El Real Madrid ha hecho oficial este martes el acuerdo de renovación con Rudy Fernández, que seguirá vistiendo de blanco hasta el 30 de junio de 2024, en la que será su decimotercera temporada en el equipo.
Tras estar tres años en la NBA, en las filas de los Denver Nuggets, Rudy fichó por el Madrid en el 2011. Con el club blanco ha ganado 23 títulos, un brillante palmarés que le ha dado el derecho a decidir sobre su futuro.
Entre los galardones que ha obtenido con el club se encuentran 3 Copas de Europa, 1 Copa Intercontinental, 6 Ligas, 5 Copas del Rey y 8 Supercopas de España. Además, fue elegido 2 veces en el quinteto ideal de la Euroliga (2012-13 y 2013-2014), 2 veces en el quinteto ideal de la Liga (2012-2013 y 2013-2014) y ha logrado 1 MVP de la Supercopa de España (2012), 1 MVP de la Copa del Rey (2015) y 1 MVP de la final de la Liga (2017-2018).
Brillante también con la selección
El mallorquín no sólo ha brillado con el Real Madrid. Tal y como recoge el club en el comunicado, el jugador ha tenido una extraordinaria trayectoria con la selección española.
Ha sido internacional en 247 ocasiones y ha ganado 11 medallas: 6 de Oro (Copas del Mundo de 2006 y 2019 y Europeos de 2009, 2011, 2015 y 2022), 3 de Plata (Juegos Olímpicos de 2008 y 2012 y Europeo de 2007) y 2 de Bronce (Juegos Olímpicos de 2016 y Europeo de 2013). Además, a nivel individual, Rudy Fernández fue elegido integrante del quinteto ideal del Europeo de 2009.
¿Es la Liga Endesa la mejor de Europa, la segunda mejor del mundo después de la NBA? O, mejor dicho, ¿lo sigue siendo? La puesta de largo de la ACB tuvo lugar el lunes en la sede madrileña de su principal patrocinador. A cuatro días de la Supercopa en Murcia -con un Real Madrid-Barça en la primera semifinal para abrir boca- y a dos semanas de la primera jornada, de repente se ha disparado un debate que parecía enterrado. Por obvio.
Fue un jugador random el que ha avivado el fuego y pronto le ha llegado la respuesta a Juan Toscano Anderson. Durante la celebración de la Copa Intercontinental en Singapur este fin de semana, el mexicano, parte del combinado de la liga de desarrollo de la NBA que perdió la final contra Unicaja (campeón de la Champions League de la FIBA) fue claro: «Creo que la G League es la segunda mejor liga del mundo y queremos demostrarlo». Después, mientras su equipo caía ante los de Ibon Navarro, intentó revitalizar a sus compañeros con un arenga en un tiempo muerto que no hizo otra cosas que hurgar más en la herida: «Nuestro sueño no es jugar en la puta ACB. Nuestro sueño no es jugar en la puta Euroliga. Nuestro sueño es jugar en la NBA y ganar cientos de miles de dólares. Lo que nos están haciendo es vergonzante, inaceptable».
Los tiempos del baloncesto global han ido acentuando una tendencia en las últimas décadas en cuanto a ligas domésticas, la del dominio abrumador, mediático, económico y deportivo, de la NBA. Ahí están las cifras, las estrellas y los sueños de los niños de todo el planeta. Y la G-League no es otra cosa que una de las puertas de entrada a ese cielo. Otro asunto es que esa competición que nació en 2001 con ocho equipos (ya va por 28) pueda mirar a los ojos a las grandes de Europa.
Dejando al margen la Euroliga (competición continental, con los mejores de las mejores ligas), la Liga Endesa sigue siendo las más potente a nivel doméstico de Europa. Así ha sido durante las últimas décadas -según el ranking que elabora cada temporada la web Eurohoops, por ejemplo- y así lo demandan los jugadores. Especialmente los de clase media. Porqué ahí es donde realmente se marcan las distancias con, por ejemplo, el campeonato turco, el italiano, el francés, el griego o el alemán, uno de los que está al alza últimamente. Atrás quedó la pujanza de la VTB rusa, cercenada por la invasión de Ucrania y el estallido de la guerra.
No es que la ACB esquive los problemas, desde su repercusión mediática al dominio tiránico que ejercen Madrid y Barça (de las últimas 14 ligas han ganado 12, de las últimas 15 Copas, 14). Pero sigue marcando tendencia en Europa e incluso a nivel global (pese al auge de competiciones como la japonesa o la australiana). Ayer, en su presentación en la sede de Endesa, sus protagonistas no tenían dudas en respuesta a ELMUNDO.
"Exigencia"
«Creo que es la mejor. Después de la NBA, obviamente, es un de las mejores ligas domésticas. Por el nivel, porque hay muchos equipos que te pueden ganar, como local o como visitante. Año a año va subiendo. También en Europa: este año ha sido el que más jugadores NBA se vinieron», admitía Facundo Campazzo, aunque bien es cierto que muchas de esas estrellas de vuelta acabaron en Panathinaikos (Cedi Osman), Olympiacos (Evan Fournier, Sasha Vezenkov), Efes (Jordan Nwora, Stanley Johnson) Partizan (Aleksej Pokusevski, Frank Ntlikina)... Su ex compañero Juan Núñez, ahora en el Barça tras dos años en la Bundesliga con el Ulm, compartía opinión: «Yo creo que sí. Pero no he vivido todas las ligas. De lo que he visto, sí es la mejor».
