Un futbolista normal sería uno amable con los niños, con más pinta de encargado de tienda de juguetes que de portero de discoteca, alguien que celebra los goles como los críos en el colegio. Y ya.
Cada vez que decimos extrañados de un futbolista que es alguien normal, lo hacemos como contraposición al perfil tradicional de su antagonista, esto es: un tipo algo altanero, millonario, con tres o cuatro deportivos en el garaje, con el cuerpo lleno
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