Europa League
Sevilla, campeón
Con solo cinco partidos al frente del Sevilla se ha proclamado campeón de la primera gran competición europea que disputa. Los jugadores piden su continuidad y pero el club aplaza la decisión
Cuando el 20 agosto de 2005 se puso por primera vez el chándal para entrenar en Primera tuvo claro que esa oportunidad sólo le llega a un puñado de elegidos y que muy pocos de ellos tienen la fortuna de ver a sus equipos campeones. En el Puskas Arena de Budapest, José Luis Mendilibar entró en ese selecto grupo. Con los brazos cruzados, la sonrisa en los labios pero la euforia muy contenida. No van con él los excesos pese a ser campeón después de una final sufrida.
“Para un entrenador que le ha tocado en la tómbola venir a Sevilla no está mal ganar la Europa League. Quiero agradecer a los chavales, al club por traerme y a la afición. Estoy un poco contento por mí, pero sobre todo por los jugadores, que lo estaban pasando mal. Les decía que eran buenos y lo han confirmado. Exceptuando los dos primeros partidos, el resto iba a todos los campos pensando en ganar”, confesó el técnico con su medalla de campeón al cuello.
El Sevilla gana su séptima Europa League para reafirmar que la quiere más que nadie, y el vasco su primer título con cinco partidos en la competición, otra proeza. Un peldaño más en sus dos décadas como técnico en la élite que ha subido paso a paso después de casi un año en el paro. Como campeón aún no ha recibido la confirmación de que la próxima temporada serña un entrenador de Champions. “Vamos a disfrutar y el lunes hablaremos. Todos sabemos lo que queremos”, se limitaba a decir Monchi manteniendo un suspense que parece fingido. Si lo es o no, Mendilibar no lo sabe. “No sé si renovaremos o no, pero tampoco me importa. Si no sigo, lo que seguro que dejaré son amigos”, admitió.
Esperaba Mendilibar en Zaldivar que alguien le encomendara la reconstrucción de algún equipo roto y el Sevilla lo era en marzo. Por eso no hay otra explicación racional para entender su resurrección que no sea mirar al banquillo. Con la misma plantilla que Lopetegui y Sampaoli, lo que ha variado es el librillo que le llevó a convertir a un equipo a dos puntos del descenso en un campeón que solo ha perdido dos partidos desde que él lo dirige. Y es que ese chándal que no cambia nunca encierra una filosofía: el fútbol como juego terrenal, sin dioses, sin egos.
Mirar a los ojos a sus jugadores, corregirles a gritos como si aún fueran infantiles y no algunos de ellos campeones del Mundo capaces de repetir un último y decisivo penalti sin temblar; hacerles dar volteretas cuando fallan clarísimas ocasiones y no regalarles mucho los oídos en las salas de prensa, por si se lo creen. Quizá porque el fútbol tiene una parte de producto que olvida la esencial, Mendilibar es especial. Lo engrandece al confesar con sinceridad que su equipo jugó mal en la primera parte, que no ensayaron penaltis porque no sirve de nada y que el problema de un partido que duró 147 minutos es que se jugó poco. “El añadido no te da más fútbol. Lo que hay que dar es continuidad al juego, jugar más seguido, con más ritmo y sin pararnos tanto. Y eso no se va a arreglar”. Sin pelos en la lengua.
Ha tenido que ser en Sevilla donde los ojos de toda la Liga se hayan abierto para demostrar lo que propio Mourinho admitió de quien este miércoles le ganó la final: «Solo tengo más títulos que él porque he tenido oportunidad de entrenar a equipos que juegan en Europa». El azúcar del portugués encierra verdad: al vasco le preferían para lograr ascensos o evitar descensos, lo vital en el fútbol pero que no deja marca en el palmarés. Lo hizo en el Eibar, su casa, en Valladolid, Osasuna, Levante y no pudo lograrlo con el Alavés, la espina que tiene clavada junto a su breve paso por el Athletic.
De si la tercera apuesta de Monchi iba a o no a funcionar solo tenían idea Dmitrovic, Joan Jordá y Bryan Gil. Los tres respiraron al verlo entrar en el vestuario. A los tres los había hecho mejores jugadores en el Eibar. ¿Por qué no iba a ocurrir con Suso, Óliver o Bade? ¿Por qué no se iba a entender con Navas, Rakitic, Gudelj o En-Nesyri? No sólo lo ha logrado, sino que los capitanes piden su continuidad. Y es que tienen libertad hasta para cambiar el orden de los lanzadores de penalti. “Montiel era el quinto, pero ellos han cambiado. Nosotros solo elegimos quien lanzaba”, confesó el técnico con naturalidad.
Con la séptima copa camino de Sevilla reforzando la condición de rey de la competición, la incógnita no se puede mantener por más tiempo. Al pasillo que tendrán que hacerle en el Reale Arena de San Sebastián, muy cerquita de su casa, tiene que llegar como otro vasco que lleva al sevillismo a la gloria… y a la Champions. No lo exigirá Mendilibar. Su trabajo está hecho con sobresaliente. «Habrá otro club. Y si no, al paro», insiste con naturalidad. La vida simple.