Había dudas e incertidumbre e incluso críticas anticipatorias. Se auguraba caos e inseguridad. Primero fue el París pandémico: calles blindadas e inaccesibles, rodeadas de barras metálicas, restricciones, códigos QR y lluvia. Céline Dion cantó a los pies de la Torre Eiffel el himno al amor casi a medianoche y salió el sol, las calles se liberaron, llegaron las medallas, se glorificó a Léon Marchand, y el espíritu olímpico conquistó por fin París y hasta a los parisinos, muy escépticos y críticos con estos juegos.
La ciudad se ha transformado en esta primera semana de deporte: hay mucho tráfico, pero no es de coches sino de bicis o de gente paseando, luce el sol, los turistas, ausentes los días previos a los Juegos, ya invaden los estadios y espacios deportivos al aire libre. Hay policías en las calles, sí, pero ya no intimidan. Estos días se hizo viral un vídeo en el que un gendarme bailaba con una turista latinoamericana. Ella con su sombrero mexicano, él con su chaleco antibalas.
La tensión de los días previos a la ceremonia de apertura ha dado paso al buen ambiente. "Yo, que nunca me han interesado los Juegos, estoy enganchado. He sucumbido al espíritu olímpico", dice Thibaut. Lejos de ser caótico, "se respira buen rollo. Ojalá París así siempre", señala desde una de las fan zone que el ayuntamiento ha instalado en la ciudad para ver las pruebas.
El primer fin de semana de Juegos más de 150.000 personas han disfrutado del ambiente olímpico en alguno de estos 26 espacios propuestos por la alcaldía. Acudieron 80.000 el domingo, el segundo día de competiciones. La alcaldesa, Anne Hidalgo, "celebra el éxito popular de estos primeros días de competiciones".
Hasta los franceses, que habían renegado de estos Juegos, se han rendido al espectáculo que supone ver a las grandes figuras del deporte en el marco de la monumentalidad de París. "¡Como para perdérselo!", dice Thibaut. Las medallas de Francia, que ya lleva 28, han influido. También la ceremonia de apertura, muy francesa y cuyo colofón (Céline Dion, que lleva años fuera de los escenarios, versionando a Édith Piaf) no dejó a nadie indiferente.
"Al margen de los conservadores, que se han horrorizado cuando han visto aparecer a las drag queen en la ceremonia de apertura, todo el mundo ha quedado muy sorprendido en el buen sentido, tengo la sensación", explica Víctor, que se fue de París el fin de semana pasado, pensando que sería un caos, y al final ha decidido volver para no perderse la fiesta.
"ESTE ES OTRO PARÍS"
La llama olímpica, instalada en el jardín de las Tullerías, es uno de los reclamos que más atrae, hasta el punto de que Hidalgo ha pedido que se quede como herencia olímpica. Hasta los parisinos más renegados han sucumbido a la tentación. Como Guillaume: "Pensé en irme de París estas semanas porque me parecía insoportable la idea de ver los transportes llenos y todo plagado de turistas, pero al final decidí quedarme y no me arrepiento. Este es otro París", dice.
Había dudas sobre si podrían celebrarse las pruebas de triatlón sobre el Sena. Se hicieron y se pudo ver una estampa única: los atletas zambullidos en el emblemático río, 100 años después de que se prohibiera el baño en sus aguas.
Se preveía la llegada de 15 millones de turistas. Habrá que esperar aún para saber si se han cumplido las expectativas, pero los sitios olímpicos están llenos: el estadio de volley, a los pies de la Torre Eiffel; el Grand Palais, el palacio con su impresionante cúpula de cristal donde se celebra la esgrima, o Versalles, donde tiene lugar la hípica.
"Es curioso, porque pensábamos que iba a ser un caos y resulta que las cosas funcionan mejor durante los Juegos que en el día a día", explica Eric.
En París Bercy, donde se hace la gimnasia artística, tres americanos celebraban el jueves por la noche el oro conseguido por Simone Biles. "Estamos aquí por trabajo, pero decidimos aprovechar para ver a Biles. Ahora ya estamos poseídos por el espíritu olímpico", bromea uno de ellos.
Este ambiente no sólo se extiende por París. Sofía está en Marsella, ha ido a ver la Vela, y cuenta por teléfono cómo se vive allí. "El ambiente es buenísimo. Ya estoy ahorrando para poder ir a Los Ángeles. La gente está muy motivada. Siendo la vela un deporte tan minoritario, haya tanta gente. El ayuntamiento de Marsella ha instalado zonas gratuitas con actividades para niños y adultos. Está muy bien organizado. No puede dejar de ver deporte", dice.