En idéntica línea Jean Montero, uno de los fichajes del verano (segundo máximo anotador del pasado curso), refuerzo para el Valencia. «Para mí es la primera. Me encanta la ACB, me siento cómodo. Es una liga que siempre te exige. Siempre tienes que estar concentrado y mantener la exigencia física y mental. Un día puedes meter 30 y otro cero», razona el dominicano. Y también otro base, Rafa Luz, del Morabanc Andorra: «Sólo tienes que ver los jugadores que quieren jugar en la Liga Endesa. Todos quieren estar aquí, buscan priorizar venir a España antes que a otros países». El brasileño apunta una de las claves, la económica: «Puede que un jugador top cobre más si es referente en un gran equipo de otro país, pero seguro que no va a ser tan competitivo ni tener objetivos colectivos tan importantes. Creo que de los 18 equipos ACB, 12 juegan en Europa. No hace falta decir nada más».
En el colegio Santiago Apóstol de Valencia, en pleno corazón del Cabanyal, los niños, la mayoría de etnia gitana -el centro acoge a estudiantes de familias sin recursos-, miran con ojos como platos al gigante que tienen enfrente. Pero más asombrado está el propio Usman Garuba ante las preguntas, cada cual más ingeniosa.
"Garuba, ¿eres millonario?". "¿Cuánto de viejo eres?". "¿Qué número de pie usas?". "¿Cuántos goles has metido?". Usman escapa del interrogatorio, promovido por el Campus Social Basketball Kellogg's, con media sonrisa y todo el ingenio del que dispone a esas horas de la mañana. Un pequeño oasis de desconexión en mitad de una semana de tensión total, un Preolímpico tramposo en el que España, tras derrotar a Líbano y Angola, se juega en dos partidos a vida o muerte estar en los próximos Juegos de París.
Para el de Azuqueca de Henares sería su segunda cita olímpica con sólo 22 años. La selección, como para tantos otros, es el patio de su recreo. Aquí, Usman es diferencial. El tipo del que la NBA no se termina de enamorar pese a sus empeños, es el pilar defensivo de Sergio Scariolo. Y en las dos primeras citas del torneo, a pesar de los pocos minutos a causa de las faltas, no hubo nadie más eficiente que él. Ni el todopoderoso Santi Aldama. Ni Lorenzo Brown. Los mejores parciales de España llegan con Garuba en la pista.
En poco más de 15 minutos, un más/menos de 16,5. 10 puntos, cinco rebotes y dos tapones de media. Producción acelerada. Porque, desvela su entorno, pocas veces lució con semejante plenitud. "Estoy mejor que nunca", asegura él. No jugó demasiado durante el curso -21 partidos en la G-League con los Santa Cruz Warriors (12,5 puntos, 10,1 rebotes) y seis encuentros testimoniales con Golden State-, pero la franquicia de San Francisco se empeñó en mejorarle. Hasta el mismísimo día anterior al viaje para iniciar la concentración con España el ex del Real Madrid estuvo entrenando con el equipo de técnicos que encabeza Steve Kerr. "He jugado pocos partidos, pero muchos minutos en la G-League. Y he podido trabajar mucho en mí. En todo, el equipo me ha trabajado físicamente, técnicamente, en detalles en la cancha, sesiones de vídeo, tiro... Ha sido importante poder entrenar y se lo agradezco a los Warriors por ayudarme a estar en este momento de forma", explica en conversación con EL MUNDO.
"No tengo que demostrar nada a nadie. Soy un grandísimo jugador, soy consciente de ello. Tengo muchísimas ganas de meter a mi país en los Juegos Olímpicos y de hacerlo bien. Ese es el objetivo", argumenta Usman cuando se le cuestiona sobre la sensaciones que transmite en la cancha, como un león enjaulado que ahora encuentra la sabana para atrapar a sus presas. Porque Garuba, a estas alturas del verano, está sin equipo, con el porvenir entre oficinas.
"Tres horas de siesta"
No es algo nuevo para él. Ya le ocurrió el año pasado durante el Mundial. Acabó firmando un contrato 'two-way' con Golden State, pero entonces tenía el colchón de los más de dos millones y medio que dólares que recibió por su salida de los Rockets. Ahora eso no le valdría, porque sigue en deuda económica con el Real Madrid, con el que acordó pagar su cláusula de salida a plazos. Aguarda a las confecciones de las plantillas NBA y baraja las posibles ofertas. No tardará en resolverse aquello, quizá días. Y siempre le queda la opción de regresar a casa, al Madrid que le recibiría con los brazos abiertos y con el que no habría problema en ponerse de acuerdo. La opción lógica.
Esas inquietudes contractuales no van a frenar el ardor en la pista de Garuba, quien, confiesa sus rutinas, duerme «una siesta de hasta tres horas» antes de cada partido, quien bromea en los pasillos del hotel de la selecciones en Valencia con su ex compañero Eric Gordon («mi veterano en Houston») sobre esa posible final del domingo contra la temible Bahamas. Usman tiene una espinita olímpica clavada que quiere resolver. «Los pasados Juegos fueron raros, sin afición y con el tema covid... No quiero decir que fueran una decepción, porque no es fácil competir ahí. Pero creo que podríamos haber dado más, un siguiente paso. Pero esto es baloncesto. Este año, si llegamos, esperemos que sí, queremos competir. No queremos ir y ya después de haber trabajado todo este tiempo», afirma.
Aunque tantos quieran evitar ya comparaciones con el pasado, la ambición de Usman le hace sentir que ganar el Preolímpico no sería un éxito. "Sabiendo todo lo que hemos ganado los años anteriores... Estamos acostumbrados a ganar Mundiales, Europeos... Ese sigue siendo nuestro objetivo. Es verdad que sería un impulso, porque ganar siempre viene bien", cuenta sobre un vestuario dolorido tras el borrón en el pasado Mundial y del que él, aún con 22 años, es ya todo un peso pesado.