Estamos a 1.540 metros de altitud y fuera nieva, vaya si nieva, medio metro de nieve. En los Dolomitas de Sesto, entre Italia y Austria, a un paso de las famosas Tre Cime di Lavaredo, un refugio, el Rifugio Fondovalle, sorprende por su buena cocina y, sobre todo, por su decoración. Pese al entorno, en las paredes no hay fotos de montañeros, ni de esquiadores, ni de jugadores de hockey hielo: hay fotos de un tenista. Con su camiseta de manga corta y su raqueta, sobre cemento o hierba, todo muy lejano, muy extraño. Pero tiene una explicación. El dueño y cocinero del lugar es Hanspeter Sinner y la administradora y responsable del comedor es Siglinde Sinner, el padre y la madre de Jannik Sinner, desde este domingo ganador de un Grand Slam, el Open de Australia.
La sencillez y crudeza de la vida en un refugio explica el carácter del líder de la nueva generación del tenis junto a Carlos Alcaraz. Del arquetipo italiano no tiene nada: no es expresivo, ni gesticulador, todo lo contrario. De hecho, en la ceremonia de entrega de trofeos en la Rod Laver Arena no se podía saber si estaba muy emocionado o muy poco. Después de remontar a Daniil Medvedev dos sets en contra y vencer por 3-6, 3-6, 6-4, 6-4 y 6-3 estaba serenísimo.
«Ojalá todos los niños pudieran tener a mis padres porque siempre me dejaron escoger, incluso cuando era muy pequeño. Practiqué otros deportes y nunca me presionaron. Ojalá esa libertad sea una realidad para todos los niños», proclamó en el único mensaje propio, sentido, más allá de agradecimientos a equipo y patrocinadores. La relación de Sinner con el tenis fue, en efecto, muy libre.
Emancipación a los 13
Hasta los 12 años, su deporte principal era el esquí, llegando a ser campeón de Italia de slalom gigante sub-8 y subcampeón sub-12 y sólo cogía la raqueta en verano mientras esperaba que llegara la nieve. Hoy cuando le preguntan por un referente señala a Roger Federer, pero su ídolo de infancia fue realmente el esquiador Bode Miller y tardó en seguir el circuito ATP. «Hasta los 12 o 13 años vi muy pocos partidos, la verdad. Alguna final de Andreas Seppi porque es de la misma región de Italia que yo y poco más», reconocía recientemente quien luego se entregó al tenis como nadie. «Elegí el tenis porque me gusta jugar. Esquiar es una sola bajada, si cometes un error todo se acaba. En el tenis puedes fallar y ganar», recordó. A los 13 años, con la ayuda de sus padres. Sinner descendió de las montañas, cruzó el país de este a oeste y se instaló en el Piatti Tennis Center de Bordighera, en la Riviera italiana, al lado de Mónaco y Francia.
Allí, donde también aprendieron Novak Djokovic o Richard Gasquet, empezó una progresión lineal que este domingo alcanzó su cenit. En 2019, su primer año como profesional, ganó el título de la Next Gen y entró en el Top 100, en 2020 levantó su primer título ATP, en 2021 alcanzó el Top 10 y a finales del 2023 se volvió imparable. Con un cambio en su mentalidad, más consistente, se llevó el Masters 1000 de Canadá y, desde entonces, apenas ha perdido. Incluso le entregó la Copa Davis a Italia, un milagro.
Su relación con Alcaraz
A sus 22 años, con su victoria en el Open de Australia demostró que está preparado para celebrar más torneos grandes. En el ocaso de la mejor generación del tenis, el Big Three, Novak Djokovic, Rafa Nadal y Roger Federer, Sinner se presenta como relevo junto a Alcaraz. «Estoy contento por ti, lo mereces más que nadie», escribía ayer el español en X como parte de la amistad que ambos comparten desde hace tiempo
Cuando Sinner tenía 17 años y Alcaraz tenía 15 se enfrentaron en Villena en el Ferrero Challenger y, tras la sorpresa por la victoria del más joven, entablaron relación. Como profesionales se han medido siete veces, con un balance de 4-3 para el italiano, pero habrá más, muchas más: el futuro es eterno. Alcaraz llegó a la cima antes y su adversario generacional, Sinner, el niño del refugio, el adolescente esquiador, el campeón de Grand Slam tranquilo, está desde este domingo a su lado.