La paradoja del Real Madrid era curiosa en Belgrado. Alrededor, uno de los ambientes más fieros de Europa, y enfrente Zeljko Obradovic y un Partizán que, a pesar de estar ya eliminado, le tenía tantas ganas tras lo sucedido en los incendiarios playoffs de hace dos temporadas que sólo cedió en el mismísimo último segundo. Cuando Tavares, que además de cambiar los partidos también los gana, se inventó un gancho desde cuatro metros sobre la bocina. Una remontada épica; imponerse a todo eso para que diera igual, porque su futuro en la Euroliga se estaba decidiendo en otros lugares. [89-91: Narración y estadísticas]
Mientras los blancos batallaban en la sala Alexander Nikolic, el Bayern caía en casa contra el Fenerbahçe (amaneció con un 19-43) y el Mónaco se imponía en la cancha del Asvel. Y eso lo condicionaba todo en las diabólicas cuentas de la última jornada, con hasta siete equipos en dos victorias del cuarto al 10º puesto. El Madrid podía ganar o perder que el séptimo puesto, el primero de los que disputarán el play-in, le aguardaba sin posibilidad de escape. Sólo lo esquivará si Efes o Barça caen este viernes en casa con Zalgiris o Virtus, rivales sin nada en juego.
Fue un desenlace para el recuerdo, una resurrección de esas que acostumbra el Madrid cuando late seguro de sí mismo. Había vagabundeado por el partido, con menos colmillo que últimamente, dejándose mecer por la marea feroz de los serbios. Pero, con el agua al cuello, decidió que había espacio para el frenesí. 10 abajo en el comienzo del acto final, nueve cuando un triple del imparable Brandon Davies pareció la sentencia a falta de 3:48 (85-76). Llull, Campazzo, Hezonja y, finalmente, Tavares, se pusieron la capa de superhéroes y todo acabó en fiesta.
Llull
El duelo había sido igual de intenso que si el Partizán se jugara la clasificación. Ardían las tribunas, especialmente enceladas contra Llull (al que acusan de ser el provocador de la enorme trifulca del Palacio), e Isaac Bonga devenía en puntal ofensivo, con 12 puntos al descanso. Los mismos que Dzanan Musa, al que para empezar le había caído una tremenda bronca de su compañero Abalde por quedarse protestando una acción y no bajar a defender.
La igualdad reinaba. Tavares e Ibaka dominaron la pintura, pero el Madrid perdió más balones de los recomendables. Así siguió a la vuelta de vestuarios, aunque pronto se comprobó que los blancos no eran los de las últimas semanas, con sólo una derrota (en Atenas) tras la final de Copa. Ya sea porque no dependían de ellos mismos o simplemente porque no era la noche propicia.
Brandon Davies, defendiendo a Campazzo, en Belgrado.EFE
Brandon Davies, verdugo habitual desde que jugaba de verde en el Zalgiris, se puso las botas. Se estiró el Partizán, que encontraba en Tavares el flanco por el que herir en los uno contra uno de Carlik Jones. Llull se intentaba rebelar contra todo eso, pero parecía imposible.
Y entonces, el milagro. Un triple de Hezonja, un robo de Campazzo, un canastón de Llull para empatar a falta de seis segundos… La respuesta maravillosa de Jones y el gancho (fraguado en la pizarra de Chus Mateo) final de Tavares. Que ganó un partido y lo mereció.
Aunque ese alarde no le vaya a valer a priori al Madrid para evitar el play-in por primera vez en su historia. Será séptimo (y jugará el martes contra el octavo en el Palacio) si Efes y Barça cumplen los pronósticos. Si sólo pierden los turcos en casa contra el Zalgiris, será quinto y se las verá en cuartos contra el Mónaco sin ventaja de campo. Si sólo pierden los de Joan Peñarroya, en casa contra la Virtus, los blancos serán sextos y jugarán los playoffs contra Panathinaikos, también sin ventaja de campo. Y si ganan ambos (lo normal), acabará séptimo y jugará contra París o Estrella Roja en primera ronda. Entonces, si gana en el primer encuentro se enfrentará al Fenerbahçe y de ir al segundo y ganar se cruzaría en playoffs con el Olympiacos. Si pierde ambos quedaría eliminado.