Tour de Francia
Saint Gervais – Courchevel
El esloveno, que tuvo una caída al comienzo de la etapa, cedió 5:45 minutos ante el líder, una crisis nunca antes vista. Felix Gall se llevó la etapa reina, donde brilló Pello Bilbao y Carlos Rodríguez se alejó del podio
Se abrió el maillot hasta abajo, pecho al aire, las gafas sobre el casco, se desprendió del pinganillo y entregó las armas como jamás lo hizo en su carrera. “Se acabó, estoy muerto”, acertó a reconocer. La derrota y la victoria a la vez, tan estruendosas como la grandeza de los oponentes. Al mismo tiempo que Tadej Pogacar se despedía del Tour, Jonas Vingegaard miraba hacia atrás, como incrédulo ante la crisis de su Némesis. Ni siquiera habían llegado a Meribel, el punto clave del día, lo más duro del infinito Col de la Loze por delante. En meta fueron 5:45 minutos (7:35 ya en la general), una distancia insospechada, descomunal. Otra exhibición del danés, al que sólo Felix Gall privó también de la victoria de una etapa para siempre recordada. [Narración y estadísticas]
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Fue tal el impacto de la contrarreloj del martes en Combloux, como un directo al mentón, que el día después, la gran etapa reina del Tour, más de 5.000 metros de desnivel acumulado por los calurosos Alpes, se sostuvo bajo los efectos del mazazo de Vingegaard. Un recital para apagar todos los fuegos de Pogacar, para congelar su ímpetu, para tumbarle sobre la lona, knock out. Y la sentencia hacia el segundo Tour consecutivo del danés, un paseo ya hasta el domingo en París. Cuando su rival se descolgó, sólo con la ayuda de Marc Soler, el Jumbo Visma activó además todo su poderío y el líder fue escalando hacia la cumbre apoyado en sus compañeros, cada uno un resorte.
Le estorbó un coche en plena subida, no logró alcanzar a Felix Gall (el escalador austriaco se estrena en el Tour) ni a Simon Yates, Pello Bilbao (enorme también su actuación) se le adelantó en el rampón final del altipuerto. Qué más da. Las distancias de Vingegaard con el resto volvieron a ser de otra época.
No hubo batalla de lejos, ni por asomo. Si Pogacar albergaba alguna esperanza de pergeñar una jornada caótica, pronto recibió otro golpe, más moral que físico, con una caída al poco del arranque. Ni 20 kilómetros llevaban cuando un ‘afilador’ con Nans Peters acabó con el esloveno en el asfalto, fuerte golpe en la cadera y la rodilla izquierda. A su lado, salvando la fatalidad, Vingegaard.
“Después de Meribel”, había avisado en la salida de Saint Gervais el aspirante herido, con cara de agonía toda la etapa, a rueda del amarillo de su rival que avanzaba con su pedalear alegre, sin sensación de esfuerzo, impecable, colando gregarios ambos en la escapada del día, en la que se empeñó especialmente un ambicioso Pello Bilbao, que iba a protagonizar un estupendo salto en la general. La calma de un día sin sobresaltos anticipó la tempestad, el estallido, la pájara, quién sabe si afectado por la caída o simplemente roto moralmente.
Tampoco iba a ser una jornada agradable para Carlos Rodríguez, que vio como el podio se le alejó demasiado. Trabajó todo el día el Ineos para controlar la fuga, pero cuando aceleró Sepp Kuss en la agonía de Pogacar, Adam Yates aguantó. Encontró el británico la ayuda de Majka después y aventajó al español en 1:11 en la meta de Courchevel, donde todos entraron como pudieron, ciclismo de otra época. Un ganador pletórico y un perdedor conmovedor.