Jannik Sinner, reciente campeón del Open de Australia, fue más esquiador que tenista hasta los 12 años. De niño Erling Haaland, que también practicaba atletismo y esquí, marcaba tantos goles en la portería de balonmano como en la de fútbol. Antes de ser internacional como futbolista, Salma Paralluelo lo fue como atleta y todavía es plusmarquista española sub’18 en los 400 metros. Y así muchos, muchos deportistas jóvenes: los padres de Kylian Mbappé le insistieron con el tenis, Victor Wembanyama también jugaba a balonmano, Tadej Pogacar incluso probó las carreras de orientación…
Los beneficios de practicar múltiples deportes brillan en la élite y, sin embargo, en España cada vez hay menos niños y niñas que lo hacen. En la última encuesta de hábitos deportivos del Consejo Superior de Deportes, de 2022, un 51% de los estudiantes de Primaria e Infantil aseguraban que sólo practican una disciplina. En 2015, lo hacían un 40%. ¿Por qué?
«La especialización temprana es un mito que tenemos enraizado en nuestra cultura. Pensamos que para ser bueno en un deporte hay que dedicarle muchas horas desde pequeño, pensamos que el trabajo en los clubes es mejor que en las escuelas… Hay muchos más motivos, sobre todo económicos, pero es muy difícil cambiar algo tan aceptado por la mayoría», señala Javier Peña, director del Centro de Estudios en Deporte y Actividad Física (CEEAF) de la Universitat de Vic. «Lo ideal sería que los niños no dediquen más horas a la semana a una única modalidad que su propia edad, es decir, que no entrenen nueve horas semanales al fútbol o al tenis si tienen ocho años, y que no superen las 16 horas semanales a cualquier edad, algo que es muy frecuente en la natación o la gimnasia», añade el profesor universitario, uno de los que está intentando cambiar la tendencia.
Lesiones y hartazgo
A través del proyecto Red Trip, conciencia a federaciones y clubes de que practicar un único deporte no es el camino al éxito y, lo que es peor, comporta riesgos para la salud física y mental de los críos. «En nuestras charlas animamos a los clubes a que primero enseñen habilidades motrices generales en lugar de gestos técnicos específicos. Un ejemplo claro es un niño o una niña que a los 10 años ya juega de portero o realiza entrenamientos completos de tiro a canasta. No es lo ideal. Puede generar problemas», expone Peña con datos que sustentan sus argumentos.
Según un estudio de las Universidades de California, Chicago y Wisconsin en 2018, alrededor el 50% de las lesiones deportivas tratadas por los pediatras de Estados Unidos se deben al sobreuso: el codo de tenista, el hombro de nadador, las tendinitis de Aquiles… En algunas modalidades, como el esquí, el porcentaje es más bajo (37%) y en otras, de más impacto, como el atletismo, es más alto (68%), pero el total rodea la mitad. El cuerpo, todavía inmaduro, se somete a demasiado estrés y se rompe. Y algo parecido ocurre en el apartado psicológico.
Una encuesta conjunta de 2017 de las Universidades de Karlstad y Leeds a 258 deportistas adolescentes de Suecia y Reino Unido descubrió que, en disciplinas individuales, un 48% se sentían sobreentrenados y, en equipos, un 30% tenían la misma sensación. El riesgo de abandono, de quemarse, de burnout, era alto (hasta un 11% en individuales) mientras era muy bajo el interés por seguir haciendo deporte al dejar la competición.
«Y eso que hablamos de países con culturas deportivas distintas. En Estados Unidos, por ejemplo, el sistema en high school siempre ha hecho que los niños y las niñas practiquen tres deportes distintos, aunque cada vez son más los que se especializan pronto para conseguir becas universitarias. En los países nórdicos también se suelen compaginar modalidades de invierno con modalidades de verano. En España eso no pasa», comenta Javier Peña que, más allá de la tradición, asume que el otro gran agujero está en el bolsillo. Una actividad extraescolar ya es cara, dos o tres son imposibles de pagar.
Una solución gubernamental
«El problema es que no se potencia el multideporte en las escuelas y la formación deportiva depende de clubes que muchas veces funcionan como un negocio. Si fidelizan al deportista pronto, evitan que pruebe otras cosas y se marche. Además hay muchos clubes que utilizan la competición en edades tempranas como gancho. Quizá no pueden ganar la Liga o la ACB, pero son campeones de España cadetes y eso es un reclamo», expone el catedrático, que acepta que incluso en su casa, con sus hijas, le ha costado conseguir que cumplan el ideal que sería combinar un deporte de resistencia y uno de fuerza.
«Un niño que hace escalada y natación, por ejemplo, se puede encontrar con el problema de que no le valoran ni en la escalada ni en la natación: se considera que ese niño no tiene suficiente compromiso y se le relega. Hay mil ejemplos así: el club de hockey patines que no acepta a debutantes mayores de 6 o 7 años o la escuela de tenis que coloca a sus mejores entrenadores con aquellos que van cuatro días a la semana», finaliza Javier Peña, que ve muy difícil acabar con la cultura monodeporte en España, pero no así aligerarla.
Es una pelota en el tejado del Gobierno. Los modelos de Estados Unidos o Noruega no son compatibles por varios motivos, pero hay un ejemplo más cercano de cómo incentivar el multideporte a gran escala. En Portugal, la gratuidad de las extraescolares entre 6 y 10 años, entre primero y cuarto de Primaria, ha elevado el número de estudiantes que practican varias disciplinas, ha potenciado las escuelas como epicentro de la formación deportiva y, al mismo tiempo, ha cambiado el perfil de los practicantes: hay más niños en los deportes mal considerados de niñas y viceversa. Es un camino costoso, pero es un camino para revertir el aumento de la especialización deportiva temprana en España.