El 28 de junio de 2001 Madrid amanecía con el incendio del viejo Palacio de los Deportes, la casa de Estudiantes ACB desde finales de los 80.
“¿Qué se puede hacer?”, preguntaban al entonces presidente del Club, Alejandro González Varona. “Pues, evidentemente, esto es un torpedo en nuestra línea de flotación. No hay un campo en Madrid que pueda albergar a nuestros más de 9000 abonados, las actividades del Club de Negocios…”, respondía.
“Pero suena muy duro eso de que puede desaparecer el Estudiantes…”, siguieron. “Hasta el 27 de septiembre, vamos a esperar…”, concluyó.
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Gracias por todo, maldito entrenador
Aquel 27 de septiembre de 2001, Estudiantes inició la temporada de su equipo ACB en el Palacio de Vistalegre. Ese año, y los siguientes, se batieron récords con más de 15.000 espectadores en algunos partidos. Con el sponsor de entonces, Adecco, apostando más que ningún otro por el club, ayudando a que siguiera siendo una de las marcas más reconocibles del deporte español y del baloncesto europeo. Y, por supuesto -lógicamente-, aprovechándose de los beneficios de ese vínculo de Altísimo Rendimiento.
En 2004, Estudiantes disputaba la final de la ACB, perdiendo el quinto partido del playoff contra el Barcelona, y jugando de nuevo esos años la máxima competición del baloncesto de clubes en Europa, el lugar soñado para los proyectos más ambiciosos de baloncesto profesional masculino, donde el primer equipo masculino del club llegó a manejarse con cierta soltura y mucha gracia.
El final del vídeo que se hizo sobre la noticia no es apto para nostálgicos del demencialmente autoproclamado “Mejor Equipo de Madrid” en aquellos albores del siglo. El guionista se vino arriba y dejó un mensaje que subirá las pulsaciones incluso al menos competitivo de los lectores aquí convocados. Cito de memoria, pero me suena algo como “Adecco Estudiantes, el club más importante de Europa”. Un par de años después, Adecco y Estudiantes decidieron separar sus caminos…
El fin de semana que inicia las celebraciones del 75 aniversario del club, y en el momento competitivamente menos brillante del primer equipo masculino (disputa la LEB Oro tras el descenso de 2021), hemos escuchado a los dirigentes actuales hablar de los polvos de aquellos años: “Estudiantes vivía muy por encima de sus verdaderas posibilidades económicas”. Verdaderos culpables de todo este lodo, “14 millones de deuda que ya hemos logrado rebajar a siete”.
Llegado a este punto, jamás se me olvidará una incómoda pregunta, precisamente en aquella época en la que Adecco y Estudiantes empezaron a separar sus caminos, que me hizo mi querido y complejo padrino, Luis Martínez Arroyo, estudiante de bachillerato en el Ramiro de 1948, integrante del primer equipo de la historia del Club, y posteriormente directivo de la entidad.
“¿Por qué os empeñáis, Pablo, en alimentar un Estudiantes competitivo que se quiera codear con los mejores? ¿No os dais cuenta de que aquello se hizo para otra cosa, que Estudiantes es algo anacrónico y que en el baloncesto actual no tiene ya más recorrido en esa élite llena de intereses económicos?”. Mi respuesta aquella tarde de sábado no fue más allá de una torpe defensa de muchas biografías asociadas a tantas vivencias, a grandes momentos deportivos y personales. Pero desde entonces no he dejado de trasladar esa pregunta allí donde se me quiera y pueda escuchar.
Dice el publicista Toni Segarra que “una compañía produce y vende algo por una razón, si es sólo para ganar dinero fracasará y será despreciable”. Y me solía decir Pablo Carabias, fundador de las Series Colegiales Adecco Estudiantes, llamada hoy Copa Colegial (“la mejor competición escolar del Viejo Continente”): “La industria del deporte, Pablo, se encamina hacia dos tipos de escenarios muy rentables: el gran evento, la gran competición, Mundiales, Juegos Olímpicos, la NBA, La Euroliga…, o los eventos y competiciones locales con mucha penetración en sus mercados y muy pegados a su tierra. Por supuesto nuestra Copa Colegial, pero también una Liga ACB, por ejemplo, que se olvidase de esos equipos Euroliga y se centrase en hacer la mejor competición posible en el mercado español, con todos compitiendo en igualdad de condiciones. Todos aquellos proyectos que sigan navegando a medio camino entre estos dos escenarios, están destinados a morir”.
Entre la idea del publicista, y la reflexión del visionario, ya tenemos al menos un horizonte claro que tal vez hasta mi añorado tío Luis podría comprar. Parece evidente que con buena gestión, buenos líderes, y miradas largas en el tiempo, en cada crisis surgen oportunidades. Y esto último parece que lo dijo Perogrullo, que creo que era un base italiano, o tal vez griego, no me pidan levantarme a mirarlo.