En 48 horas, durante el fin de semana, el fútbol, como actividad única alrededor de un balón y sujeto a un reglamento, nos ofreció un espléndido contraste intercontinental de edades y sexos (ahora se dice géneros). La selección española femenina sub’
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David Goffin alzó la voz: «Algunos seguidores están aquí para molestar y no para animar. Los jueces de silla deberían intervenir, hoy uno me ha escupido un chicle. Muchos jugadores se quejan, hay ese sentir en el vestuario». Iga Swiatek, la número uno del mundo, le replicó dirigiéndose a la grada de la Philippe Chatrier: «Por favor, no gritéis durante el juego. Esto es serio para nosotras, estamos jugando por mucho dinero y puntos. Espero no convertirme ahora en una de esas jugadoras que no les gustan y a las que la abuchean». Y finalmente Novak Djokovic, también número uno, cerró la denuncia: «Quiero que los aficionados animen, que canten, pero a veces se pasan de la raya, es irrespetuoso. He vivido lo que vivió Goffin y apoyo sus quejas, hay que plantar cara a esos espectadores».
Christophe EnaAP
Roland Garros no es una caldera. Está muy lejos del ruido de cualquier partido de fútbol, de baloncesto, está lejos incluso del ambiente de la antigua Copa Davis. Pero los tenistas están acostumbrados al silencio absoluto. Y éste en París a veces se rompe, cada vez más. En su partido de segunda ronda ante Casper Ruud en la Suzanne Lenglen, Alejandro Davidovich se encontró con una aficionada que le daba indicaciones siempre que se acercaba al lateral a secarse el sudor y, al final, el español avisó del palique al juez de silla. El árbitro no hizo nada. Pero la mujer, entonces sí, avergonzada, calló. El debate es casi tan antiguo como el mismo tenis, pero con tantos deportes ruidosos, con gritos del público en cada jugada y música de los altavoces en cada parón, cada vez es más conveniente. ¿Realmente puede sobrevivir el silencio?
Más allá de Wimbledon, donde el mutismo está tan arraigado como vestir de blanco y comer frutas con nata, el US Open siempre ha dejado fluir el bullicio y el Open de Australia lleva el mismo camino. En las últimas ediciones, de hecho, permite la libre circulación de los aficionados -sin tener que esperar a entrar y salir en los descansos- e incluso ha montado un bar, el AO Courtside Bar, desde el cual se puede seguir la acción de la pista 6. El follón es considerable. El éxito del establecimiento, también.
El alcohol prohibido (un poco)
«Nos encanta que haya emoción y que la gente se exprese. Pero seremos inflexibles en cuanto al respeto por los tenistas y el desarrollo de los partidos. Si no te portas bien o lanzas cosas a los jugadores, te expulsaremos», amenazaba Amelie Mauresmo, directora de Roland Garros, en un encuentro organizado expresamente con los enviados especiales de otros países. El objetivo era frenar la idea de que el Grand Slam parisino es un desmadre y, para eso, anunció una medida: ley seca, prohibido el alcohol. En un principio parecía que no habría más cerveza, ni champán, ni vino en todo el recinto, pero en realidad sólo se ha vetado su venta en el interior de los estadios. La mayoría de aficionados comen y beben fuera antes de entrar a las pistas así que el veto es limitado.
Si hay un problema no será la solución. Pero... ¿Realmente hay un problema? En dirección contrario a Goffin, Swiatek o Djokovic, otros tenistas ya han comentado que el alboroto no les molesta, más bien todo lo contrario. Paula Badosa, que ha jugado sus dos partidos en las pistas pequeñas anexas a la Suzanne Lenglen, donde hay ruido por todos lados, defendió la libertad del público de gritar. «Ella [Swiatek] tiene suerte de jugar todos los partidos en la Philippe Chatrier, donde no molesta el ruido de otras pistas. Pero, dicho eso, a mi no me molesta el público, todo lo contrario. Me motiva. Hace unos años fue muy difícil jugar sin público por culpa del covid y ahora estoy muy contenta con afición», aseguró la tenista que este viernes se enfrentará a Aryna Sabalenka (sobre las 14.00 horas, Eurosport) precisamente en la Philippe Chatrier, la pista central.
