A veces el destino, que es como llamamos poéticamente al caos, da la impresión de no obrar de modo caprichoso. Sus actuaciones parecen desmentir el azar y adoptan un comportamiento nada neutral en un sentido u otro. A Mikaela Shiffrin parece haberle cogido ojeriza. El 30 de noviembre, el día en el que la mejor esquiadora de la historia se disponía, en el eslalon gigante de Killington, a conseguir su victoria número 100 en la Copa del Mundo, le sonrió antes de darle una bofetada.
La llevó a ganar la primera manga y le dio la espalda en la segunda. Mikaela se cayó. Bien, eso no es raro. Y podía haberse quedado ahí. Pero lo que parecía una caída de tantas, sin mayores consecuencias, se convirtió en una lesión leve. De leve, pasó a fastidiosa. De fastidiosa, a seria. Y de seria, a necesariamente operable. Mikaela pasó por el quirófano recientemente para someterse a, según sus palabras, una “operación inesperada”. La herida punzante en el vientre se complicó. “La recuperación no ha ido como se esperaba”, ha explicado la esquiadora. “Hubo que extraer líquido y tratar un desgarro muscular junto a la pelvis”.
Inesperada la operación. Inesperada la muerte de su padre en febrero de 2020. Ella estaba en Italia cuando su hermano Taylor la llamó para darle la mala noticia. Llegó pocas horas antes del fallecimiento. Pensó seriamente en dejar el esquí: “Me encontraba abatida, sin autoestima y con un sentimiento constante de desesperanza”. Inesperada la pandemia, que canceló muchas pruebas de la Copa del Mundo, que ella, por otra parte, no estaba en condiciones de disputar.
Después de una recuperación
En ese estado de (des)ánimo, y con su racha de victorias afectada después de la reanudación de las competiciones, afrontó los Juegos de Pekín2022. El resultado sólo podía ser catastrófico. No acabó el eslalon, el gigante y la combinada, sus mejores pruebas, y acabó novena en el supergigante y decimotercera en el descenso. Tocó fondo. Y se dio cuenta de que, según sus palabras, “tenía que dejar de huir y esconder lo que sentía. Debía elegir entre la vergüenza de contarlo o desnudar mi alma y ser capaz de seguir adelante”.
Lo consiguió con la ayuda de especialistas y de amigos en el mundo del deporte, que entendían mejor que nadie lo que le ocurría. Especialmente su pareja, el noruego Aleksander Aamodt Kilde, otra estrella del esquí mundial. En enero de este año, Mikaela sufrió una lesión de rodilla en el descenso de Cortina dAmpezzo. Regresó a tiempo, en marzo, en los estertores de la temporada, para imponerse en los eslalons de Are y Saalbach. Las crisis personales habían quedado atrás. Por delante aguardaba, con los brazos abiertos, una temporada 2024-25 llena de promesas con el número 100 (y sucesivos) pintado en el horizonte.
Pero la mujer propone y ese destino, que unas veces echa una mano y otras la zancadilla, dispone. Mikaela ganó el eslalon de Levi (victoria 98). Y el de Gurgl (victoria 99). Killington, entonces, le volvió la espalda y le cerró violentamente la puerta en las narices al número 100. La prevista, anunciada apoteosis se trasmutó en insospechado duelo. Por súbito. Por excesivo. Por especialmente inoportuno. Por cruelmente irónico. Por “inesperado”. A Mikaela le aguarda una recuperación incierta en el tiempo (¿cuándo?) y el espacio (¿dónde?).
Según Dylan, la respuesta estaría en el viento. Según el destino, en la nieve.
Por las montañas del mundo, unos adolescentes se calzaban sus esquís, se vestían de valientes y seguían a Kilian Jornet, uno de los mejores deportistas españoles de la historia, hasta que las fuerzas se acababan, incluso cuando ya se habían acabado. «Te ponías detrás de él hasta que reventabas. Le seguías, petabas a medio camino, te ibas a la cama y, al día siguiente, lo volvías a intentar», recuerda Oriol Cardona. «Nuestro entrenador nos decía que hiciéramos lo que él hacía. Fue una suerte coincidir con él», añade Ana Alonso. Hoy, aquellos chavales, Cardona, Alonso y otros como Ot Ferrer, Íñigo Martínez, Marta García o María Ordóñez forman la selección de esquí de montaña, uno de los equipos más potentes del mundo junto a Francia y Suiza.
En los próximas Juegos Olímpicos de invierno de Milán-Cortina d'Ampezzo 2026 el skimo se estrenará en el programa y, por primera vez en la historia, España llegará como favorita a las medallas en un deporte de nieve. En la competición individual Cardona es uno de los favoritos, pero en el relevo mixto a ver quién le roba el oro al dúo que forma junto a Alonso. Paquito Fernández Ochoa, único campeón español en invierno, puede tener compañía por fin, más de 50 años después. ¿De dónde sale este milagro?
De muchos lugares, pero uno de ellos es la estela de Jornet, claro. El mejor corredor de trail de la historia dominó durante una década el esquí de montaña hasta el punto de que en el Mundial de 2011 se llevó tres oros, todos los posibles. Entonces no era una disciplina olímpica, era parte de su preparación, pero sus éxitos impulsaron a los chavales que le perseguían en tantos entrenamientos. A sus 37 años y con cuatro Copas del Mundo o cuatro Pierra Menta, el Tour de Francia de la especialidad, aún se alimentan rumores sobre la participación de Jornet en los Juegos Olímpicos de invierno de los Alpes en 2030, pero parece improbable. Queda su herencia, que multiplica la riqueza de quienes le precedieron.
