Es lunes 21 de agosto de 2023, son las 21:57 y hace un par de horas que ha caído la noche sobre Budapest. Se celebra la final de los 100 metros femeninos. Es 21 de agosto y Usain Bolt ha cumplido 37 años, los mismos que en diciembre cumplirá Shelly-A
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La primera fuga triunfal de la carrera, resuelta por el australiano Luke Plapp, deparó un cambio de líder. Roglic, por segunda vez en este Giro, se desvistió de la "maglia". Esta vez en beneficio de Diego Ulissi, feliz a los 35 curtidos años. Profeta en su tierra.
Etapa intensa, larga (190 kms.), con cuatro puertos, dos de tercera, uno de primera intercalado entre ellos y uno de cuarta, el Gagliole, de engañosa amabilidad: sólo 800 metros, pero al 12% de promedio. O sea, con tramitos cercanos al 20%. Chiquito, pero matón.
La escapada inicial de 14 hombres tenía nivel: Fortunato, Ulissi, Steinhauser, Bardet, Plapp, Vendrame, Arrieta, Prodhomme, Lastra, Kelderman, Formolo... A lo largo del quebrado camino y sus vicisitudes, las piezas fueron alterando el orden del tablero. O el tablero el orden de las piezas, a elegir. Unos hombres se adelantaban, otros perdían comba. Algunos de los que la perdían, la recuperaban. Atacándose todos, más o menos separados, más o menos vueltos a juntarse, en continuo revoltijo rutero, todo el interés de la etapa se redujo, ante la voluntaria pereza del pelotón y sus luminarias, a saber si Diego Ulissi y Lorenzo Fortunato, compatriotas, amigos y compañeros de equipo, accedían al liderato.
Según discurría la carrera, dividida la escapada en diversas facciones alternantes, ora Ulissi, ora Fortunato se vestían virtualmente de rosa. Mientras tanto, de todo aquel juego de combinaciones emergía Plapp, excelente rodador, en un escenario teóricamente impropio. Cuando cruzó la meta, seguido por Keldermann y Ulissi a 38 segundos y, dispersos, Arrieta, Prodhomme y compañía, aún no se sabía si Ulissi, que ya iba por delante de Fortunato, se vestiría de gala tras el tiempo real y las bonificaciones. El pelotón aceleraba un poco y la carroza de Ulissi se convertía en calabaza. El pelotón se entregaba a un parón, y la calabaza tornaba a transformarse en carroza.
Ayuso, agresivo
Finalmente, el cuento de Ulissi acabó bien. Y en el último repechito antes de la llegada, Ayuso, entre la sorpresa y la alarma generales, dio un estirón. Roglic, el más sorprendido y alarmado, salió como un rayo a tratar de atraparlo. No lo consiguió y se dejó con el español un segundito. No es mucho, pero todo es bueno para el convento. Ayuso está ambicioso y es un iconoclasta ajeno al temor que inspira el esloveno. Las cartas están sobre la mesa.
Ahora el "sterrato", ese atractivo, ese susto, aguarda a todos en la etapa dominical que concluye en Siena. Tramos de tierra que suman un total de más de 30 kms. Probablemente, Ulissi despertará del sueño y todos los favoritos seguirán acariciando el suyo. Puede que el de más de uno se troque en pesadilla.
La carrera empezó y terminó a la vez. Mathieu van der Poel tomó la cabeza desde el primer metro y, al completar el último, lograba su séptimo título mundial de ciclocross. Igualaba así a Eric de Vlaeminck. Recién cumplidos el 19 de enero los 30 años, aún tiene tiempo de superar al belga y añadir algún color más a los siete del arcoíris.
Dominó desde lejos a Wout Van Aert, que salió desde la cuarta fila, y eso, en los estrechos trazados del ciclocross, es una gran desventaja a la hora de remontar. Wout perdió 46 segundos en la primera vuelta. En la tercera de las ocho, ya sólo tenía por delante al neerlandés. Y cruzó la línea 45 segundos más tarde. Todo concluyó, en el apartado cronométrico, igual que comenzó. El plato fuerte fue como los entrantes. Y, aunque sólo había ojos para la pareja estelar, hay que decir, para ser justos con el resto, que el bronce lo agarró el belga Thibau Nys, y que Felipe Orts acabó decimotercero.
Sol y frío en Liévin, al norte de Francia. Poco y duro barro. Los corredores terminaron más salpicados que rebozados. Wout van Aert, que cumplió esos mismos 30 años en septiembre, campeón en 2016, 2017 y 2018, se inclinó ante Van der Poel por tercera vez esta temporada en la, también, tercera coincidencia de ambos. Estaba en desventaja. Reapareció en diciembre tras un descanso forzoso desde que, el 3 de septiembre de 2024, camino de los Lagos de Covadonga, se cayese en la Vuelta, en la que ya había ganado tres etapas, y se dañase severamente la rodilla derecha. Y, aunque sin Van der Poel en liza, se apuntó un par de victorias en enero, no ha estado realmente en disposición de mirarle a los ojos al neerlandés a la hora de pelear por el título mundial.
Der Poel contra Van Aert
Pero el contencioso no ha caducado. Desde la edad juvenil, el dúo, casi una pareja en sus paralelismos y en la estrechez de su relación, ha protagonizado una de las mayores rivalidades en la historia del ciclismo. Quizás la mayor, dado que, en su compartida superioridad, y a diferencia de otras modalidades más repartidas jerárquicamente, han hecho del ciclocross un territorio propio y excluyente.
Cuando ambos están en liza, en forma y en plazo, los demás no existen, meras figuras de atrezzo. El de Liévin ha sido su enfrentamiento número 188, con ventaja estadística para Van der Poel. En la desigual, pero profusa colección común de victorias, semejante rivalidad ha desembocado en una forma de fraternidad y mutua dependencia. Los dos se miran en la única cara de un mismo común.
Su condición de estrellas absolutas del ciclismo en carretera ha ensanchado, después de romperlos, los horizontes del ciclocross y atraído a las frías campas nuevos y entusiastas feligreses. Aficionados a la bicicleta tradicional que, de otro modo, alejados de los circuitos belgas y neerlandeses, y de sus desconocidos especialistas puros, le hubieran dedicado a la "cabra" invernal muy poca o ninguna atención. En Liévin, el circuito, al que se accedía previo pago, estaba a reventar.
Terminados el barro, la hierba y la arena, Mathieu y Wout se reincorporan al asfalto. Les esperan, piafando, Pogacar, Vingegaard, Evenepoel y compañía. Aguardamos impacientes a todos.
Evgeniya Chikunova tendría que haber estado en la final de los 200 braza. Y quizás la habría ganado. Después de todo es la plusmarquista mundial. Pero, además, es rusa, una razón olímpicamente excluyente en las actuales circunstancias bélico-políticas. Chikunova, de 19 años, nacida, como Putin, en San Petersburgo, no forma parte del magro contingente de compatriotas, 15 en todos los deportes, que han sido autorizados para acudir a París como «atl
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