Copa del Rey
Lugo 1 Atlético 3
Los rojiblancos arrancaron con un gol de Correa que igualó el empuje de los gallegos. Simeone necesitó los galones de Koke para espabilar a un equipo que sesteaba en el Anxo Carro
Por galones y por la inspiración de Memphis Depay está el Atlético en octavos de final de la Copa del Rey. Lo zarandeó un Lugo respondón que no le consintió que sesteara ni como regalo de Reyes y forzó a Simeone a deshacer su plan de buscar la resurrección de futbolistas en una competición que lleva demasiado tiempo sin darle tregua. Sólo el neerlandés se agarró a la oportunidad, aceptó el reto y demostró que tiene gol como para no merecer tanto banquillo. [Narración y estadísticas]
Creyó el Atlético que iba a pasar por el Anxo Carro sin sufrir porque se encontró con el gol de Correa a los dos minutos. Se sacudió las manos y pensó que en un pispás el trabajo estaba encarrilado. Al argentino le habían servido el tanto en bandeja dos de los jugadores que tenían que aprovechar el regalo de la titularidad que les hizo Simeone. Saúl, suelto en la medular antes de que crecieron Jozabed y Thiago Ojeda, telegrafió el pase al lateral del área donde la pedía a gritos Javi Galán para ofrecérsela al argentino al segundo palo. Aunque apenas cuenta para su entrenador, el lateral demostró que no ha perdido la tensión que le llevó a vestir de rojiblanco y volvió a asistir, esta vez con un balón mordido que Castrín dejó franco para el fallo de Depay. El peligro nació de la necesidad que tienen de reivindicarse todos los que golpeaban la pelota. Fue un destello, porque ninguno volvió a aparecer salvo el delantero.
Pareció que el Lugo se aturdía con el arranque atlético, pero los unos sestearon y los otros no tenían nada que perder. Se lanzó el equipo de Paulo Alves empujado por sus aficionados a encontrar las grietas de su rival y no tardó en encontrarlas. Había arriesgado Simeone con una defensa temblorosa. De la falta de Azpilicueta a Víctor Narro en la frontal nació una ocasión rocambolesca que acabó salvando Giménez bajo palos. Era el primer aviso de un golpe que no tardó en llegar… y con polémica.
El meta Tabuaço robó a Azpilicueta al borde del penalti que González Fuertes, sin VAR, no vio y con un golpeo larguísimo encontró a Leandro Antonetti burlando a Giménez a la carrera y quebrando la cintura de Söyüncü antes de descerrajar un zurdazo imparable para Oblak. El murciano de 20 años criado en Lugo e internacional con Puerto Rico acababa de desnudar al Atlético y hasta pudo asestarle un segundo golpe ante del descanso de no haber chutado con más ansia que tino.
Demasiados sustos y un empate que dejaba peligrosamente abierta la eliminatoria, debió pensar Simeone, que en el segundo tiempo sacó del banquillo a Griezmann, Koke y De Paul. Se acabaron las oportunidades. Había que despertar y cimentar al equipo para no sufrir. Necesitaba galones. Pudieron tenerlo más fácil los rojiblancos si el colegiado hubiera mostrado la segunda amarilla a Quintana por una fea entrada a Witsel, pero no hubo expulsión. Nadie iba a poner el partido cuesta abajo y el Lugo mordía. Tanto que Castrín estrelló un testarazo en el larguero.
El Atlético tenía que espabilar y Memphis decidió hacer la guerra por su cuenta mientras el resto se entonaba. No tardaron porque Koke, a gritos, los despertó a todos. Probó también Griezmann, pero era la tarde del neerlandés, el único que tuvo intención de demostrarle a Simeone que, con permiso de Morata, quiere jugar más. Con esa idea en la cabeza lo encontró el capitán en el lateral del área y recortó a izquierda y derecha para batir a Tabuaço con un disparo cruzado. La tarde empezaba a aclararse en el minuto 66.
Cuando Koke, De Paul y Griezmann se encuentran en campo rival una y otra vez, surge la genialidad. Esta vez para facilitar que Nahuel Molina viera escaparse a Llorente hasta la línea de fondo y encontrara a Memphis otra vez dispuesto para fusilar al meta lucense. El veneno de estos jugadores había rescatado al Atlético del sopor y hasta Morata, en los instantes finales, se quiso sumar a la fiesta con un latigazo desde la frontal al travesaño cuando el equipo, por la lesión de Azpilicueta, jugaba con diez. La voluntad de Lugo no había sido suficiente.