Un juez dictaminó este viernes que el ex futbolista de la selección mexicana y del Deportivo de la Coruña, Omar Bravo, sea juzgado por presunto abuso sexual contra una adolescente.
Bravo, de 45 años y quien jugó el Mundial de 2006 así como los Juegos Olímpicos de 2004, fue arrestado el domingo en Zapopan, un suburbio de Guadalajara, una de las tres ciudades más grandes del país.
Supuestamente, el ex futbolista abusó de la hija de 17 años de su novia durante los últimos seis años. Si es declarado culpable de “abuso sexual infantil agravado”, el ex delantero podría enfrentarse a una sentencia de entre cinco y diez años de prisión.
En la audiencia, el juez determinó que, debido a la naturaleza del delito que se le imputa, Bravo debe permanecer en prisión al menos durante los próximos seis meses. En México, la detención preventiva se aplica si se considera que el acusado es un peligro para la sociedad o el proceso.
“En este tipo de delitos, por su gravedad, la ley prevé este tipo de medidas”, explicó Juan Soltero, abogado de la víctima. “Los seis meses son una temporalidad probable porque si el proceso se alarga más tendrá que estar más tiempo en prisión preventiva”.
La parte acusadora, liderada por Soltero, presentó 42 capturas de pantalla de supuestas conversaciones entre Bravo y la víctima, así como una grabación de vídeo. “Existen mensajes donde se aprecia que el sujeto realizaba estos actos erótico sexuales con la menor”, añadió Soltero.
Bravo jugó 66 partidos con la selección nacional de México y anotó 15 goles. Se retiró en 2018 como el máximo goleador histórico de Chivas, uno de los dos equipos más populares en México.
Bien entrada la noche, un grupo de aficionados prendía una cantidad ingente de bengalas en torno a la escultura de Arsenio Iglesias en La Coruña. Era el homenaje a la persona con la que empezó todo de la manera en la que los gallegos celebramos todo, con lume (fuego). "Su espíritu sigue impregnando a mucha gente del Depor", apuntaba a EL MUNDO Paco Liaño, una leyenda de la portería del equipo gallego, pese a que él no se quiera poner esa etiqueta que la reserva para otros como el entrenador de Arteixo o el ex presidente Augusto César Lendoiro.
No es casualidad que el tifo de Riazor fuera para el Zorro y tampoco lo es que una bengala prendiera el techo del autobús del equipo justo antes del choque definitivo ante el Barça B. Otro incendio fue el germen del mejor Depor de la historia. Ocurrió en 1991 cuando una luminaria prendió el techo de Riazor. "Se quemó el meigallo", dicen varias voces en La Coruña. Efectivamente, se acabó el mal de ojo y el equipo ya está en el fútbol profesional.
"Tengo un sentimiento de felicidad, pero sobre todo de alivio", confesaba Liaño. Y es que han sido cuatro años de vaivenes en Primera RFEF, de martirio para ver al equipo a través de retransmisiones audiovisuales deficientes, de proyectos fallidos y, también, de mala suerte.
Nadie se olvida de la tragedia del Albacete, el equipo entrenado por tu ex técnico que te echa de la final de ascenso, y de otras anteriores que hundían más al club a nivel deportivo, pero que generaban un sentimiento de unión en la afición como pocos clubes han visto. "Dolía mucho ver al equipo en esa situación y más a los que vivimos su buena época", expresaba Donato Gama da Silva, el jugador que tenía que haber pateado el penalti de Djukic, aquel que el serbio falló y entregó la liga al Barcelona.
Ese penalti, no fue más que un lunar en la época dorada. Para Liaño ni siquiera. Lo incluiría en los éxitos del Depor, otra anécdota de los años en los que se peleaba por títulos. Cuántos no firmarían volver a ese periodo en el que, como dice la alcaldesa de La Coruña, Inés Rey, la vida se contaba según las hazañas del equipo. "Todo el mundo en la ciudad se acuerda perfectamente dónde estaba cuando Djukic falló el penalti", recuerda.
Precisamente, cuenta el periodista de La Cope, Germán Dobarro, que La Coruña no vivía una celebración igual desde que se celebró, por fin, el título de liga. La que metió al Depor en el selecto club de nueve equipos que han conseguido el campeonato nacional. "Tengo la suerte de ver muchas ciudades, pero estar a la altura de esto es casi imposible", describe. Liaño condujo desde Santander para vivirlo. "Llegué muerto a casa a las dos de la mañana, pero con una satisfacción tan grande que no me perdonaría habérmelo perdido", expresaba.
Aficionados del Depor en A Coruña.CabalarEFE
De las épocas doradas llegaron etapas más oscuras. De hecho, en los últimos 10 años, la única alegría del deportivismo la dio Carlos Marchena. El central sevillano fue el artífice del gol del último ascenso del Depor en la 2013/14 ante el Jaén. "Fue la recompensa del trabajo a un año muy difícil", explica a EL MUNDO y desvela que "lleva dentro" poder devolver el cariño que le brindó la afición del Depor. "Es un equipo que te abre las puertas y te quiere desde el primer día", rememora.
La conexión sevillana coruñesa se alarga a otra persona muy querida en Riazor. Joaquín Caparrós solo pudo estar dos años, pero su corazón tiene una parte blanquiazul alimentado por la peña que le recuerda en Santa Comba. "Fue un día feliz porque el equipo ha vuelto al fútbol profesional, donde le corresponde, y si siguen haciendo las cosas así, estarán en Primera", vaticinaba.
No son pocas las voces que coinciden que su espacio es en el fútbol profesional. Algo que también se ha dicho en estos cuatro años en Primera RFEF, pero ahí se seguía. Entonces llegó Lucas Pérez, "el padre del ascenso" para Dobarro, tras descender dos categorías y pagar medio millón de euros para salir del Cádiz y "volver a casa".
Lucas, al rescate
Falló el primer año, pero con su armadura blanquiazul reclutó a un ejército de canteranos que creyó en sus palabras y no sólo salvaron a Idiákez, el entrenador con el que estuvieron en puestos de descenso al principio de esta temporada, salvaron a una ciudad.
"El Deportivo es todo", cuenta entre lágrimas Inés Rey a este periódico horas antes de que el equipo rechace la visita al Concello para celebrar el ascenso. Y se acordaba la alcaldesa de los cartones de leche que se compraban en su casa porque regalaban fotos de Bebeto y de las palabras de Lucas cuando volvió a Riazor. "Bendita locura".
Ahora los niños que ayer y hoy visten las calles de La Coruña de blanquiazul entienden un poco más lo que les contaban sus padres del equipo de su ciudad. "La familia" de Donato, "la depormanía imposible de explicar", de Dobarro o el protagonista de muchas "páginas de historia de nuestro fútbol", de Caparrós. Pero, si de infancia hablamos: "El fútbol me ha devuelto con el Depor aquello por lo que peleé y soñé", le define Liaño. Y los sueños, sueños son.
Más de 15.000 personas se reunieron el domingo en Cibeles para celebrar la Liga del Real Madrid.
Esa misma noche, en los aledaños de Riazor, 80.000 aficionados festejaron el ascenso del Depor a Segunda División.
No pretende esta comparación hacer de menos al madridismo, que el 2 de junio (no perdamos tiempo en utilizar condicionales en los que no creemos) saldrá de nuevo a las calles en mayor número, sino poner en valor la alegría más pura del fútb
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