CAROLINE BLUMBERGEFE
En su misma línea se han pronunciado la mayoría de tenistas estadounidenses, siempre entregados al show, como Coco Gauff:«La mayoría de aficionados son respetuosos y yo cuando veo un partido como espectadora también quiero hacer ruido. Entiendo que sea difícil si alguien grita de repente, pero a mí me gusta que haya bullicio». ¿Realmente puede sobrevivir el silencio?
El Villarreal pretendía iniciar en Chipre su remontada en la Champions tras un difícil inicio en la liguilla pero se marcha de la isla sin margen ya de error tras su inesperada derrota ante el Pafos, que le deja con un solo punto tras cuatro jornadas. El equipo de Marcelino, en una versión muy distinta a la que viene exhibiendo en liga, perdonó cuando fue superior y no encontró la forma de superar a su rival tras el solitario gol de Luckassen nada más arrancar el segundo tiempo. [Narración y estadísticas, 1-0]
El partido podría haber sido muy diferente si el Villarreal llega a acertar en las dos ocasiones que tuvo, muy claras, en los diez primeros minutos. Mikautadze se encontró solo ante el portero tras un pase de cabeza de Moleiro pero el delantero ni siquiera pudo rematar bien. Apenas cinco minutos después, el canario volvió a dejar a un compañero mano a mano con Michael, tras un pase filtrado a Gueye, pero su tiro lo sacó el guardameta con el pie.
Parecía cuestión de tiempo que acabara llegando el gol amarillo, pero lo cierto es que el Pafos dio un paso al frente tras la doble oportunidad de los castellonenses. Ya había amenazado Quina, muy activo por banda izquierda, nada más arrancar el partido con un tiro que se le fue ligeramente alto. El equipo de Juan Carlos Carcedo no renunciaba a ser protagonista y fue ganando protagonismo con el paso de los minutos, aunque le faltaba claridad de ideas a la hora de atacar.
Lo que sí lograba el equipo chipriota era minimizar las opciones del Villarreal de salir a la contra. Los de Marcelino se veían obligados a a buscar la portería contraria ante un equipo replegado y con dos líneas muy juntas en la frontal de su área que dificultaban la circulación del balón. Con Moleiro metiéndose más hacia dentro, tampoco Pepe y Cardona conseguían hacer daño por las bandas, con lo que Ayoze y Mikautadze estaban muy desasistidos. Un inocente cabezazo del canario que atajó sin problemas el portero fue la última aproximación de los amarillos antes del descanso, a cuya vuelta se iban a encontrar una desagradable sorpresa.
En el primer saque de esquina del partido, Sema puso un buen balón al primer palo y apareció allí totalmente solo Luckassen para cabecear a bocajarro. Al Villarreal se le vinieron entonces encima las urgencias propias de un equipo que aún no se había estrenado en Champions y necesitaba los puntos para no descolgarse de la pelea por las eliminatorias.
Urgencias que llegaron también al banquillo, donde Marcelino agotó sus cinco cambios en solo dos ventanas y con media hora todavía por delante mientras el Pafos era quien más peligro estaba generando. Quina lo intentó con un tiro desde la frontal que resolvió bien Luiz Júnior y Luckassen buscó el doblete cabeceando otro envío de Sema, aunque esta vez no cogió portería.
Mejoría insuficiente
La mejoría del Villarreal fue inmediata con los jugadores de refresco, tanto en dominio como en fútbol ofensivo, pero insuficiente. En el primer balón que tocó, Pedraza centró desde línea de fondo y remató Oluwaseyi pero atajó seguro el guardameta. A Pepe se le marchó por centímetros un tiro cruzado tras una gran maniobra en el área y Michael volvió a intervenir tras una contra frustrada por el deficiente tiro de Solomon. Le faltó sangre fría al equipo de Marcelino, algo comprensible dadas las circunstancias, y acabó metiendo balones al área sin demasiado criterio ante un rival encerrado que se defendió con uñas y dientes para celebrar el primer triunfo de su historia en la Champions.