Se alzó el telón masculino en la Copa del Mundo de Esquí. También en Sölden, como el femenino. Y también con un eslalon gigante. Arrancó, con el dorsal número 1, Marc Odermatt, el rey reinante, no el emérito, de la nieve y… se salió de la pista a los 47 segundos de haber partido. Sorpresa y decepción. Dejó la prueba abierta a todas las posibilidades.
Las aprovechó, en su máximo esplendor, el equipo noruego con un soberbio triplete de compañeros y amigos: Alexander Steen Olsen, Henrik Kristoffersen y Atle Lie McGrath. No ocurría algo así desde febrero de 2017, en el supergigante de Val Gardena, con Svindal, Jansrud y Kilde copando el podio.
El festival nórdico lo hubiera ampliado Lucas Braathen, cuarto, si el fenómeno nacido en Oslo, de 24 años y vencedor de la Copa del Mundo de eslalon en 2023, no se llamase ahora Pinheiro de primer apellido, el de su madre, y compitiese por Brasil, un país inexistente en el mundo de esquí. Lucas se retiró por desavenencias con la Federación noruega y ha regresado con fuerza al primer plano con un equipo propio bajo una nueva bandera, encantada de que su flamante ciudadano vaya por libre y haga insólita patria.
Otro regreso con más ruido que opciones ha sido el del austriaco Marcel Hirscher, bajo otra enseña la de Países Bajos, país, también, de su madre, con una “wild card” de la Federación Internacional. A los 35 años, luego de cinco retirado, con un historial imponente de, entre otros muchos laureles, 67 victorias en la Copa del Mundo, el segundo hombre de la historia tras Ingemar Stenmark, terminó en el puesto 23º. Nada mal tras tan larga ausencia. Quien tuvo, retuvo.
Los españoles Aleix Aubert y Albert Ortega no pasaron el corte de los 30 primeros para disputar la segunda manga. Curiosamente, compartieron el 58º puesto con el mismo tiempo.