea esas visiones, pero también te advierte de que son mentira. Al final te acercas, lo tocas y te das cuenta que sólo es un árbol. Aunque es peligroso, por supuesto. Hace tres años un corredor brasileño falleció porque cayó de un precipicio por una alucinación», recuerda Vilaseca que es un referente en la super ultra mega distancia.
MOUNT TO COAST
Sus carreras no son maratones, no acaban a los 100 kilómetros, a las 100 millas, ni tan siquiera terminan a los 200 kilómetros. Sólo compite si tiene por delante entre 300 y 400 kilómetros. Brasileña afincada cerca de Barcelona desde hace una década, el año pasado venció en la Cocodona 250, una prueba estadounidense que cruza media Arizona entre desiertos, montañas y hasta reservas indias. Lo hizo en 78 horas, más de tres días corriendo, y lo hizo tan fresca.
Las siestas de tres minutos
«No recuerdo un mal momento de toda la carrera. De hecho disfruté mucho del último amanecer, me pareció precioso», comenta la corredora de la marca Mount to Coast con una técnica propia para no tener que dormir: los descansos de tres minutos. «Cuando tenía mucho sueño, me estiraba en el suelo, cerraba los ojos, respiraba super hondo y me levantaba para seguir adelante», asegura, aunque el cuerpo luego le pasó la factura. «Después me pasé muchos días con sueño y todo me costaba. Por ejemplo, en el vuelo de vuelta no podía leer o ver una película, estaba como desconectada», rememora.
¿Qué le llevó a acabar corriendo 400 kilómetros?
Tenía la sensación de haberlo corrido todo. Había terminado varias de las carreras de montaña más importantes: la UTMB, la Marathon de Sables, la Everest Race, Lavaredo, Monte Fuji... No encontraba la motivación. Pero vi un documental llamado The long way home sobre la Cocodona 250 y me entusiasmó. Incluso mi pareja, Gerard, que también es corredor de ultradistancia, cuando le dije que quería participar me dijo: «¿Te has vuelto loca?».
¿Cómo entrenar para 400 kilómetros?
De una familia de artistas, Vilaseca apenas hizo deporte de niña en Río, sólo se dedicaba a la equitación, pero a los 25 años, ya graduada de Diseño, se apuntó a un gimnasio y le cambió la vida. Hizo amistad con este y con aquella y acabó participando en varios raids de aventura, competiciones por equipos que incluyen deportes como el ciclismo, el remo, la escalada y, por supuesto, la carrera. En 2015, después de ganar varias pruebas de ultradistancia, acabó décima en la UTMB, el Mundial oficioso de la especialidad, se profesionalizó y se instaló en España. Ahora se ha convertido en el emblema de Mount to Coast, una marca recientemente llegada a Europa, con éxito en Estados Unidos por la alta durabilidad de sus zapatillas.
MOUNT TO COAST
Y es que allí, en Norteamérica, están sus próximos objetivos. «Esto de las carreras de 200 o 250 millas me ha abierto un mundo nuevo. Este año, entre junio y octubre, participaré en tres carreras, la Tahoe 200, la Bigfoot 200 y la Moab 240, que forman la Triple Corona», cuenta la atleta que se dedica a dar clases de fuerza y de yoga en el pueblo de Moià.
De alguna manera ése es su secreto. En lugar de intentar correr las máximas horas posibles, su entrenamiento se basa en estar siempre activa, alternando salidas al trote con sesiones en el gimnasio, series en bicicleta y caminatas larguísimas con sus perros. Todo el día en movimiento; el sofá ni lo toca. «Soy mi propio conejillo de indias. No puedo correr 80 horas cada semana, que es lo que dura una carrera de este tipo, así que me acostumbro a no parar, a exigir al cuerpo un desgaste durante las máximas horas posibles», finaliza.