La profecía de Koke y su secreto para convertirse en leyenda: “Jugaba con niños siete u ocho años mayores”

La profecía de Koke y su secreto para convertirse en leyenda: "Jugaba con niños siete u ocho años mayores"

Hay un parque en la madrileña Colonia Santa Ana, corazón de Vallecas, que guarda en su particular inventario los balonazos y gritos de un ejército de niños que corrían hipnotizados tras un balón. Para muchos, fue el primer y único estadio que pisaron. Para otros, como ha sido el caso de Koke (Madrid, 1992), aquel niño bajito de llamativo pelo rizado que esta noche será aún más leyenda en el Atlético, aquel rincón fue el punto de partida hacia un infinito en rojiblanco cuyo epílogo aún está lejos de ser escrito.

Borja Resurrección, su hermano mayor y actual entrenador del Cadete A del Atlético, no necesita cerrar los ojos para aterrizar en aquel parque y en aquella década de los 90. “Se ha criado conmigo. Nos llevamos tres años y medio y yo bajaba al parque que estaba enfrente de casa. En la zona de césped poníamos las chaquetas para formar las porterías. Si no se podía, jugábamos en el cemento aprovechando los bancos. Yo siempre jugaba con chicos muchos mayores, por lo que algunos, a lo mejor, le sacaban siete u ocho años”. Borja, vestido aún con el chándal del Atlético, en una de las cabinas del Cerro del Espino de Majadahonda, hace una pausa y continúa su charla con EL MUNDO: “Ahí ya se le veían cosillas. Era muy pícaro, muy travieso y muy inteligente con el balón para la edad que tenía. Le dabas la pelota y hacía cosas diferentes”.

Todos coinciden en que sin Borja, y sin ese cálido y saludable entorno familiar, probablemente Koke no estaría en disposición de igualar esta noche, precisamente frente al Real Madrid, ese récord que Adelardo Rodríguez dejó grabado (parecía que para siempre) entre los años 60 y 70: 553 partidos con el Atlético. “Lo que siempre quisimos transmitirle es que tuviera los pies en el suelo. Llegar es difícil, pero mucho más es poder mantenerte. El entorno que ha tenido le ha favorecido mucho”, admite su hermano.

De aquellos días de futbito (así llamaban muchos al fútbol sala) en el Colegio Divina Pastora de Vallecas a esa prueba en el Colegio Amorós, entonces escuela del Atlético, que lo cambió todo. Fue el abuelo, de intenso latido rojiblanco, quien vio el anuncio y Borja, que no estaba muy convencido, quien acabó entrando en el equipo. “Koke venía a verme y jugaba con el balón. En esas llegaron Manolo Briñas y Mario, otro de los entrenadores, y le propusieron a mi padre que empezase a jugar allí”, afila su memoria el mayor de los Resurrección.

“Era una bestia de competir”

Es el turno de Rubén Carrera, al que todos en la Academia conocen como ‘Kopy’. Él fue su primer entrenador. Era septiembre de 1998. “Koke empezó una semana más tarde a entrenar. El coordinador me dijo que iba a venir un niño más pequeño a la edad que correspondía. Que se llamaba Jorge Resurrección, pero que ni se me ocurriera llamarle de otra manera que no fuera Koke”.

Koke, posando detrás del balón, en sus primeros años.Foto: Kopy

Tenía sólo seis años, pero dejaba asomar ya entonces algo que le hacía distinto del resto. “Siendo más pequeño que los demás, era diferencial. Era, y sigue siendo, un chico muy tímido e introvertido, pero cuando se metía en el campo se transformaba. Era una bestia de competir”, asegura Kopy, 24 años después. “Desde bien pequeño nos quedaron claros los colores que gastaba su familia. Su mamá y su papá eran superatléticos. Borja era entonces una de las perlas de la cantera, llamado a ser profesional. Pero fue el hermano pequeño quien, sin hacer ruido, dio pasos de gigante para llegar a lo más alto con una mochila de valores rojiblancos”. Una grave lesión en su primer año de juvenil apartó Borja de soñar con un viaje por esa senda sobre la que ahora transita su inseparable hermano pequeño.

“El caso de Koke es algo inédito. Estamos hablando de que no volverá a salir otro Koke en décadas. Ojalá antes. Niños con progresión, sí, pero que lleguen a poder hablar de ser leyenda en el Atlético es muy difícil”. ‘Kopy’ sabe de lo que habla. “He visto niños que arrasaban en etapas tempranas y luego, por una lesión, como ocurrió con Borja, por un agente, por un entrenador que no deposita su confianza o por un mal año, se quedan por el camino”. Y desempolva un recuerdo que pudo marcar el destino del capitán del Atlético. “En su etapa infantil, su entrenador no iba a contar con él en pretemporada e iba a ser relegado al segundo equipo. Pero el chico que jugaba en su puesto se lesionó gravemente de la rodilla y Koke acabó aprovechando ese hueco”.