"Mi padre no pudo enseñarme"
«Antes de Kilian en España siempre hubo practicantes, especialmente en las modalidades más cortas, que son las que ahora han entrado en los Juegos Olímpicos de invierno. Yo todavía tengo trofeos de mi padre en casa», apunta la granadina Ana Alonso, de 30 años, con la historia de España en el skimo en su salón. Su padre, Gerardo Alonso, apodado Yeti, guarda del refugio Félix Méndez de Sierra Nevada, fue uno de los pioneros españoles, segundo en el Europeo oficioso de 1975, pero por desgracia no pudo disfrutar de los éxitos de su primogénita: en 2010 un desprendimiento de rocas acabó con su vida.
¿Su padre le llegó a ver ganar alguna carrera?
No me llegó a ver competir en esquí de montaña, no pudo enseñarme y eso que él había dado muchas clases. Es una pena, la verdad. De adolescente yo competía en esquí de fondo y luego me centré en los estudios de INEF. Fue después de su accidente cuando empecé con el esquí de fondo. Me consuela que sus amigos fueron quienes me enseñaron así que, de alguna manera, sí pude cerrar el círculo. Aquellos inicios, con mi padre en el recuerdo, fueron muy bonitos.
Creado en los Alpes hace un siglo, el skimo se basa en ver quien sube y baja más rápido una montaña. En su modalidad clásica, los esquiadores suelen tardar entre dos y tres horas en cubrir kilómetros y kilómetros, pero eso es demasiado tiempo para el Comité Olímpico Internacional (COI). Los jóvenes se aburren, el Tik Tok y bla, bla, bla. Así que la modalidad que ha entrado en los Juegos es el sprint. Dos minutos y medio de locura: suben una pared empinada esquiando o corriendo con los esquís a la espalda, se paran para arrancar las pieles de seguridad y bajan deslizándose a todo lo que da. Como pasó en la escalada, los esquiadores de siempre critican la simplificación de su deporte, pero es un regalo para España. Ni en los Pirineos ni en Sierra Nevada hay kilómetros suficientes de nieve para practicar el skimo clásico, pero sobran para entrenar sprints.
De modelo a dominador del skimo
«Son pruebas cortas, muy explosivas, que se pueden entrenar aquí. No somos un país de nieve, somos un país de sol y nos tenemos que apañar con lo que tenemos», comenta Oriol Cardona, que entrena entre La Molina y Font Romeu, donde ha alquilado un apartamento junto a varios compañeros de selección.
Con muchas similitudes con Ana Alonso, su pareja en el dúo mixto -también tiene 30 años, su padre Joan también competía-, Cardona en cambio llevaba toda la vida peleando en el skimo cuando los Juegos Olímpicos le cayeron del cielo. A finales del 2021, la incorporación de la disciplina al programa olímpico ya le pilló como subcampeón del mundo de distancia sprint y ganas, muchas ganas de hacer lo que hace ahora: entrenar, entrenar y entrenar. Antes, compaginaba el esquí de montaña con algunos trabajos como guarda forestal o modelo y, sobre todo, con el trail running, donde llegó a ganar una Olla de Núria. De hecho, su relación con Kilian Jornet es aún más estrecha que la del resto: hoy le ayuda a planificar sus entrenamientos.
¿Y ya no corre?
Muy poco. Desde que el skimo entró en los Juegos lo dejé todo. No hay nada más grande que ser campeón olímpico. Además, llegaron algunas becas, recursos para prepararnos bien, y decidí centrarme al completo en los Juegos. Echo de menos correr, pero es una oportunidad única. Cuando era niño parecía una locura que el skimo fuera un deporte olímpico.
El sprint del skimo se disputa en carreras de seis participantes, con cuartos de final, semifinales y final y por ello suele haber sorpresas, pero Cardona es el vigente campeón del mundo y de Europa. En los Juegos Olímpicos de invierno de Milán-Cortina d'Ampezzo será el rival a batir y, si falla, en el relevo mixto junto a Alonso raramente lo hará. Este año todavía no han bajado del podio en la Copa del Mundo. Paquito Fernández Ochoa por fin puede tener compañía.
Un test en el circuito olímpico
El próximo fin de semana la selección española tiene una cita importantísima en la Copa del Mundo en la estación de esquí italiana de Bormio, exactamente en el mismo circuito donde el año próximo se disputarán los Juegos Olímpicos. Será un 'Olympic Test' donde se podrá ver si las virtudes de Cardona, Alonso y compañía encajan en el trazado diseñado por el COI.
Ahora retransmitida por Eurosport, TDP y Esport3, la Copa del Mundo consta de nueve citas, de las que ya se han disputado tres esta temporada. En la última, en Boí Taúll, en el Pirineo catalán, Cardona ganó la prueba masculina, Alonso fue tercera en la femenina y ambos dominaron juntos el relevo mixto.
La cita más importante de esta temporada será el Mundial que se disputará en Morgins, en Suiza, del 2 al 9 de marzo. Allí se repartirán dos plazas olímpicas de las 18 que habrá en juego. El resto dependerán del ranking, aunque el límite de una plaza por país hace que España tenga ya casi asegurada su presencia.