Su debut: “Pensaba que estaba jugando al FIFA”

Nadie sabe qué habría sido de él si, como tantas veces en la sala de prensa ha recordado Diego Pablo Simeone, su mentor, con el que ha disputado 515 de los 552 partidos que suma hasta el momento, se hubiera marchado al Málaga en aquel invierno de 2011. O si, antes de viajar a su primer Mundial (Brasil 2014), hubiera aceptado el desafío de ser el heredero de Xavi Hernández en el Barça. Si hubiera desoído a su corazón, algo que nunca ha hecho. El conjunto azulgrana se puso en contacto con él para decirle que estaba dispuesto a pagar su cláusula de 60 millones de euros. El sueldo era poco menos que un cheque en blanco donde él mismo escribiría los números. “Me lo tengo que pensar”, fue su respuesta aquel 29 de mayo de 2014. Al día siguiente, estaba convencido de que no había mejor lugar que el Atlético para ser feliz. Algo que no entenderían algunos de sus compañeros en tentaciones posteriores.

“Recuerdo cuando debutó en el Camp Nou. Me decía: «Pensaba que estaba jugando al FIFA». Tenía 17 años y dos días antes estaba dándole a la PlayStation. Se vio jugando contra Xavi, Iniesta… o compartiendo vestuario con Agüero y Forlán”, relata Borja. Fue Abel Resino quien le dio esa alternativa el 19 de septiembre de 2009. El primero de tantos días. Llevaba el dorsal 26. “Era diferente a los demás. Daba un equilibrio importante al equipo y me recordaba mucho a Xavi. Aunque juegue mejor en el centro, es capaz de adaptarse con inteligencia a cualquier posición de la medular”, le dibuja el que fuera su primer técnico en Primera.

Voz autorizada es también Abraham García, que le entregó la titularidad en el filial siendo aún un juvenil de primer año. “Le solía decir que él era un todocampista. Podía ocupar cualquier posición en el centro, un reloj suizo, y década y media después lo estamos disfrutando en directo. Era muy respetado por los mayores en el vestuario del filial”, recuerda su técnico en el segundo equipo. “Siempre mostró una tremenda personalidad y madurez, y siempre tuvo la cabeza muy bien amueblada. Para eso fue clave su entorno familiar. Y, sobre todo, su hermano Borja”.

“Algún día voy a poner el Calderón en pie”

Koke tiene contrato hasta 2024, pero será él quien decida cuándo llegará su final en el Atlético. Tiene una cláusula de 150 millones y un salario de unos ocho. Y desde la marcha de Godín (2019), luce el brazalete de capitán, con ese aroma intenso que le dejó el convivir con Gabi, Juanfran, Fernando Torres, su ídolo de niño, o Raúl García. Aunque él siempre hace las cosas a su manera. “A Koke hay que entenderle cómo es él y ha sido así siempre”, dice su hermano.

Koke, durante el entrenamiento del sábado.ATLETICODEMADRID.COM

Esta noche (21.00 horas), sobre el Cívitas Metropolitano, Koke será inmortal. Aunque, con 30 años, esos 553 partidos con los que iguala a Adelardo, presidente de la Fundación Atlético de Madrid, serán muchos más. Pero, ¿qué tienen ambos jugadores en común? “Aunque son diferentes épocas, sin duda ese sentimiento de pertenencia, que es básico en jugadores que de la casa. Ese sentir de Koke, habiéndose podido ir en algún momento, son lecciones para que tanto él como Adelardo sean referencia en el club a lo largo del tiempo”, apunta ‘Kopy’.

¿Y qué tiene Koke de especial para encontrarse cara a cara con esa cima? La respuesta la tiene Borja, su hermano, su sombra. “La constancia y cabezonería en su trabajo. Con 15 años ya se empezó a ver un poco por dónde podían ir los tiros y en una conversación me dijo: «Algún día voy a poner el Calderón en pie». Y, también, su tesón y afán, que seguro que muchos otros tuvieron, pero sin esa pizca de suerte con la que sí ha contado mi hermano”.

De ahí ese imponente relato que lleva escribiendo desde aquel parque de la Colonia Santa Ana. Aquel chico bajito y de pelo rizado sigue trazando una leyenda que resultará difícil de igualar en el futuro.

kpd